El caso Huawei lleva la guerra comercial a tierra ignota
Un ataque tan implacable a un gigante corporativo de bandera prácticamente no tiene precedentes: todo es mucho menos predecible ya
El caso Huawei está llevando la guerra comercial a territorio desconocido. El ataque de la administración del presidente Donald Trump a una de las empresas más grandes de China marca un punto de inflexión preocupante. Un ataque tan implacable a un gigante corporativo de bandera prácticamente no tiene precedentes. Eso hace que todo sea mucho menos predecible a partir de ahora.
Huawei lleva meses atrapado en el fuego cruzado. Aun así, el hecho de que la semana pasada fuera agregado a la lista negra de exportaciones de Estados Unidos empeoró drásticamente su situación. Google, por su parte, suspendió cualquier negocio con la empresa que requiera transferencia de hardware, software y servicios técnicos, excepto aquellos disponibles a través de licencias de código abierto.
Hubo cierto alivio cuando Washington anunció un alivio temporal de las restricciones: 90 días para que Huawei compre productos estadounidenses para mantener sus redes actuales y proporcionar actualizaciones de software a los teléfonos ya vendidos. El aplazamiento tiene por objeto, en parte, dar tiempo a los operadores para que adopten otros acuerdos.
Pero eso solo ofrece un consuelo limitado. De hecho, la verdadera preocupación no es necesariamente el impacto a corto plazo en las ganancias, ni para Huawei ni para los proveedores. Se trata de las consecuencias de bombardear a la décima compañía no financiera más grande de China por ingresos, que representa alrededor del 0,2% del PIB del país, según la consultora Capital Economics. Los funcionarios estadounidenses, después de todo, también están tratando de persuadir a otros países para que abandonen la compañía para sus redes 5G, y quiere extraditar a su directora financiera. Incluso si Trump cede como hizo con ZTE el año pasado –una posibilidad real–, el daño a la compañía y a la relación diplomática general estará hecho.
Todo esto hace que sea más difícil predecir el impacto exacto. Para empezar, el ataque profundizará la brecha entre los dos bandos y probablemente persuadirá a los gigantes de la tecnología de Pekín para que trasladen la mayor parte posible de sus cadenas de suministro a casa. Una guerra fría tecnológica caldeada también podría atrapar a otros: DJI, fabricante de drones, es el último en ser objeto de escrutinio. Y es probable que las olas se extiendan en direcciones impredecibles.
Las reglas del juego también podrían cambiar. Hasta ahora, Pekín ha optado por evitar la escalada, en parte para mantener a las empresas estadounidenses en el continente. Pero Huawei podría cambiar eso. Los medios de comunicación estatales han adoptado últimamente un tono notablemente más estridente en su cobertura, y una visita del presidente Xi Jinping a un productor de tierras raras puede ser un indicio de lo que podría hacer China, si así lo decide. Ambos bandos aún tienen opciones: dar marcha atrás al reloj ya no es una de ellas.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías