El proteccionismo de Trump genera inflación, recorta el crecimiento y contamina la Bolsa
Los inversores se tentarán la ropa antes de tomar decisiones, y las que adopten serán puramente tácticas
Donald Trump no ha comprendido que la Tierra es plana y que nadie puede poner puertas al campo en la era de la globalización y la digitalización; no quiere darse por enterado de que el periodo de mayor crecimiento global y extensión de la riqueza a las mayores cotas de población en el mundo se ha registrado en los últimos 30 años; no tiene capacidad para entender que en el nacionalismo que pone por delante de toda consideración anidan y germinan todos los males del último siglo. Como los gobernantes mediocres, busca siempre responsables externos de los supuestos males internos, y sobre ello fundamentó su victoria electoral ayer y también su gestión de la economía hoy.
Tras un planteamiento tributario tendente a facilitar la repatriación de ganancias y activos productivos de las empresas norteamericanas hacia el territoio nativo, ha emprendido una abierta guerra arancelaria para tratar de reequilibrar las balanzas comerciales con las primeras potencias del mundo, como es el caso de China y Europa. Lo que comenzó siendo un arancel a la importación de acero y aluminio, se ha extendido a programas cuantitativos con aranceles sobre ingentes cantidades de importaciones de productos, tanto en el caso chino como el europeo. Todo parece contener más ruido que nueces, pero en el entretanto los efectos dañinos sobre la actividad económica ya han aflorado, simplemente porque han pervertido las expectativas de las empresas, los inversores y los consumidores.
Los arenceles dañan la actividad porque suponen una subida no justificada de los precios de los productos que reduce los volúmenes de intercambio, genera inflación y pérdidas inevitables de empleo. Con ello puede activarse una espiral de tipos más altos, de pérdida de demanda y de volatilidad en los mercados ante la expectativa de debilidad en las cuentas de las empresas afectadas y en sus cotizaciones. Los inversores están ahora en un impasse para saber si la guerra se generalizará, si se diluirá o si se trata de un simple juego político del presidente Trump para obtener réditos electorales en las próximas elecciones.
Todo apunta a que el oleaje de los populismos en el mundo había iniciado una larga temporada de localismo y proteccionismo, con el brexit, con la victoria de Trump, con el revisionismo europeísta en Alemania, Italia, etc. Pero todo es reversible (algo se mueve en Reino Unido y Francia) si el liderazgo en las grandes zonas económicas del mundo impone sus criterios de libertad comercial e intercambio de conocimientos, finanzas y tecnología. Entre tanto, los inversores se tentarán la ropa antes de tomar decisiones, y las que adopten serán puramente tácticas, y dejarán para cuando se clarifiquen los asuntos, las estratégicas.