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Bárbara Bermejo: “En España tenemos los mejores profesionales del calzado”

Acaba de inaugurar su ‘showroom’ y el año pasado facturó 150.000 euros

Manuel Casamayón

En el sótano de una tienda de ropa, pero ambientado en tonos pastel que hacen olvidar lo recóndito del espacio, se encuentra el recién inau­gurado showroom de Quiero unas Bobo’s. Su fundadora, Bárbara Bermejo (Madrid, 1979), divide su tiempo entre su casa y la tienda porque, aunque reconoce que puede trabajar con el teléfono desde cualquier parte, piensa que para desempeñar su función hay que estar sentada en un despacho y tratar de mantener un horario.

Aunque estudió Periodismo, ha dedicado toda su carrera a la publicidad en compañías como Leo Burnett, Serena Comunicación y Längstrump. “Como mi trabajo me parecía poco estresante me decidí a montar algo propio”, bromea la emprendedora. Lanzó Quiero unas Bobo’s en 2010, al principio importando alpargatas argentinas que customizaba a mano. “Los primeros 120 pares los importé sin marca diciendo que eran para mi boda”. No obstante, enseguida advirtió que los espadrilles eran un calzado muy estacional y que ya se hacía mucho en España y optó por las manoletinas. Así, un año más tarde, nacía la primera colección de lo que es ahora Bobo’s. “Me costó seis meses convencer a un taller de que me las hiciese porque eran solo 65 pares”, explica. Ahora, esa primera fábrica en Alicante sigue siendo su manufactura principal.

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Al principio compaginaba su carrera como publicista con la de emprendedora, pero no fue hasta hace un año cuando pidió un crédito de 40.000 euros y lo dejó todo para centrarse en su marca. “Cuando no es tu medio de vida no es verdaderamente un negocio; si no te sientes remunerado, es muy difícil que centres todos tus esfuerzos en ello”, justifica. Hace una semana inauguró el showroom en la calle Gabriel Lobo, aunque por ahora solo abre algunas horas a la semana para concentrar a las clientas y no descuidar la atención online. “He saltado al mundo offline cuando he creído que, a pesar de montar un local en un bajo como este, en un sitio poco comercial, iba a traer gente. Ahora, gracias a las redes sociales, sí que tengo suficiente poder de convocatoria para ello”, comenta Bermejo, quien celebra que las grandes marcas han ayudado a que la gente pierda el miedo a comprar por internet. No obstante, considera que al no ser una marca con una larga historia detrás, el nuevo espacio ayudará a que las clientas se enamoren de sus zapatos. “Cuando la gente ve y toca los productos es cuando se enamora”, comenta, rodeada de sillones de terciopelo y alfombras de yute.

El año pasado facturó 150.000 euros y considera que su gran reto es mantener la misma calidad. “En España tenemos los mejores profesionales del calzado, pero hay que estar muy encima porque, al ser un oficio, depende mucho de las manos por las que pasa el producto”.

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