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Inversión extranjera

África, un continente con potencial y muchos riesgos

La región acusa la caída de las materias primas, la inestabilidad política y la volatilidad de sus divisas, aunque ofrece crecientes oportunidades para los más atrevidos. Nigeria, Sudáfrica, Egipto y Marruecos son las principales economías

GETTY IMAGES

El continente africano es un lugar arriesgado para invertir. Su potencial económico, basado en la riqueza y abundancia de materias primas, se mezcla con riesgos que solo los inversores más especulativos son capaces de asumir, aunque poco a poco África se esté abriendo a una inversión más estable y alentadora para sus países. Aun así, los factores adversos persisten y se centran en el riesgo político, en la volatilidad de las materias primas y los tipos de cambio de las divisas de la región y en el crecimiento de la deuda por la fragilidad de las políticas fiscales, según advierte la compañía de seguros de crédito Solunion en un informe.

Solunion prevé un crecimiento económico para el continente africano del 2,6% para 2017, datos que no logran subvertir una realidad marcada por la malnutrición, el analfabetismo, el VIH y la violencia. Las grandes reservas de materias primas, la mano de obra barata, los bajos tipos de cambio y la posibilidad de abrir nuevos mercados, constituyen sin embargo algunos de los reclamos para las empresas. Nigeria, Sudáfrica, Egipto y Marruecos son las cuatro economías más significativas del continente y clave para los inversores.

Nigeria

Nigeria es la mayor economía del continente y ha superado a Sudáfrica en términos de población y PIB. Su crecimiento se sostiene gracias a la producción de hidrocarburos. Nigeria es el mayor productor petrolero de África, el octavo de la OPEP y el décimo del mundo. La caída del precio del petróleo ha dañado su economía y provocado la depreciación de su moneda y aunque el país no se ha sumado al recorte de producción acordado el pasado año por la OPEP, afronta ahora la presión del cártel para hacerlo, en un intento de apuntalar el avance del precio del crudo. El terrorismo yihadista, el tráfico de drogas y de personas, y la corrupción institucional constituyen graves riesgos que han amenazado y siguen amenazando la producción de petróleo, clave para el desarrollo del país.

La agricultura es la principal actividad productiva a la que se dedica la población. Durante décadas ha sido un sector abandonado, aunque en los últimos años ha experimentado un leve desarrollo. El cacao, el té, el café y las especias suponen el 2% de las exportaciones. Nigeria cuenta con una débil legislación laboral. En 2013, el salario mínimo rondaba los 87,9 euros, en país aun así dominado por la economía sumergida.

Sudáfrica

El PIB de Sudáfrica sigue un patrón occidental: fuerte dependencia de los servicios y muy poco peso de la agricultura y la industria. La minería es una excepción, que representa el 13% del PIB, aunque ha perdido relevancia. El sector agrícola ha resultado muy dañado por una fuerte sequía.

Las reservas de minerales son uno de los principales atractivos para la inversión. Sudáfrica posee reservas de oro, platino, manganeso, vanadio, cromo, carbón y diamantes. Por otro lado, se encuentra en un enclave estratégico. Además, posee una legislación alineada con Occidente.

El país encadenó una recesión técnica de dos trimestres: el cuarto de 2016 y el primero de 2017. La crisis se vio acentuada por la falta de reservas de hidrocarburos, al tiempo que el alza de los precios requirió la intervención del banco central sobre el tipo de cambio. La deuda pública sigue aumentando hasta el 53% del PIB en 2017.

Egipto

Desde que en 2015 el FMI interviniera en la economía egipcia, el gobierno está realizando fuertes medidas liberalizadoras como la reducción de subsidios, la imposición del IVA y el paso de tipo de cambio fijo a variable. Estas medidas se llevan a cabo en un marco de transición política y económica que sacude al país desde el estallido de la primavera árabe y el derrocamiento de Hosni Mubarak en 2011.

La estructura económica plantea un modelo diversificado. El sector servicios –turismo, Canal de Suez y sector público– supone, aproximadamente, la mitad del PIB. El turismo es una fuente de ingresos histórica y su actividad se está viendo muy dañada por la convulsión política y por la amenaza terrorista.

Egipto carece de autosuficiencia alimentaria, y cultiva únicamente un 5% de la superficie. Sin embargo, la agricultura supone un 30% de la mano de obra y la mayor parte de las exportaciones no petroleras. Por último, la industria constituye un 18% del PIB y se sostiene en tres pilares: petroquímica, agroalimentaria y textil.En 2016, el PIB creció un 4,3% respecto al ejercicio anterior.

Marruecos

El turismo y la agricultura son los dos sectores que históricamente han apuntalado la economía marroquí. La industria adquiere un peso significativo; sin embargo, su desarrollo se ve condicionado por diversos factores como la carencia de recursos energéticos naturales.

La principal actividad de la población es la agricultura, que ocupa a un 40% de la mano de obra y supone un 13,8% del PIB. Este sector es la mayor fuente de volatilidad de la economía, debido a su exposición a factores climatológicos. Una de las claves que explica, en parte, la resistencia de la agricultura es la producción de fertilizantes. Marruecos es el mayor productor y exportador de fosfato del mundo, ya que cuenta con el 30% de las reservas mundiales. Este mineral, que acaba comercializándose como fertilizante equivale al 8% de las exportaciones.

El turismo es otra de las fuentes tradicionales de ingresos. El sector servicios supone un 57,2% del PIB. Marruecos ha presumido de estabilidad política durante los últimos años, siendo uno de los países menos afectado por la primavera árabe. Además, el rey Mohammed VI sigue teniendo un fuerte apoyo popular.

El sector industrial supone un 29% del PIB. Los tres subsectores tradicionales son el químico, el agroalimentario y el textil y del cuero. Actualmente, se abren paso el automovilístico, con la planta de producción de Renault en Tánger, y el aeronáutico. La progresiva flexibilización del tipo de cambio y una regulación laboral flexible constituyen dos reclamos.

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