Las empresas y los consumidores pagarán los platos rotos de la guerra comercial
La escalada de aranceles intensificada desde la semana pasada no permite ser optimista sobre el conflicto
La creciente guerra proteccionista que se ha desatado entre EE UU y sus socios comerciales ha pasado de las amenazas a las acciones y de estas a los resultados. La automovilística alemana Daimler ha sido la primera multinacional en reconocer los platos rotos del conflicto, al anunciar que se verá obligada a revisar a la baja sus beneficios para 2018. Daimler atribuye la rebaja en buena parte a la subida de aranceles decretada por Washington sobre la importación del acero y el aluminio, dos materiales básicos para la industria automovilística cuyo encarecimiento ha afectado a la compañía alemana, que posee fábricas en territorio estadounidense. Las malas noticias de Daimler se reflejaron ayer en el mercado y lastraron también a otras empresas del sector, con un efecto contagio que incluyó a Renault, Fiat, Volkswagen, BMW y Peugeot.
El anuncio de Daimler da una medida concreta de las graves consecuencias que tiene la guerra de aranceles y de la dificultad de delimitar sus efectos en un mercado global en el que los flujos comerciales son constantes. Las decisión de Donald Trump de iniciar esta ola de proteccionismo –en la que está envuelta no solo China, sino también Europa– no afectará solo a las compañías extranjeras, sino también a las estadounidenses. Así ocurre con el encarecimiento del acero y el aluminio de importación, que reducirá la demanda y afectará no solo a fabricantes como Daimler, sino a toda la industria en EE UU.
La escalada de aranceles intensificada la semana pasada entre Washington y Pekín no permite ser optimista respecto a la evolución del conflicto a corto plazo. Más aún cuando Europa se ha visto obligada a sumarse a él, en una acción defensiva que pretende frenar las medidas impositivas que ha ido adoptando el Gobierno de Donald Trump. La respuesta de Bruselas está siendo proporcionada y en línea con las normas de la OMC, pero no deja de ser un débil escudo en una batalla en la que todas las partes van a perder. Aunque parezca tarde para el diálogo, este no puede abandonarse y debe centrarse en recordar que el proteccionismo genera daños indiscriminados y que la factura más abultada recae –siempre– sobre los consumidores.