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La responsabilidad del capital

Los inversores deben contribuir a una nueva agenda más amigable con el medio ambiente y la sociedad Las empresas han de adaptar sus prácticas si quieren seguir siendo sostenibles

Los días en que podíamos separar claramente la inversión y la responsabilidad social han desaparecido. El mundo ha cambiado fundamentalmente en la última década y nosotros, como inversores, tenemos que adaptarnos y contribuir a una nueva agenda global más amigable con el medio ambiente y la sociedad. Digo tener que porque un cambio de política global de esta escala, y con este grado de impulso, arroja riesgos y oportunidades que tendrán profundas implicaciones en las carteras de inversión a largo plazo.

Pero a medida que este cambio ha echado raíces, los inversores ya no necesitan elegir entre hacer las cosas bien y hacer el bien. Cada vez es más fácil cumplir ambos objetivos al mismo tiempo. Y esto nunca ha sido más importante. A medida que aumentan las presiones sobre las finanzas públicas, crece la necesidad y el deseo de encontrar formas de permitir que el sector privado participe en la lucha contra algunos de los desafíos más acuciantes del mundo. Después de todo, el capital es una herramienta increíblemente poderosa para el cambio. Determina qué modelos socioeconómicos prevalecerán a largo plazo. Crea empleos, impulsa el crecimiento económico e inspira innovación.

En la última década, hemos visto un marcado cambio en el sentimiento público. Ya sea como resultado de la crisis financiera o de una mayor responsabilidad nacida de la era de la información, los Gobiernos de todo el mundo están siendo impulsados hacia una agenda más ambiental y socialmente progresista.

El año 2015 marcó un punto de inflexión importante en este viaje. Ese año, 193 países acordaron adoptar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU destinados a erradicar la pobreza, luchar contra la desigualdad y enfrentar el cambio climático. También se produjo la introducción del Acuerdo de París, que estableció un amplio conjunto de objetivos globales para abordar el cambio climático durante las próximas décadas.

El año 2015 también sirvió como un punto de transición en cómo los mercados de capitales reflejan esta tendencia política. Nuestros análisis muestran que en los últimos dos años parece haberse formado una relación entre los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobierno corporativo, por sus siglas en inglés), con la valoración de las acciones. Es un plazo corto para llamarlo tendencia, y claramente nuestro próximo objetivo debe ser comprender mejor la naturaleza del vínculo entre los criterios de ESG, su aplicabilidad para mitigar el riesgo en una cartera y su papel como posibles impulsores del retorno.

Esto tiene profundas implicaciones para el sector corporativo. Las empresas deben adaptar sus prácticas de negocio si quieren seguir siendo sostenibles en el nuevo paradigma.

Es una buena noticia para los inversores porque significa, en primer lugar, que cada vez es más posible hacer el bien sin comprometer el potencial de rentabilidad y, en segundo lugar, que los criterios ESG pueden ser una herramienta útil para mitigar el riesgo de la cartera a largo plazo. A su vez, esto permitiría a los inversores cumplir más fácilmente con sus responsabilidades financieras y sociales.

Es importante destacar que este nuevo paradigma también es una buena noticia para la sociedad. Si para las empresas con mejores prácticas ambientales, sociales y de gobierno corporativo es más fácil atraer capital, habrá un impacto indirecto positivo en el contexto socioeconómico más amplio.

Sin embargo, a medida que los presupuestos públicos se ven sometidos a una presión cada vez mayor, existe otro puente que los inversores deben cruzar.

Según el Fondo Mundial, creado en el año 2002 como una asociación entre gobiernos, sociedad civil, sector privado y personas afectadas por el VIH, tuberculosis y malaria, las epidemias más mortales que enfrenta la humanidad en la actualidad, se ha identificado un déficit de financiación de 20.000 millones de dólares entre 2017 y 2019 para las estrategias aprobadas de lucha contra estas tres epidemias en países donde el Fondo Mundial invierte.

El sector público solo no puede llenar ese vacío. Los inversores privados también pueden desempeñar un papel. Está claro que lo que se necesita es innovación: nuevas formas de ayudar a más personas a canalizar el dinero hacia los imperativos sociales, pero que también les permitan alcanzar sus objetivos financieros.

Patrick Odier es senior managing partner de Lombard Odier

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