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Tribuna
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¿Cuál será el precio del 'brexit' para la empresa?

Los obstáculos y sobrecostes que supondrá la decisión dependerán del modelo de salida elegido

Pixabay

El Reino Unido saldrá de la Unión Europea en marzo de 2019, pero la repercusión que ello tendrá para las empresas sigue siendo una gran incógnita. Hasta ahora, las negociaciones se han centrado en los términos del «divorcio»: la UE ha anunciado que no negociará las relaciones futuras hasta que no se haya progresado lo suficiente en lo referente a los términos de la salida, pero la historia nos sugiere que ciertos aspectos de la negociación estarán encima de la mesa hasta el último momento.

Este proceso político entraña dos incertidumbres trascendentales para las empresas: Por una parte, la situación final de las relaciones entre el Reino Unido y la UE-27: ¿brexit blando o brexit duro?. Por otra parte, la incertidumbre sobre el periodo de transición: ¿culminará en marzo de 2019 o habrá un periodo de transición?. En cualquier caso, no queda claro qué condiciones financieras se aplicarían durante ese periodo de transición.

Las consecuencias para las empresas dependerán de la naturaleza del acuerdo de salida al que llegue el Reino Unido con la UE-27, del sector en el que operen y de su volumen de operaciones entre el Reino Unido y la UE-27.

La UE es el mayor socio comercial del Reino Unido, con alrededor del 60% de las importaciones y exportaciones totales. Numerosos sectores se han forjado al calor del mercado único, y sus cadenas de suministro, sus redes de clientes y el talento que captan se benefician del régimen de libre circulación de la UE. Las empresas del Reino Unido pueden entablar relaciones comerciales en toda la UE desde su sede del Reino Unido, con base operativa en el Reino Unido, accediendo a más de 440 millones de personas del mercado único europeo.

En un contexto de brexit duro, las empresas podrían tener que hacer frente a costes adicionales a la hora de hacer negocios en términos de aranceles, controles aduaneros y restricciones al suministro de bienes y servicios a los consumidores de la Unión Europea .

En esencia, la libre circulación de mercancías elimina las fronteras para las empresas que comercializan bienes entre la UE y el Reino Unido. Cualquier tipo de barrera adicional supondría un coste para las firmas que operan en estos mercados. En ausencia de un acuerdo de libre comercio bilateral, el país británico podría regresar al principio de «nación más favorecida» de la OMC, lo que supondría la aplicación de aranceles a una amplia gama de bienes y servicios. Un brexit duro podría implicar la imposición de aranceles de hasta un 12% a las exportaciones que salgan del Reino Unido con dirección a los países de la UE-27, así como retrasos en las fronteras, ya que las mercancías estarían sujetas a controles aduaneros.

El Reino Unido se beneficia también de más de 750 acuerdos comerciales de la UE con otros mercados internacionales, el acuerdo de libre comercio firmado recientemente entre Canadá y la UE es ejemplo de ello. Tras la salida de la UE, el Reino Unido podría dejar de beneficiarse de estos tratados y volvería a los aranceles de la OMC.

Todo ello podría suponer un incremento de los costes y de los obstáculos en las actuales cadenas de suministro y llevar a las empresas a reestructurar su manera de hacer negocios para evitar esos costes. ¿Y qué repercusiones tiene todo esto para la tesorería de una empresa? En caso de brexit duro, la forma en la que las empresas reciben servicios bancarios también podría cambiar. El sector bancario está regulado en toda la UE. Los bancos con sede en la UE tienen licencia para vender una serie de servicios y productos financieros en la UE gracias a un régimen reglamentario unificado y a los derechos de pasaporte asociados que están respaldados por varios reglamentos y directivas de la UE. Ante un brexit duro, las instituciones financieras con sede en el Reino Unido perderían sus derechos de pasaporte en Europa y, por lo tanto, no podrían prestar servicio a los clientes de la UE desde allí. Lo mismo sucedería en el caso contrario.

Los responsables de tesorería tendrían que afrontar las enormes repercusiones que un brexit duro supondría para las actividades principales: aumento de los costes, incremento de obstáculos o ineficiencias y un probable aumento de las obligaciones fiscales. Si bien la centralización regional de la tesorería sería posible tras el brexit, podría suponer un coste más elevado y revestir mayor complejidad debido al incremento de los costes de operación, a las posibles consecuencias fiscales y a los potenciales cambios en la legislación aplicable. Además, la actual volatilidad de las divisas seguirá repercutiendo en las estructuras de centralización a escala regional y cuestionando la viabilidad económica de las mismas para los responsables de tesorería.

David Escribese es Director de Cash Management de Barclays España

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