Qué temer de la escalada de tensión sobre Corea del Norte
La vía que podría resultar más efectiva es la de las sanciones económicas
El régimen más hermético del mundo, la dictadura norcoreana que lidera Kim Jong-un, ha alarmado al mundo con una serie de amenazantes ensayos nucleares. No es la primera vez que este país, que mantiene un cerrado régimen estalinista encabezado por una excéntrica dinastía, saca músculo armamentístico para perpetuar su modelo y responder a las periódicas maniobras militares conjuntas entre EE UU y Corea del Sur. Pero se observa una escalada cuantitativa (por la potencia de las pruebas atómicas, incluida una bomba de hidrógeno ) y cualitativa (por el tono del discurso apocalíptico no solo de Pyongyang, sino de Washington).
Un nuevo factor en esta crisis es la imprevisibilidad del presidente estadounidense, Donald Trump, tan dado a las declaraciones altisonantes en Twitter. Su anuncio de una respuesta en forma de “furia y fuego” ya asumió el lenguaje provocador del enemigo. Ayer Washington insistió en que contempla una “respuesta militar masiva”, aunque matizó que su objetivo no es el “aniquilamiento”. Palabras muy duras en todo caso. No es realista pensar que EE UUpueda iniciar hostilidades sin poner en gravísimo peligro a sus aliados surcoreanos y japoneses. Y China ya sugirió, a través de su prensa oficial, que sería neutral en un hipotético conflicto si Pyongyang ataca primero, pero que no aceptaría una agresión unilateral de EE UU tan cerca de su frontera.
La vía que podría resultar más efectiva, y en la que Trump insiste ahora, es la de las sanciones económicas, hasta el extremo de que está sobre la mesa un bloqueo comercial en toda regla. Es evidente que la sola diplomacia no ha sido útil en las dos últimas décadas, en las que se cerraban acuerdos que Pyongyang se apresuraba a incumplir una y otra vez. La clave en la rebaja de la tensión en la zona está en la actitud de Pekín, cada día más incómodo con su revoltoso vecino, y por primera vez decidido a participar en las sanciones. Seguramente las bravatas de Washington tenían como principal destinatario al gigante asiático para que se implique más. Rusia también podría hacerlo.
Lo que los inversores descuentan hoy no es la posibilidad de una guerra nuclear –en ese caso habría pánico generalizado– sino una incertidumbre geopolítica que, es sabido, penalizaría a los valores. En el parqué cotizan además otros condicionantes estrictamente económicos, como la fortaleza del euro y las dudas sobre el ritmo de la retirada de los estímulos por los bancos centrales.
Pese a que la retórica entre Kim y Trump debería alarmar a cualquiera, el escenario central de este conflicto sigue estando en el juego de la diplomacia, pero ahora esta se sostendrá en la firmeza a la hora de castigar (para disuadir)al país que pone en peligro la estabilidad global. De ahí la calma en el mercado.