Dublín, donde ruge el Tigre Celta
Reinvención obrera y donaire georgiano en la capital de Irlanda De Temple Bar a Stoneybatter, entre música y literatura
Hablemos de lo auténtico y lo moderno, de un lugar que se reinventa una y otra vez; hablemos de frescura y de naturalidad, de un pub, una Guinness, una melodía folk o de un sabroso estofado en un restaurante tradicional.
Hablemos de literatura y de música; de James Joyce u Oscar Wilde, del Ulises o el Libro de Kells, de los Dubliners o de U2. Hablemos de miles de historias contadas e infinitas aún por contar.
Hablemos de la elegancia de una plaza georgiana, del encanto de una fábrica decadente y de una ciudad que nació, vivió y morirá siendo celta. Hablemos de Dublín.
La elegancia burguesa
El río Liffey divide Dublín (527.000 habitantes) en dos zonas: una elegante, señorial y burguesa y otra rebelde, moderna y proletaria. Los que acudan a la capital de la República de Irlanda deben tener tres cosas claras: que la ciudad se mueve al ritmo de la música en la calle, que James Joyce escribió el Ulises y que la única forma de explorar la city y los dubs (dublineses) es pateando sus calles.
Su corazón late desde la peatonal Grafton Street, con la estatua de la desgraciada Molly Malone y repleta de comercios, turistas y buskers (músicos).
Justo al lado encontrará el Trinity College, un refugio tranquilo para sentirse como un estudiante paseando por la universidad más antigua de Irlanda (1592), donde se formaron ilustres como Oscar Wilde o Samuel Beckett. En su Long Room (entrada, 10 euros) aún se conserva el Libro de Kells, uno de los manuscritos más antiguos del mundo (siglo IX).
El estilo georgiano irradia por buena parte de la zona. Amplias avenidas con edificios palladianos de ladrillo y coloridos portales dan paso a monumentales plazas como Merrion Square o St Stephen’s Green, el parque preferido por los dubs para holgazanear al sol. Cuando lo hay.
La fábrica de Guinness fue alquilada en 1759 por Arthur Guinness por una renta de 45 libras y una concesión de 9.000 años
Rumbo oeste, recorra el laberinto de calles del Barrio Creativo en busca del mejor lugar para cortarse el pelo a la última, hacerse un tatuaje, comprar un vinilo o un traje de novia si visita el Powerscourt Centre.
La catedral de San Patricio (siglo XIII) se yergue poderosa en el antiguo lugar donde el santo bautizaba a los jefes celtas (entrada, 6 euros) y al norte, mirando al Liffey, el área vikinga (siglo IX) nos guía hacia el Temple Bar, el barrio más movido de Dublín. Pubs, música folk y luces tenues decoran sus calles empedradas. ¿Una pinta? Marchando una en The Norseman.
Metamorfosis proletaria
Cruzamos el río Liffey para sumergirnos en el Dublín obrero, efervescente y multicultural. O’Connell Street es la arteria principal, jalonada por estatuas de héroes de la historia irlandesa y por The Spire, un estilete de 119 metros de altura.
La plaza de Smithfield, antiguo mercado de ganado, es la puerta de entrada a Stoneybatter, hoy la zona más cool de Dublín. En este espacio peatonal moderno, fácilmente localizable por The Observation Tower, se encuentra el museo de la destilería del whisky Old Jameson (14 euros) y The Cobblestone, pub y santuario de la cultura celta.
En Stoneybatter, las antiguas fábricas y almacenes se han reinventado en originales cafés como Love Supreme, aclamados pubs como L. Mulling Grocer o restaurantes internacionales como My Meat Wagon.
En The Batter también se topará con cines independientes, estudios de grabación y hasta una editorial de libros: The Lilliput Press.
Guía de viaje
Dónde leer: en Swenys. La antigua farmacia citada en el Ulises de James Joyce es hoy un original centro cultural.
Dónde bailar: en The Cobblestone. El sonido del violín y la gaita le conducirán al pub más emblemático de Dublín.
Dónde beber: en Guinness Storehouse. La fábrica de la célebre cerveza es un símbolo y parada obligatoria.
Phoenix Park: explore el mayor parque urbano de Europa (700 hectáreas). Repleto de ciervos.