FCA-Renault: la UE debe proteger tanto la competencia como la competitividad
Los mercados recibían ayer con lógica satisfacción el anuncio de una posible fusión entre Fiat Chrysler y Renault que ofrece importantes ventajas
La propuesta de fusión de Fiat Chrysler con Renault constituye un ejemplo del papel que están llamadas a jugar cada vez más las nuevas tecnologías como impulsoras de grandes movimientos corporativos. El plan que Fiat envió ayer al regulador sienta las bases de lo que podría ser el tercer mayor grupo automovilístico del mundo, un gigante con ventas conjuntas de 8,7 millones de unidades al año y presencia en mercados clave para ambos grupos. La estructura jurídica de la operación consistiría en una sociedad holding con sede en Holanda, controlada al 50% por ambos grupos y que cotizaría en Milán, París y Nueva York.
Los mercados recibieron ayer con lógica satisfacción el anuncio de la operación, que resulta fuertemente atractiva y ofrece importantes ventajas para todas las partes. Los cálculos de Fiat Chrysler estiman que la integración podría suscitar sinergias por valor de 5.000 millones, que se unirían a la factura de ahorro que cosecha ya la alianza Renault-Nissan-Mitsubishi. Dado que los costes adicionales del proceso pueden estar en torno a los 3.000 o 4.000 millones, la fusión podría arrojar un saldo positivo a partir del segundo año. El plan no prevé cierre de plantas, lo cual no solo será bien recibido por las plantillas, sino también por los gobiernos italiano y francés. En su lugar, la estrategia pasa por elevar los beneficios con una apuesta conjunta por la inversión eficiente en plataformas, arquitectura, motores y tecnología común. Los accionistas de Fiat Chrysler recibirán un dividendo de 2.500 millones previo a la fusión para equilibrar los valores de mercado de ambas empresas.
La fusión de Fiat Chrysler y Renault haría realidad el discurso del fallecido Sergio Marchionne, el CEO de Fiat que pilotó el acuerdo con Chrysler, sobre la necesidad de que la industria automovilística avance hacia la consolidación. Además, la operación dotaría a la UE de un nuevo campeón con capacidad para competir en un mercado en el que la tecnología parece llamada a jugar un papel tanto o más importante que la marca. También constituye un modelo a estudiar para otras industrias europeas, enfrentadas a la necesidad de ganar tamaño para competir o de quedar relegadas a meros jugadores de segunda fila. Se tratan todas ellas de consideraciones a tener en cuenta a la hora de profundizar en la propuesta, que debe ser examinada por el regulador bajo el prisma de la protección de la libre competencia, pero también de la igualmente libre y lícita defensa de la competitividad.