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Theresa May cede a la presión y plantea la posibilidad de aplazar el Brexit

El Parlamento británico decidirá antes del 14 de marzo si extiende la fecha de salida de la UE, prevista para dentro de un mes

Theresa May se dirige hacia la Cámara de los Comunes desde el número 10 de Downing Street.
Theresa May se dirige hacia la Cámara de los Comunes desde el número 10 de Downing Street. AFP

La primera ministra británica, Theresa May, ha dado finalmente su brazo a torcer tras un sinfín de derrotas parlamentarias y ha retirado la amenaza de un Brexit sin acuerdo, su principal baza de presión en las negociaciones y con la que contaba sacar adelante su pacto con la UE. La premier anunció este martes ante la Cámara de los Comunes que el Parlamento podrá votar una prórroga a la fecha de salida si su texto no logra el respaldo necesario el próximo 12 de marzo.

A tan solo un mes y tres días para que se consuma el Brexit y sin un acuerdo cerrado todavía, May sucumbió a la presión de sus propias filas y alzó la bandera blanca. Los rebeldes tories amenazaban con más dimisiones y una rebelión interna para arrebatarle el control en el Parlamento si no se retiraba de la mesa la posibilidad de una salida abrupta sin acuerdo el próximo 29 de marzo. La noticia de una posible extensión del Brexit fue de gran alivio para los mercados y reforzó la subida de la libra esterlina, que ganó más de un 1,47%, hasta los 1,325 dólares, situando a la divisa en máximos de mayo de 2017.

La primera ministra se comprometió a que, si su acuerdo fracasa en el Parlamento en la votación prevista como tarde para el 12 de marzo –tras un primer e histórico rechazo el pasado 15 de enero–, al día siguiente, los diputados tendrán en su mano evitar un Brexit sin acuerdo. “Solo saldremos el 29 de marzo si hay un consentimiento explícito para ello por parte de la Cámara”, aseguró.

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Si, como cabe esperar, los parlamentarios rechazan esa posibilidad, un día después, el día 14, el Gobierno conservador someterá a votación una enmienda para extender “por un corto periodo de tiempo” el plazo de salida, previsiblemente hasta junio, antes de que se constituya nuevamente el Parlamento Europeo tras las elecciones del 26 de mayo.

La líder conservadora insistió, pese a todo, en que no es partidaria de extender el artículo 50 del Tratado de la UE –que marca la cuenta atrás para el divorcio– y que su “absoluta prioridad” sigue siendo “trabajar duro” para sellar el acuerdo y abandonar la UE el 29 de marzo. Remarcó “los buenos avances” conseguidos en las últimas reuniones con el negociador de la UE, Michel Barnier, y se mostró decidida a seguir con las conversaciones, en las que, de hecho, participó ayer el fiscal general británico, Geoffrey Cox, en busca de garantías adicionales sobre la salvaguarda norirlandesa.

May advirtió, además, de que “una extensión no borra de la mesa la posibilidad de un Brexit duro” si, finalizado el plazo de dos meses suplementario, tampoco se llega a un acuerdo. “La única forma de hacerlo es revocando el artículo 50, algo que no haré, o aprobando el acuerdo”, añadió, tras insistir en que su Gobierno cumplirá con el mandato ciudadano del referéndum de 2016. Lo contrario, dijo, pondría en juego la credibilidad de la democracia británica.

Desde Bruselas, la Comisión Europea se mostró lista a evaluar la posible prórroga, siempre y cuando Londres exponga claramente los objetivos buscados con ese tiempo extra. La CE también añadió que posponer el divorcio “un par de meses”, sería “relativamente sencillo”, unas declaraciones que se suman a las del lunes del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien valoró la prórroga como la opción “más sensata”. La extensión del artículo 50 debe ser planteada por Reino Unido, pero necesita la unanimidad de los Veintisiete para salir adelante, razón por que la UE lo condiciona a una propuesta clara que consiga unir a tanto a conservadores como a laboristas.

El cambio de estrategia al que se ha visto forzada May llegaba apenas un día después de que el Partido Laborista llevase a cabo otro giro político, también sometido a una intensa presión por sus propias filas. El líder de la oposición, Jeremy Corbyn, tuvo el lunes que dar un paso al frente y anunció finalmente que su partido respaldará un segundo referéndum, si hoy fracasa la moción laborista que defiende el mantenimiento de Reino Unido dentro de la Unión Aduanera, entre otras medidas. La decisión, sin embargo, no genera un consenso unánime entre los laboristas, y fue objeto de criticas por parte de la primera ministra, que acusó a Corbyn de querer polarizar todavía más la sociedad británica.

Perspectivas ante un Brexit duro

 

Aumento de aranceles, retrasos en las mercancías y alimentos más caros. Según un informe publicado este martes por el Gobierno británico, el impacto de un Brexit sin acuerdo sería muy significativo en todos los sectores. En concreto, detalló que la carga administrativa por la imposición de una frontera dura supondría un coste de 13.000 millones de libras para las empresas. Alertó de que el tráfico de mercancías se reduciría durante meses en el Canal de la Mancha (Dover y Eurotunel). Los alimentos (procedentes en un 30% de la UE), especialmente de frutas y verduras frescas, se encarecerían y su variedad disminuiría. El sector del automóvil (exportador en un 81%) se enfrentaría a aranceles del 10% para coches terminados. Irlanda del Norte sería una de las más perjudicadas, pero también sufrirían especialmente otras tres de las nueve regiones del país: el Noreste de Inglaterra, Escocia y Gales.

Preparación del Banco de Inglaterra. El organismo anunció ayer que respaldará la economía en caso de un Brexit duro aumentando la liquidez y siendo más tolerante si se rebasa el objetivo de inflación del 2%.

 

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