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El coche volador empieza a echar raíces con Geely y Uber

Grandes compañías firman acuerdos para desarrollar este futurista sector Hay mucha exageración, pero eso no es motivo para oponerse al sueño

El coche volador TF-X de Terrafugia.
El coche volador TF-X de Terrafugia.

Los coches voladores están haciendo unas acrobacias impresionantes. El fabricante chino Geely y Uber acaban de unirse a la creciente lista de impulsores del futurista modo de transporte. El rumor provocado por las operaciones corporativas no debe distraer a los inversores de los desafíos reales a los que se enfrentan estas compañías en el presente.

La conducción aérea se ha convertido en un chiste recurrente, un símbolo de las cosas buenas que nunca llegan a pasar. Sin embargo, últimamente hay movimientos más concretos. Ciertos avances, especialmente los sistemas de estabilización de los drones y el desarrollo de materiales con mayor rendimiento, son reales. Proliferan los prototipos de vehículos que pueden ir por carretera, y despegar y aterrizar verticalmente como los helicópteros. La matriz de Geely Automobile Holdings, propietaria de Volvo, acaba de comprar Terrafugia, una startup que promete un coche volador para 2019. Uber ha firmado un acuerdo con la NASA para producir software para taxis de baja altitud que podrían probarse en Los Ángeles en 2020.

Todo eso añade sex appeal a las empresas que buscan venderse como “proveedores de soluciones de movilidad”. Geely quiere promocionar una marca de automóviles llamada Lynk & Co que incluye botones de movilidad compartida integrados en un salpicadero digital. El gigante tecnológico chino Tencent compite en inteligencia artificial para coches sin conductor. Todo el modelo de negocio de Uber es incierto, mientras lucha por ser líder en logística.

Todos estos aspirantes a ser empresas futuristas tienen muchos problemas más apremiantes. Y como han aprendido los fabricantes de drones –y las compañías de movilidad compartida–, los Gobiernos serán los árbitros finales de los planes de negocio que involucren el espacio público.

En China, por ejemplo, los controles militares del espacio aéreo hacen que Geely no pueda desplegar vehículos voladores en su mercado interno. La idea de que haya bandadas de microaviones esquivando rascacielos inquietará a las autoridades en todas partes. Está claro que hay mucha exageración, pero eso no es motivo para oponerse al sueño.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías.

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