La economía sostenible requiere colaboración
El sector financiero puede y debe ser un ejemplo del pensamiento en el impacto a largo plazo
Las empresas actuales se enfrentan a los retos que planteó el mundo ya en el siglo XX, dominado por modelos de negocio tradicionales enfocados al corto plazo y que excluyen, por ejemplo, el impacto negativo de sus actividades en el clima. Al mismo tiempo, en un mundo del siglo XXI aún emergente, las personas miran cada vez más hacia empresas que adoptan un enfoque integrado, donde el “precio real” de un producto o servicio refleje el coste social y ambiental de producirlo o distribuirlo.
Operar entre estos dos mundos resulta especialmente relevante en un sector como el bancario, donde prima el viejo paradigma de riesgo y rentabilidad, siguiendo un modelo matemático que se encuentra cada vez más fuera de la economía real y del mundo al que da servicio.
Un ejemplo de esa desconexión entre la banca tradicional y la economía real es la respuesta de los bancos centrales a la crisis financiera de 2008, que ha consistido en inyectar más dinero al sistema financiero mediante los mecanismos de flexibilización cuantitativa. Esta oferta de dinero ha reducido los tipos de interés en un esfuerzo por promover un aumento del crédito. Pero lo cierto es que no se está pudiendo conectar todo el dinero disponible con los emprendedores, y ese es un nuevo reto.
Los tipos de interés negativos nos obligan a considerar que el valor del dinero no es absoluto y depende de que lo que las personas quieran hacer con él. Lo que de verdad importa es si la rentabilidad conseguida con el dinero crea un valor más allá del resultado financiero inmediato. Esta creación de valor, propia de la nueva economía, ya no responde a las antiguas normas del siglo XX y no siempre (por ahora) puede monetizarse conforme a ese modelo en transición.
Existen bancos que por su naturaleza operan entre esos dos mundos y buscan equilibrar ambos, añadiendo la perspectiva del impacto al viejo enfoque de riesgo y rentabilidad. Los bancos que forman la Alianza Global por una Banca con Valores (GABV), entre ellos Triodos Bank, son entidades que deben cumplir con la normativa bancaria y alcanzar objetivos de rentabilidad, pero que dirigen su actividad financiera a generar un impacto positivo para las personas y el planeta. Durante la última reunión en Nepal, los máximos responsables de estos 46 bancos, que suman activos por encima de 127.000 millones de dólares y atienden a 41 millones de clientes en todo el mundo, acordaron dar los pasos para adoptar un sistema que priorice el efecto a largo plazo en el medio ambiente y la sociedad de las decisiones financieras.
Pero impulsar una verdadera economía sostenible requiere mucho más que el compromiso y la acción particular de un reducido grupo de adelantados. Necesitamos establecer alianzas y trabajar de forma colaborativa. Por ejemplo, a través de marcos internacionales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas o el Acuerdo de París, que aportan una perspectiva global y apelan al trabajo conjunto de poderes públicos, empresas y ciudadanos.
En la industria de la banca en concreto, es importante contribuir de manera directa a marcar y adoptar conjuntamente las prioridades en materia de sostenibilidad. En este sentido, destaca la iniciativa conjunta de entidades bancarias y fondos de pensiones de Países Bajos que apela a su Gobierno a trabajar con el sector financiero para lograr los objetivos establecidos en París. Desde las instituciones se está impulsando fuertemente este tema, con iniciativas por parte del grupo de expertos en políticas financieras sostenibles de la Comisión Europea, del Grupo de Estudio sobre Finanzas Verdes o del Grupo de Trabajo para la Divulgación de Información Financiera relacionada con el Clima, ambos del G20.
El último informe del Grupo de Expertos de Alto Nivel de la UE (HLEG) sobre Finanzas Sostenibles avanza también en esta dirección. La recomendación de luchar contra el cortoplacismo que ha predominado en los mercados financieros marca una nueva senda, pero siguen siendo necesarias medidas adicionales en el sector financiero para cumplir con los objetivos de París. Por ejemplo, mayores exigencias de capital y desincentivos fiscales para los activos contaminantes. Algunas de ellas se recogen en un reciente informe presentado en Bruselas, elaborado por la GABV, Finance Watch y Mission 2020, con propuestas para acelerar la inversión y la financiación de impacto.
Iniciativas como estas indican que el sector financiero puede y debe ser un ejemplo de colaboración para impulsar la agenda de la sostenibilidad. La economía sostenible está dejando de ser un nicho para convertirse en la nueva economía que marque el fin del cortoplacismo financiero.
Mikel García-Prieto es director general de Triodos Bank España