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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cataluña necesita hechos para recomponer la confianza en la economía

La presencia de la política económica en los programas electorales es insuficiente

Vista de la manifestación convocada por la ANC y Omnium en Barcelona para exigir la libertad de Jordi Sánchez, Jordi Cuixart y los miembros del Govern cesados, el pasado 14 de noviembre.
Vista de la manifestación convocada por la ANC y Omnium en Barcelona para exigir la libertad de Jordi Sánchez, Jordi Cuixart y los miembros del Govern cesados, el pasado 14 de noviembre.EFE
CINCO DÍAS

Los partidos políticos catalanes han cargado las baterías electorales con promesas políticas, económicas y sociales como si las del 21 de diciembre fuesen unas elecciones al uso, cuando no lo son. Todos los anzuelos, de la naturaleza que sean, son válidos para atraer el sufragio de los catalanes, pero siempre que su aplicación se ajuste a la ley, superando los hechos que han arrastrado a la comunidad autónoma durante la legislatura ahora finiquitada a la pérdida del autogobierno. Los planteamientos políticos deben contribuir a regresar a la normalidad institucional y debe darse por superada toda ensoñación con el triple salto mortal hacia una independencia que, por mucho seguimiento ciudadano que registre, precisa de cambios constitucionales que la mayoría del país rechaza.

Por tanto, se agradecen ofertas electorales ligadas a la realidad y posibles, por injustificables que sean muchas de ellas presupuestariamente. Las grandes formaciones que cuentan con mayores opciones de éxito en los comicios han vuelto a centrar su oferta económica en las rebajas de impuestos personales, precisamente en una comunidad que impone a sus contribuyentes los mayores esfuerzos del país en el IRPF. Tiene aparente buena venta la reducción de la presión fiscal para las rentas más bajas, tal como proponen tanto ERC como PSC o Ciudadanos, aunque al menos las dos primeras son corresponsables de haber llevado con el manejo del tramo autonómico del IRPF la presión fiscal a las mayores cotas de España.

Lógicamente, dado que votan las personas, los estímulos electorales deben estar en los asuntos que afectan a los individuos. Pero salvo puntuales referencias de alguna formación, no aparecen medidas concretas para devolver la confianza a la economía catalana, a los inversores industriales que siempre han visto allí un destino con certezas y a las empresas que en cantidad ya de 3.000 han decidido salir de Cataluña por considerar que no hay un escenario tranquilo para los negocios. Y este asunto debe concentrar la gestión de quien aspire a gobernar, porque a día de hoy siguen abandonado Cataluña empresas. Y lo hacen porque no ven ni en la campaña electoral, ni en los escenarios que esbozan las encuestas, ni en los pronunciamientos de los líderes políticos más significativos conjurado el fantasma del independentismo ni la tensión frentista de los meses pasados. Los electores deben considerar que su empleo depende de las empresas, y que todo esfuerzo gubernamental debe centrarse en recuperar el buen clima social, y que el futuro se resuelva con el único instrumento que nunca debió secuestrarse: el diálogo y el respeto a las mayorías, sean explícitas o silenciosas.

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