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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La gestión de la economía y la responsabilidad de los políticos

El desfile en el Congreso de los responsables de la política económica, financiera y supervisora durante la crisis ha sido un ejercicio de inhibiciones

La exministra de Economía socialista Elena Salgado, ayer en el Congreso, en su comparecencia ante la comisión sobre la crisis financiera.
La exministra de Economía socialista Elena Salgado, ayer en el Congreso, en su comparecencia ante la comisión sobre la crisis financiera.EFE
CINCO DÍAS

Los éxitos tienen padres, padrinos y allegados a mansalva, y los fracasos son siempre responsabilidad de otros, hijos bastardos de los demás. El desfile en el Congreso de los Diputados de los responsables de la política económica, financiera y supervisora durante los años en los que estalló la crisis económica y bancaria en España es un ejercicio de inhibiciones tal, que parece que la crisis surgió sola, con la sorpresa de una madrugada y contra la que no quedaba otra réplica que encomendarse a la providencia. Con diferentes grados de autocrítica y con algunos ejercicios de soberbia y suficiencia no avalados por los hechos, los tres ministros de Economía que han pasado por la Sala de Columnas de la Carrera de San Jerónimo (uno de ellos también como expresidente de Bankia) han admitido que las cosas se podían haber hecho de otra forma, como resumen simple de que se hicieron mal, aunque sus gestiones personales siempre estaban marcadas por pecados veniales.

Rodrigo Rato sacudió estopa a diestro y siniestro para tratar de salvar su gestión en Bankia y la solvencia de una entidad cuya necesidad de capitalización ulterior por sí sola podía haberse llevado el país por delante. Elena Salgado fue la agitadora oficial de la salida a Bolsa de la entidad más enferma del país, como ministra de Economía que era, aunque ahora diga que nunca levantó el teléfono para ello. Se limitó a obedecer lo que mandaban en Bruselas sobre el gasto público, porque su presidente, a quien tan bien servía, tardó años en admitir lo que pasaba y aplicaba en España enfervorizado las recetas que el FMI despachaba. Y Pedro Solbes dice ahora en público lo que entonces le decía a Zapatero en privado: que había crisis y que no se podía gastar tanto.

El resultado fue un ejercicio de irresponsabilidad política que precipitó a la economía en la sombra de la recesión por un sexenio completo, con millones de víctimas que perdieron el empleo y un recorte de la riqueza que tardará años en repararse. Hubo otros muchos responsables, pero el grado exigible es directamente proporcional al nivel de responsabilidad que se tenía en la escala de mando, así como del grado de conocimiento sobre las consecuencias de no hacer nada o de hacer lo contrario de lo correcto. Los políticos deben saber que en la responsabilidad que ocupan los han puesto los españoles, y que para ellos deben trabajar, para lograr lo mejor cuando todo va bien, y lo menos malo cuanto todo va mal. Aquella crisis ya no tiene remedio. Pero seguro que sí lo tiene la siguiente, sea global o parcial, y sería fantástico que no hubiera que llamar a nadie a la Sala de Columnas. Se están gestando otra vez turbulencias muy serias, aunque no del tamaño de aquella, y tendrán víctimas. Acometer reformas ya y con consenso aliviará el daño. Responsabilidad, señores.

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