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El Foco
Tribuna
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Luto y racionalidad ante la barbarie

Cualquier reacción visceral contra los musulmanes o crítica a la policía sería injusta

Imagen de La Rambla (Barcelona) dos días después del atentado del jueves.
Imagen de La Rambla (Barcelona) dos días después del atentado del jueves.EFE

El bárbaro atentado cometido en Barcelona, que segó la vida de más de una decena de personas e hirió a más de 100, merece la condena más rotunda posible, así como la solidaridad con las víctimas y sus familias. En los próximos días se debe priorizar la asistencia médica y psicológica a los heridos y sus familiares. Teniendo en cuenta la procedencia extranjera de muchas de las víctimas, las autoridades y servicios sanitarios deben asegurar que los turistas heridos o que hayan perdido familiares puedan volver a sus domicilios de la forma menos traumática posible. La humanidad y hospitalidad de los catalanes cumplirá con creces dicha necesidad.

Por otra parte, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado deben recibir el máximo apoyo para que puedan proseguir con su investigación, no solamente de los cinco individuos que llevaron a cabo el atroz atentado, sino también de sus cómplices. La operación tenía objetivos incluso más ambiciosos y sus responsables materiales contaron con el apoyo logístico de otras personas. Durante ciertos días, por consiguiente, lo esencial es atender a las víctimas y sus familiares y facilitar la labor de las fuerzas de seguridad.

Después de haber observado el luto que dicha tragedia exige, sí se plantearán preguntas y quizás críticas. Pero incluso antes de llegar a dicha fase, tengamos en cuenta las siguientes consideraciones. A pesar de los atentados islamistas cometidos en suelo español (Atocha y ahora Barcelona y Cambrils) y del incremento exponencial de extranjeros que residen en nuestro país, podemos estar orgullosos de que no exista ningún partido político xenófobo ni que abogue por la expulsión o limitación radical de la inmigración.

Cabe resaltar asimismo que en España las fuerzas de seguridad han desbaratado múltiples intentos de atentados. La presencia de yihadistas islámicos en la península se remonta a principios de los noventa, cuando algunos miembros de los grupos que combatían al Gobierno argelino durante la sangrienta guerra civil del país magrebí se instalaron en España. La participación de tropas españolas en la guerra Irak fue uno de los motivos del peor atentado terrorista de la historia española, cometido en la estación de Atocha, y que costó la vida a 191 personas e hirió a más de 2000. Aunque el Gobierno no hubiera mandado tropas a Irak, Al-Qaeda e ISIS han manifestado repetidamente que España está en la mira de dichos grupos porque, a sus ojos, somos infieles que ocupamos el territorio de al-Andalus, como Osama bin Laden y Ayman al-Zawahiri mencionaron en varias ocasiones.

Una mayoría aplastante de los musulmanes que reside en nuestro país es trabajadora, paga sus impuestos y cumple la ley. El trágico atentado de Barcelona no debe provocar reacciones hostiles hacia dicho colectivo. La policía española ha impedido muchos atentados, y en bastantes casos la cooperación de las autoridades marroquíes, argelinas o de otros países árabes o musulmanes ha sido esencial.

Desde 2014, ISIS ha perdido la mayor parte del territorio de Irak y Siria que controlaba, y desde el cual pretendía ampliar su califato. Mosul fue liberada esta primavera y la última ciudad de cierto tamaño que aún ocupa ISIS –Raqqa– también está asediada. Ante esta derrota, ISIS ha querido demostrar a sus seguidores con los atentados suicidas de Niza, París y Berlín que aún no está fuera de combate. Paradójicamente, los atentados con vehículos en Europa son un síntoma de la desesperación de ISIS. A pesar de ello, los yihadistas no habían conseguido desde Atocha perpetrar atentados con víctimas en España. Desde 2004, la policía española ha detenido a decenas de yihadistas que planeaban la ejecución de atentados (contra la Audiencia Nacional, el Santiago Bernabeu, etc.) o reclutaban a jóvenes para luchar en Irak o Siria. Las operación que detuvo a cuarenta marroquíes que pretendían volar la Audiencia Nacional en 2004, y las operaciones Nova, Saeta, Tigris, Sello, Green o Duna (por nombrar algunas) consiguieron la detención de decenas de terroristas y desbarataron todas sus tramas.

La gran profesionalidad de la policía española –y la cooperación de nuestros aliados y la policía marroquí en muchos casos– evitó desde 2004 hasta el pasado jueves que los grupos yihadistas se cobraran una sola vida en España. Por consiguiente, cualquier reacción visceral contra la comunidad musulmana o críticas a la policía serían contraproducentes e injustas. La policía necesita contar con la confianza de la comunidad musulmana, que en algunos casos identifica a los propios yihadistas.

Hemos tenido que acostumbrarnos a controles de seguridad minuciosos en los aeropuertos. Volar es un privilegio, no un derecho. El éxito en evitar atentados en la aviación civil provoca que los terroristas busquen objetivos más blandos. En Barcelona, el casco antiguo, las Ramblas y posiblemente la plaza Cataluña deben convertirse en zona peatonal. Tenemos que aceptar que pasear por zonas turísticas de grandes ciudades europeas también es un privilegio.

Alexandre Muns es profesor, OBS Business School.

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