ACS, el tesón y el oportunismo del líder
La constructora rompe fronteras hasta ser el mayor inversor en infraestructuras
La impronta de liderazgo que Florentino Pérez busca para cada uno de los proyectos que emprende ha puesto a ACS a competir por las posiciones más altas en el universo de las infraestructuras. Es la que más contrata en los mercados internacionales; encabeza año tras año el listado de los inversores en concesiones, y se ha convertido en primer jugador en regiones que la mayoría de las constructoras solo se atreven a ambicionar, como Asia-Pacífico y Norteamérica.
Esta historia de éxito, que hoy cristaliza con unas ventas de 35.000 millones, beneficios por 800 millones, la estructura de deuda saneada y una plantilla de 179.000 empleados, comenzó en 1983 con la compra de Construcciones Padrós. El germen del gigante empleaba a 70 personas y facturaba 10,7 millones de euros.
Procedente de la política y gestión pública, Pérez se marcó un crecimiento orgánico que iría complementando con adquisiciones. Entraron en el perímetro decenas de empresas, con referencias como Ocisa, Auxini, Ginés y Navarro, Cobra, Vías y Dragados, que sirvieron para disparar a ACS en España durante el boom de los fondos europeos. Pero ha sido el salto exterior, con la toma de la alemana Hochtief y la australiana Cimic en 2007, el que dio alas a un grupo que no se entiende sin su presidente, influyente entre los influyentes del Ibex. Tampoco sin su guardia de veteranos ejecutivos, capaces de sorprender cada día. Su última jugada, la opa por Abertis usando el brazo constructor alemán.
Más control
Tras el intento fallido de tomar Iberdrola, ACS se ha centrado en implantar su control de riesgos en las filiales y en recortar deuda. La neta ha bajado de 9.300 millones en 2011 a 153 millones en 2017