Corea del Norte: de infierno a paraíso para invertir
Las promesas de ayuda económica de EE UU explican la luna de miel con Kim Jong-un
El 12 de junio, Trump y Kim Jong-un tuvieron una reunión en Singapur. Antes del encuentro, durante año y medio, Corea del Norte había hecho pruebas con misiles capaces de atacar Estados Unidos. Trump, que había respondido con sus tuits que “Kim es un enano”; “Hombre cohete”; “También yo tengo arsenal nuclear, pero más grande y funciona…”, los guerreros de la Guerra Fría vieron acercarse otra Crisis de los Misiles, como la de Cuba. Halcones conservadores como John Bolton (exembajador en la ONU con George Bush y comentarista de Fox) animaban a Trump a tomar toda medida que fuera necesaria contra Corea del Norte.
Sin embargo, unos selfis de Kim en la noche descocada de Singapur, con guapas jóvenes norteamericanas y los piropos de Trump alabándole como “un gran líder que dirige una gran nación” lo cambió todo: Trump y Kim acordaron que, con pocas condiciones y concreción, Corea del Norte se desnuclearizaba.
El mundo respiró aliviado y el ciclo se reanudó: Trump aprieta las tuercas a Irán con más sanciones; la guerra comercial se intensifica: de Trump con el G7, China y la Unión Europea: 250.000 millones en aranceles a las importaciones chinas; más tarifas de importación a los coches europeos; los mercados de valores, que han vivido una década de “exuberancia irracional” (en palabras de Robert Schiller, premio nobel de Economía) sufren; el petróleo se encuentra en una encrucijada: Arabia Saudí quiere aumentar la producción, no así Irán, Rusia y Venezuela. El precio sube y baja. FMI y Banco Mundial alertan de que las guerras comerciales pueden alimentar un negativo cambio de ciclo económico: pocos están atentos, porque comienza el Mundial de fútbol.
John Bolton es nombrado por Trump consejero de Seguridad Nacional. Y de su boca salen las palabras mágicas que explican por qué en hora y media Trump consigue que Kim, el líder que mata a su pueblo de hambre y se gasta el presupuesto nacional en defensa, desnuclearice su país: “Estados Unidos prestaría ayuda económica e inversión inmediatas a Corea del Norte si se desnucleariza”, afirmó Bolton. El principal asesor económico del líder de Corea del Norte, Kim Yong Cho, coge la pipa de la paz de Bolton y le responde: “Nos vendría muy bien que Estados Unidos nos ayudara en el desarrollo del turismo y del mercado inmobiliario, a cambio de la desnuclearización”. Inmobiliario y turismo son especialidad de Trump, que había salido de la reunión con Kim afirmando: “Las playas de Corea del Norte son increíbles. ¿Os las imagináis llenas de apartamentos?”.
Corea del Norte es uno de los países más pobres del mundo. Sin embargo, grandes inversores norteamericanos ven un mundo de oportunidades para hacer dinero allí. “Es un paraíso”, dicen esos inversores, todos ellos con sede en Singapur y Corea del Sur. ¿Qué país puede ser paraíso si su población se muere de hambre?
Por ejemplo, aquel que tenga materias primas sin explotar por valor de siete billones de dólares: zinc, magnesio, oro, cobre, bronce, acero…; cientos de minas repartidas por todo el país. También aquel que tenga –según la OPEP– las sextas reservas de crudo del mundo, petróleo, aún sin tocar. Y, por supuesto, el turismo y la construcción y desarrollo inmobiliario, por no hablar de la necesidad de desarrollar infraestructuras (carreteras, trenes, aviones, aeropuertos, etc.). Un mundo de luz y de color que hace décadas llevan estudiando y analizando Estados Unidos, China, Corea del Sur y Japón.
Las tecnologías de la información (satélites, por ejemplo) han permitido a los norteamericanos identificar dónde están cada una de las minas y el mineral que contienen, así como los yacimientos de petróleo. Según el secretario del Tesoro norteamericano, Estados Unidos podría invertir ya un billón de dólares. Xi Jinping ha ido más lejos, como si se tratara de la carrera del oro de California a finales del siglo XIX: “Podemos invertir en fábricas en Corea del Norte, ahora mismo, un billón y medio de dólares”. China, como Corea del Sur, quiere invertir en fábricas porque la mano de obra norcoreana es aún más barata que la china. Y sabe que los norcoreanos están deseando esa inversión: por un lado, se mueren de hambre y, por otro, saben que en Occidente hay una vida mucho mejor, pero mucho más cara. Kim Jong-un fue educado en Suiza; el pueblo norcoreano tiene familias en el Sur y, junto a lo que pueden saber mediante los medios de comunicación, comprenden que o se occidentalizan o se mueren todos de hambre.
No hablamos de democracia. Corea del Norte es, económicamente, hoy, parecida a China cuando murió Mao. Su sucesor, Deng Xiaoping, apostó por el capitalismo de Estado y férreo control ideológico comunista. Para esto, hace falta tener un gran Ejército y buenas tecnologías de la información: los chinos emplearon décadas espiando y copiando a Occidente. Corea del Norte tiene una de las mejores redes de telecomunicaciones celulares del mundo y un ejército de hackers que amenazan la ciberseguridad de Occidente. China se abrió a la inversión extranjera imponiendo sus reglas: desarrollo de la industria tecnológica convirtiendo el país en la gran –y barata– fábrica del mundo. Y Silicon Valley (ya hackeado por chinos y norcoreanos) se llevó la producción a China.
También tienen el ejemplo de Vietnam: en 1974, Vietnam del Sur era uno de los países más ricos del mundo, gracias a la presencia occidental durante décadas. El norte era paupérrimo y deseaba imponer, tras la guerra, su visión comunista en el sur. A los pocos años, la nueva Vietnam reunificada estaba en quiebra. Hasta que, en 1982, Deng Xiaoping animó a los vietnamitas a seguir su ejemplo. Hoy, Vietnam es un destino turístico de categoría, capitalista en lo económico, comunista en lo ideológico.
Corea del Norte tiene fácil seguir los ejemplos chino y vietnamita: en 2017 la inversión extranjera en el país fue de 96 millones de dólares. Hoy, EE UU y China ponen sobre la mesa 1 y 1,5 billones, respectivamente. ¿Alguien da más?
Jorge Díaz Cardiel es Socio director de Advice Strategic Consultants. Autor de ‘Hillary vs. Trump’ y ‘Trump, año uno’