Cómo se protegen los museos de los incendios, robos o inundaciones
Con prevención adecuada, el Museo de Río no se habría quemado La seguridad de las obras de arte es tan importante como la de las personas
Los huesos de Luzia, el fósil humano más antiguo encontrado en América Latina, resistieron intactos más de 12.000 años hasta ser hallados por varios científicos brasileños en la década de 1970. No han podido aguantar, sin embargo, las llamas del incendio que devoró hace tres días el Museo Nacional de Río de Janeiro, el más antiguo de Brasil, que este 2018 cumplió 200 años con las puertas abiertas. A espera de la información oficial, se estima que el 90% de los 20 millones de piezas que albergaba la institución, entre colecciones de geología, paleontología, botánica, zoología o arqueología, se han perdido.
El Gobierno brasileño ha anunciado la inmediata liberación de 10 millones de reales, algo más de dos millones de euros, para reconstruir un edificio que, además del fuego, según parece, ha sido víctima del abandono más absoluto por parte de la Administración. En declaraciones recogidas por agencias, varios trabajadores del museo advertían de que solo era cuestión de tiempo que sucediese lo que ocurrió el domingo por la tarde. Y es que, como cuentan los expertos, el edificio no estaba preparado para hacer frente a este tipo de desgracias: “El museo tenía insuficientes protecciones de seguridad, era totalmente vulnerable a cualquier posible riesgo”, explica Marc Morera, director de la correduría de seguros Morera Casablancas, especializada en instrumentos musicales, arte y museos y patrimonio cultural. Dada la situación de la institución brasileña, si fuese por esta correduría, no se habría firmado ningún tipo de póliza previa: “Cuando trabajamos, miramos todos los riesgos potenciales para evaluar la situación. La temperatura del lugar, el diseño del edificio, cómo está gestionada la seguridad, qué peligros añadidos puede tener... Si todo esto no está claro no se firma la póliza”, añade.
Lo que más preocupa a los museos, prosigue Alejandro García, director de ingeniería de edificación en ARUP, son “los incendios, las inundaciones y el resto de problemas derivados de la seguridad, como el terrorismo, el vandalismo y el robo”. El directivo de esta consultora, especializada en ingeniería, diseño, planificación y gestión de proyectos, que en España ha trabajado con museos como el Thyssen, pone el foco en que no hay ningún caso que sea exactamente igual a otro. “Cuando llevamos a cabo un proyecto de seguridad contra incendios tenemos que tener en cuenta los sistemas de seguridad que hay diseñados contra el robo, el vandalismo o los atentados, por ejemplo”, señala.
Y es que, como añade Marc Morera, el tema de la seguridad privada del museo es uno de los más importantes: “Las aseguradoras siempre quieren garantizar que el museo cuenta con vigilancia las 24 horas del día, porque si ocurre algo, sea un robo, un fallo informático o un incendio, el personal puede aminorar el daño. Una de las claves es que haya vigilancia permanente”, detalla.
Como en el caso del museo de Río, continúa George Faller, director asociado en ARUP España, “cuando haces un proyecto de seguridad contra incendios hay que tener en cuenta que los contenidos que hay dentro del edificio son igual de importantes que las personas. Por eso hay que ir más allá de la normativa general”, explica. Faller se refiere al hecho de que en la inmensa mayoría de edificios, la prevención contra el fuego pone el foco en la seguridad de las personas que pueden estar dentro del inmueble. En el caso de un museo “esto va más allá, porque también hay que asegurar la protección de las obras de arte”. Para ello, por ejemplo, es vital contar con sistemas de sectorización de las salas, que evitan que un posible fuego se propague. También es importante instalar rociadores de agua en zonas concretas, que funcionen de manera controlada únicamente donde hay calor, para minimizar daños donde las llamas no han llegado. “Hay que hacer un trabajo de evaluación muy exhaustivo, porque dependiendo de las obras de cada espacio, se necesita un elemento de protección u otro. No sirve el mismo rociador para un lugar en el que hay óleos y pinturas que para otro donde solo hay esculturas”, ejemplifica Alejandro García.
Junto a estos detalles, también es crucial revisar las estructuras del edificio, más aún si se trata de un inmueble antiguo, así como los cableados, la instalación eléctrica, la ventilación o los sistemas de desagüe que aminoren los daños en el caso de que haya una inundación. “También hay que tener en cuenta la operativa que tienen programada las fuerzas de seguridad si tienen que intervenir. Hay que asegurar, por ejemplo, la posible evacuación total de las personas que se encuentran dentro durante un incendio sin poner en riesgo la integridad de las obras, que pueden ser robadas en situaciones límite”, asegura García. “La radiactividad, la contaminación, los riesgos biológicos o los ataques cibernéticos son otros de los asuntos a tener en cuenta”, recalca Marc Morera.
Dado el calado del siniestro, además de la partida de 10 millones de reales asignada a la rehabilitación del museo calcinado, el Gobierno de Brasil anunció ayer por la tarde que destinará 25 millones de reales (más de cinco millones de euros), a proyectos enfocados a mejorar la seguridad del resto de instituciones artísticas del país.
De esto ya se hablaba allá por el siglo XIX
Mariano de Cavia y el Prado. Tras el incendio en el Museo Nacional de Río, muchos han recordado aquel capítulo que el periodista Mariano de Cavia escribió, allá por 1891, en El Liberal. Entonces, De Cavia publicó una crónica inventada por él mismo en la que narraba cómo un incendio había calcinado el museo madrileño. Allí se personaron las autoridades y equipos de emergencia, con la intención de poner a salvo las pocas obras supervivientes. Pero no había rastro del fuego. Al día siguiente, De Cavia explicó que su falso simulacro se escribió, precisamente, para alertar de la poca seguridad con la que entonces contaba el museo.