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Tribuna
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Por qué hay que cambiar el impuesto de Sociedades

Los costes internacionales de las multinacionales están socializados, pero sus beneficios, privatizados

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.
El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.EFE

La globalización ha beneficiado modestamente a las clases medias de las economías emergentes y perjudicado a la población de las economías desarrolladas afectada por la deslocalización industrial y la competencia de productos más baratos. Sin embargo, las principales beneficiarias de la globalización han sido las multinacionales, sobre ellas el ministro Cristóbal Montoro dijo hace unos meses que tributan al 7%, menos que cualquiera de nosotros. La CEOE y algunos asesores fiscales salieron a corregir al ministro con dos argumentos. El primero decía que ese tipo efectivo estaba mal calculado, pues dividía el impuesto pagado por el resultado contable en lugar de la base imponible, en cuyo caso el tipo subía al 19,2% en 2014. El segundo señalaba que el cálculo no consideraba los impuestos pagados en el extranjero por las empresas multinacionales, mientras que sí incluía los beneficios obtenidos fuera en el resultado contable.

Respecto al primer argumento, hay que aclarar que la base imponible del impuesto está sujeta a importantes ajustes que, en principio, tienen la finalidad de adaptar el resultado contable a la capacidad económica del contribuyente. Sin embargo, a estos ajustes técnicos se han ido sumando cada vez más medidas de política fiscal (libertad de amortización, reinversión de beneficios extraordinarios, aportaciones a entidades sin fines de lucro, inversiones en Canarias, etc.) que recortan la base imponible. Como resultado de los ajustes y beneficios fiscales, los grupos empresariales consiguen reducir su base imponible un 57% con respecto a su resultado contable, frente al 22% de rebaja en las empresas individuales. La disminución es mayor entre los grupos empresariales porque se benefician más de las ventajas fiscales, destacando la posibilidad de compensar beneficios con pérdidas dentro del grupo, lo que rebaja de manera muy importante su base imponible. Por estos motivos, es más aconsejable emplear el resultado contable positivo como denominador del cálculo del tipo efectivo, que en 2014 fue del 13,8% para las empresas individuales y del 7% para los grupos empresariales.

El segundo argumento lo que dice es que las multinacionales ya pagan impuestos fuera de España, y que si estos se suman a la cuota líquida que abonan aquí. el tipo efectivo aumenta. Y, en efecto, así ocurre, pero solo hasta el 8,7%, si se calcula correctamente restando del resultado contable los beneficios conseguidos en el extranjero. No obstante, lo que pone de manifiesto este segundo argumento es una cuestión más de fondo y es que con el diseño actual del impuesto de sociedades, las ganancias de la globalización solo benefician a los accionistas y los ejecutivos de las multinacionales, pero no al resto de la sociedad española, pues los beneficios repatriados no tributan en España si soportan un tipo nominal mínimo de tan solo el 10% en el país donde se originan, o si existe un convenio de intercambio de información con ese país, en cuyo caso ni siquiera es necesario el requisito de tributación mínima. Por otro lado, las multinacionales financian preferentemente en España las inversiones que realizan en las economías emergentes porque la deducción de los costes financieros es mayor en el impuesto de sociedades español. El resultado es que los costes de las inversiones internacionales de las multinacionales españolas están socializados, mientras que los beneficios procedentes del exterior están privatizados y no revierten a la sociedad.

En conclusión, hay que arreglar que la recaudación del impuesto de sociedades esté aún un 54% por debajo de su nivel de 2007, a pesar de que el resultado contable ya se ha recuperado. Los motivos de esta divergencia son una rebaja fiscal inadecuada, unas ganancias de la globalización que benefician a unos pocos, una coordinación tributaria internacional insuficiente y un diseño del impuesto que socializa en exceso las pérdidas permitiendo, por ejemplo, que las empresas puedan deducirse los resultados negativos de los 18 ejercicios anteriores, o que los grandes grupos puedan compensar beneficios con pérdidas entre empresas. Un impuesto de sociedades bien diseñado es clave para hacer compatibles los beneficios de la globalización con el mantenimiento de los niveles de igualdad y cohesión en las economías desarrolladas, evitando que nadie se quede descolgado de la prosperidad.

Carlos Martín Urriza es director del Gabinete Económico de CC OO.

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