La terapia de 400.000 euros de Novartis pone en apuros a la financiación sanitaria
Los fármacos más caros se usan en enfermedades raras En España es casi imposible conocer los precios de los medicamentos en hospitales
Los avances científicos de los laboratorios están llegando a una enorme sofisticación, para suerte de los pacientes. Pero los sistemas sanitarios se enfrentan a otro problema: el elevadísimo precio que las compañías comienzan a pedir, que ponen en jaque el tradicional sistema de financiación de las innovaciones por parte del sistema público. El último caso es el de una terapia génica de Novartis, aprobada solo de momento en EE UU, y que tiene un precio de 475.000 dólares (400.000 euros).
Se trata de la primera terapia génica aprobada en Estados Unidos, llamada comercialmente como Kymriah y dirigida a un tipo de leucemia pediátrica para un número limitado de pacientes. Este es el denominador común de gran parte de estos medicamentos, que tienen un elevado precio porque van destinados a una pequeña población. Pero también se suman cuestiones como la cada vez más costosa innovación y el uso de avances, como la genómica, que hasta ahora se consideraban ciencia-ficción.
“Consideramos adecuado el precio y estudiamos muchos factores, incluido el valor médico y clínico”, aseguró Bruno Strigini, director ejecutivo de oncología de Novartis, el día que se aprobó esta terapia en EEUU, hace un mes.
"Novartis tiene un firme compromiso por asegurar que los pacientes candidatos tengan acceso a esta revolucionaria terapia y trabajará para que el precio del tratamiento responda al valor de esta nueva terapia basado en los resultados clínicos alcanzados buscando el equilibrio entre acceso a la innovación y sostenibilidad del sistema sanitario", responde el laboratorio en una nota.
En España, hasta ahora los medicamentos más caros son los de uso hospitalario. En concreto, los conocidos como medicamentos biológicos, realizados con organismos modificados y que incluyen, por ejemplo, anticuerpos son los más caros. Se utilizan fundamentalmente en áreas como el cáncer y las enfermedades autoinmunes. A ellos se suman los utilizados para enfermedades raras y ultrararas, es decir, patologías muy poco frecuentes en los que los laboratorios encarecen el precio para hacerlos rentables.
El sistema de fijación de precios es en España, teóricamente, transparente. Pero en realidad es casi imposible conocer los precios de fármacos de uso hospitalario. “La política de fijación de precios es muy opaca. No sabemos qué esta ocurriendo realmente y eso no permite que se haga una planificación respecto a los fármacos innovadores que vienen”, señala el senador socialista José Martínez Olmos, quien fue alto cargo de Sanidad en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Este parlamentario asegura que no ha recibido respuesta del Gobierno sobre este tema a sus preguntas en el Senado.
Fuentes oficiales sanitarias, que piden no ser identificadas, señalan que actualmente en España los medicamentos más caros se destinan a enfermedades raras. Se trata de alfaglucosidasa (del laboratorio Sanofi) para la enfermedad de Pompe e idursulfasa (de Shire) para el síndrome de Hunter, que al año pueden alcanzar los 400.000 euros por paciente, sin incluir los descuentos en comunidades autónomas y hospitales. Le sigue eculizumab (de Alexion), por 300.000 euros también al año, frente a la hemoglobinuria paroxística nocturna y el síndrome urémico hemolítico. Tras ellos aparece ivacaftor (de Vertex) para la fibrosis quística, que ronda los 200.000 euros.
“El medicamento de Novartis es muy complejo y promete la curación en one shot [una inyección]. A nivel global se comienza a hablar de la sostenibilidad, pero también hay que tener en cuenta el coste de oportunidad de estos medicamentos, los ahorros que generan tras la curación”, explica Jordi Martí, director general de la firma estadounidense Celgene.
De igual forma opina un portavoz de la patronal Farmaindustria: “Más allá del gasto inmediato que pueda suponer financiar un medicamento, en el medio y largo plazo significa una inversión que genera un retorno mucho mayor” para el paciente, en gasto sanitario y absentismo laboral. La patronal señala que la I+D debe tener “un adecuado retorno de la inversión a la compañía”. De hecho, recuerda que los últimos estudios de la Universidad de Tufts apuntan a que el desarrollo de un fármaco exitoso (se quedan por el camino siete de cada diez) cuesta alrededor de 2.500 millones.
Además, desde Farmaindustria se señala que hay que ser justos respecto a “los temores a propósito de la sostenibilidad del sistema sanitario”, ya que por ejemplo se han ido introduciendo medicamentos innovadores oncológicos muy costosos, “con resultados muy positivos” y el gasto ha crecido de forma sostenida.
Hepatitis C, 1.090 millones adicionales
Uno de los primeros debates en España sobre el precio y la sostenibilidad se produjo en 2014 con Sovaldi, una terapia contra la hepatitis C por la que Gilead llegó a pedir 75.000 euros. Sanidad y la compañía americana llegaron a un acuerdo por el importe, pero se declaró secreto debido a los intereses comerciales del laboratorio a la hora de negociar en otros países europeos. Los médicos informaron que finalmente el importe medio rondó los 13.000 euros. Hacienda aseguró que 1.090 millones adicionales fueron a tratar esa patología en 2015. La farmacéutica pasó a convertirse en líder en ingresos en España, pero cumplió con lo que prometía: una alta curación de los hasta entonces enfermos crónicos, que dejan de ser una carga para el sistema.
“Hay medicamentos que cuestan hasta 300.000 euros. La barrera habitual de los más caros en oncología son 80.000 o 100.000 euros”, explica el senador Martínez Olmos. “En general, muchos precios no están justificados. Las empresas deben ser transparentes en detallar cuánto han invertido en investigación en cada medicamento. Europa debe plantarse ante los intereses de la industria. Si la Unión Europea se planta, entonces el sistema puede ser sostenible introduciendo estas innovaciones”, añade. Este profesor y médico cree que los avances en genómica y en los conocidos como tratamientos personalizados supone un reto a la sanidad pública, por eso pide ante todo transparencia en la fijación de los precios.
Desde Farmaindustria se recuerda, por su parte, que la industria firmó en 2015 un convenio con Hacienda y Sanidad en el que se compromete a que el gasto farmacéutico no crezca en ningún caso por encima del alza del PIB.
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