Mucho ojo con la Bolsa
La recuperación económica anima a asumir más riesgo, pero las valoraciones no cuadran
El mes pasado apuntábamos que la recuperación cíclica de la economía global comenzaba a ser evidente desde el otoño del año pasado y señalábamos que los últimos datos solo reforzaban dicha tesis. Ello aconsejaría un posicionamiento de inversiones más expuesto a los activos de riesgo, como la renta variable o el riesgo de crédito dentro de la renta fija.
Efectivamente, la lección histórica es que durante las recuperaciones cíclicas de la economía las probabilidades de sufrir un mercado bajista son muy bajas. Asimismo, cualquier corrección, normal en el desempeño de los mercados, se convierte en una oportunidad de compra ya que el exceso de sobrecompra o la noticia negativa que la ha desencadenado rápidamente se encuentran con la realidad de que la actividad crece y que, por tanto, las compañías aumentan sus ventas y beneficios, lo que en última instancia es positivo para las Bolsas y los bonos de empresa.
El presente ciclo de mercados, tras la Gran Recesión Global de 2007 a 2009, ha sido muy inusual en muchos aspectos, como en los tipos de interés cero e incluso negativos, en los programas inauditos por parte de los bancos centrales de compras de deuda y en los crecimientos muy débiles y por debajo de la norma histórica, a pesar de dichos estímulos extraordinarios. Ahora, la presente oportunidad de compra de activos de riesgo también se presenta como poco convencional. El primer elemento inusual es que partimos de unas valoraciones de los activos que bajo cualquier métrica histórica parecen poco atractivas cuando menos.
Así, por ejemplo, en el caso de la renta variable somos testigos de ratios de valoración, que ponen en relación las cotizaciones actuales con los beneficios actuales o normalizados de las compañías, que apuntan más bien a excesos de valoraciones en la mayor parte de mercados. Lo mismo sucede si tomamos otras métricas que tienen en cuenta las ventas de las empresas o sus flujos de caja.
Otro tipo de valoraciones como poner en relación el valor total (capitalización bursátil) de un mercado respecto al tamaño de su economía medida por el PIB (la métrica favorita de Warren Buffett, uno de los inversores norteamericanos más conocidos) tampoco arroja resultados positivos. Estos factores no animan a apostar precisamente por activos de riesgo.
El mensaje que se obtiene de todos ellos viene a coincidir en mayor o menor medida, y es que los mercados parecen situarse en rangos caros o incluso muy caros. Se trata de lo mismo que decir que comprando a los precios actuales no parece que se esté haciendo una buena compra en términos de rentabilidades esperadas de dichas inversiones para los próximos años. Otra forma de verlo muy sencilla es que el desempeño de la economía real y de los mercados de valores no se han movido al unísono en los últimos siete años, habiéndose abierto un destacado hueco entre unas economías renqueantes y unos mercados de valores en su mayoría boyantes. La razón de dicha dicotomía parece evidente y se resume en la intervención de los bancos centrales que han tenido como uno de sus objetivos principales, declarados con mayor o menor claridad, el llamado “efecto riqueza”. Ello no es otra cosa que elevar y mantener el valor de acciones y bonos artificialmente (mediante compras sin sentido económico) para que el público y las instituciones se sientan con mayor confianza y la inversión y el consumo no decaigan, empujando a las economías a una nueva e intensa recesión.
Parece razonable pensar que han conseguido el objetivo de momento y es que los mercados de bonos y, especialmente, de acciones no son tan grandes como para que el privilegio de los bancos centrales de crear dinero de la nada y monetizar grandes cantidades de deuda y acciones no consiga el impacto deseado.
Así, con una recuperación cíclica en marcha y el apoyo tácito de los principales bancos centrales de que intervendrán en los mercados si fuera necesario, los activos de riesgo parecen totalmente a salvo de momento, incluso si sus valoraciones son excesivas y los riesgos geopolíticos acechan. Sin embargo, la recuperación cíclica, que como mínimo tiene dos o tres trimestres de recorrido por delante, tampoco está libre de amenazas a medio plazo.
Efectivamente, en este punto de reflación (aumento de crecimiento y la inflación) y en algunos casos hasta de cierta euforia resulta importante hacer la distinción entre cíclico y estructural. Las economías capitalistas intrínsecamente muestran un comportamiento cíclico que las lleva a periodos de expansión y de contracción y entre medio de aceleración o desaceleración de dichas expansiones y decrecimientos.
Actualmente, tras haber sufrido una persistente desaceleración del crecimiento durante buena parte de 2015 y primera parte de 2016, ha cambiado la tendencia y las economías se están acelerando. Desgraciadamente, ello es solo cíclico y los elementos estructurales que mantienen el desempeño de las principales economías desarrolladas en el medio plazo destacadamente por debajo de su norma histórica se mantienen intactos.
Paupérrimos aumentos de la productividad, bajas tasas de inversión y anémico crecimiento demográfico de la población activa son elementos semifijos que no van a desaparecer pronto y explican el crecimiento económico tendencial de medio y largo plazo. Por ello, la siguiente desaceleración cíclica que nos puede llevar a flirtear con la recesión de nuevo, seguramente estará esperándonos a la vuelta de solo unos cuantos trimestres.
Juan Manuel Vicente Casadevall, EAFI
Kessler & Casadevall Asesoramiento Financiero