_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Empresas nuevas, liderazgos viejos

Una dirección moderna no depende de usar mucha tecnología, sino de entender que el papel de quien dirige es ser referente de comportamiento

CINCO DÍAS

La expectativa de los profesionales que se incorporan a las nuevas empresas, es encontrarse un estilo de dirección del siglo XXI. Una dirección actualizada y moderna. Pero para su sorpresa se encuentran empresas nuevas que todavía mantienen un estilo de liderazgo viejo.

Las nuevas compañías se han preocupado de incorporar mucha tecnología, modernizar su imagen, crear un etilo Google, meter una mesa de ping-pong en la sala de reuniones, poner pizarras de rotuladores en la pared, césped artificial en las salas y hasta columpios. Esta bien. Es bueno para la creatividad y para el clima del equipo quitarse la corbata y tener una cafetera de pastillas a mano. Pero eso no tapa un estilo de liderazgo ineficiente. Lo que hay que actualizar es el estilo de liderazgo de los jefes, no el color de las paredes.

Una dirección moderna no depende de usar mucha tecnología, sino de entender que el papel de quien dirige es ser referente de comportamiento, dar dirección, desarrollar a los colaboradores e inspirarles para que encuentren el sentido de lo que hacen y pongan el corazón en ello.

Hace 20 años ya era un estilo de dirección arcaico, pero aún hoy, me encuentro modernos directivos, en empresas muy modernas de vivos colores, que llaman “muñequita” a la colaboradora joven y que, con una cerveza de más, se permiten gritar y humillar a un trabajador en público. Directivos, de ambos sexos, que siguen creyendo que la intimidación motiva y estimula el mejor rendimiento. Jefes, jóvenes y no tan jóvenes, que siguen buscando excusas cuando algo va mal, eludiendo su responsabilidad e ignorando la aportación de sus colaboradores.

Muchos directivos que quieren ser modernos tienen el síndrome de Steve Jobs, el icónico creador de Apple, que ejerció según Isaac Waterson, su biógrafo autorizado, una dirección impertinente, prepotente, frecuentemente infantil, un estilo de dirección propio de una persona emocionalmente inestable y obsesivo.

Lo triste, es que lo único que estos admiradores de Jobs tienen en común con él es precisamente eso, la inmadurez y la inestabilidad emocional. Steve Jobs era un jefe insufrible, pero al menos era un genio. La mayoría de sus admiradores son solo insufribles como jefes. En cualquier empresa, también en las nuevas, la labor fundamental de quien dirige es asegurarse de que la cultura de dirección y de trabajo es la que la empresa necesita, para conquistar el presente y el futuro. Lo que realmente define a una empresa del siglo XXI es la actualización de la cultura de dirección y el estilo de gestión. En palabras de Peter Drucker, la cultura de la empresa se come a la estrategia para desayunar.

Gonzalo Martínez de Miguel es director de INFOVA

Archivado En

_
_