Puentes energéticos transatlánticos
Si EE UU aporta más gas natural a la UE, se fortacelerá la alianza entre ambas
Desde 1957, la integración europea ha conseguido que en muchos ámbitos – comercio, agricultura, pesca, competencia – los Estados miembros hayan cedido su soberanía a las instituciones de la UE. Pero en materia de energía, el avance hacia una política común continúa enfrentándose a obstáculos. Los Estados consideran que el aprovisionamiento energético afecta a su seguridad nacional y son reacios a ceder control.
La heterogeneidad de las dotaciones de recursos energéticos de los Estados dificulta el progreso y las preferencias en la elección de suministradores y de modelo energético. Francia, Finlandia, Reino Unido, Eslovaquia y otros Estados de Europa oriental apuestan por la energía nuclear, mientras que Italia, Austria y Alemania la han rechazado. Los Estados de Europa oriental, y en menor medida Alemania, tienen una fuerte dependencia del gas natural ruso.
La Comisión Europea lleva a cabo una valiosa y difícil labor para forjar una política común. Pero incluso sus esfuerzos adolecen de una contradicción: por una parte, pretende reducir la dependencia energética exterior de la UE (53% y creciendo) y por otra que seamos líderes en la transformación a un modelo posindustrial.
La UE se fijó en 2008 tres objetivos para el horizonte cronológico de 2020: recortar las emisiones de gases de efecto invernadero un 20% respecto a los niveles de 1990, generar un 20% de su energía a partir de fuentes renovables y aumentar la eficiencia energética un 20%. La UE ha conseguido una reducción de emisiones del 22%, un incremento de la aportación de las energías renovables del 14,1% y una mejora de la eficiencia energética del 19%. Pero la disminución de las emisiones de dióxido de carbono – que suponen el 80% del total de los gases de efecto invernadero – se ha estancado desde 2015, e incluso ha crecido ligeramente. Aunque cumplamos los objetivos, cualquier analista independiente reconocerá que las energías renovables necesitan más tiempo y progreso tecnológico antes de poder convertirse en nuestra fuente principal de energía. Del total de la energía primaria producida por la UE, el 25% procede de fuentes renovables, el 29% de centrales nucleares, un 9% es petróleo sin refinar y un 15% gas natural. Pero algunas fuentes de energía renovable tienen sus detractores, y un 80% la genera la biomasa y centrales hidroeléctricas.
El brexit y las menguantes reservas de hidrocarburos del Mar del Norte acrecentarán nuestra dependencia externa. Rusia ya suministra el 30% del gas natural consumido en Europa. A pesar de la oposición de la CE a los intentos del Kremlin y Gazprom de construir más gasoductos que no crucen Ucrania, el apoyo de la canciller Angela Merkel a la construcción de Nord Stream 2 es decepcionante. El excanciller Gerhard Schröder, presidente de Nord Stream AG, ya asestó un duro golpe a Europa acordando con Putin la construcción de Nord Stream 1 en 2005. El gasoducto submarino suministra gas natural ruso directamente a Alemania, dejando al margen a Polonia y las repúblicas bálticas. Ante el rechazo de Polonia, todos los socios europeos (ENGIE, OMV, Shell, Uniper y Wintershall) de Gazprom del proyecto de Nord Stream 2 se han retirado.
España tiene una ley que impide que la dependencia energética de un único suministrador supere el 50%. Europa necesita un modelo parecido.
La importación de más gas natural procedente del norte de África y distribuido a Europa por Midcat aportaría un volumen equivalente a la mitad del que exporta Rusia por Ucrania. EE UU, en los últimos años, se ha convertido en el primer productor mundial de petróleo y gas natural gracias a la explotación de sus amplias reservas de gas de esquisto. La superioridad de EE UU al combinarse la producción de petróleo y gas natural es aplastante: 30 millones de barriles diarios frente a los 22 de Rusia. En pocos años, América del Norte podría alcanzar la independencia energética total.
Donald Trump quiere aumentar las exportaciones de gas natural a Europa. España cuenta con 7 de las 23 terminales europeas de descarga y regasificación del GNL, y en 2014 fue la puerta de entrada del 36,5% del GNL destinado a Europa. En lugar de discutir sobre acero, exportar gas natural de EE UU a Europa, fortalecería la alianza transatlántica.
Alexandre Muns es profesor, OBS Business School.