El ‘brexit’ coloca a la EBA en riesgo de desaparición
La UE sopesa la posibilidad de suprimir la Autoridad Bancaria o fusionarla con el BCE La banca defiende la necesidad de un regulador sectorial específico
Ni para Londres, ni para Zaragoza, ni para Dublín, ni para nadie, podría ser el epitafio de la Autoridad Bancaria Europea, el regulador conocido por sus siglas en inglés, EBA, e instalado en Londres desde su fundación el 1 de enero de 2011.
La EBA nació como parte de la respuesta de la Unión Europea a la crisis financiera de 2008. Pero su futuro ha quedado en entredicho tras la decisión del Reino Unido de salir de la UE y, sobre todo, tras la creación del Mecanismo Único de Supervisión bancaria (MUS), una potente división del Banco Central Europeo que ha asumido la vigilancia de los bancos de la zona euro.
Fuentes europeas aseguran que la revisión sobre el futuro de la EBA ya está en marcha. En primer lugar, en el marco de la evaluación del sistema de supervisión financiera que va a llevar a cabo la Comisión Europea y que también afecta a las otras dos Autoridades, la de los mercados bursátiles (ESMA, con sede en París) y la de seguros (EIOPA, con sede en Fráncfort). Y en segundo lugar, lo que no estaba previsto hasta el referéndum británico del pasado 23 de junio, por el impacto del brexit en los organismos comunitarios domiciliados en Reino Unido.
La consecuencia más evidente del brexit apunta al traslado de esos organismos a otro socio de la UE. Y los codazos ya han empezado para hacerse con la Agencia europea del Medicamento o con la EBA, ambas instaladas en la capital británica. Varias ciudades españolas ya han mostrado su interés por alguna de esas sedes y Madrid o Zaragoza parecen dispuestas a acoger la Autoridad Bancaria.
La UE, sin embargo, sopesa la posibilidad de suprimir la Autoridad Bancaria tras el brexit y entre las hipótesis que se barajan figura que ese organismo se fusione con las otras autoridades financieras o que sea absorbido por el Mecanismo de supervisión del BCE. Ambas salidas pondrían fin a la carrera por hacerse con la EBA y sus 165 funcionarios se trasladarían, con toda probabilidad, a Fráncfort o París.
Algunos bancos europeos, sin embargo, se resisten a la desaparición de la EBA y las fuentes consultadas se muestran partidarias de seguir contando con un interlocutor sectorial específico.
En el sector también hay voces partidarias de mantener la separación entre el regulador (la EBA) y el supervisor (el MUS del BCE), un modelo que ya se aplicaba en varios países europeos antes de la centralización de la vigilancia del sector financiero (no así en España, donde el Banco de España aglutinaba ambas funciones).
Fuentes europeas defienden también la vigencia de la EBA porque ese organismo ejerce una labor de regulación y estandarización para la banca que abarca a los 28 países de la Unión Europea (o 27 cuando salga Reino Unido), mientras que el MUS del BCE sólo atañe, de momento, a los 19 países de la zona euro.
En contra de la EBA juega, sin embargo, el evidente riesgo de solapamiento de algunas de sus funciones con el nuevo supervisor del BCE. La agudización de la crisis en 2012, sólo un año después del nacimiento del organismo de Londres, obligó a la UE a lanzar el proyecto de la unión bancaria y a centralizar en Fráncfort la supervisión financiera. El papel de la EBA en ese nuevo escenario quedó en entredicho.
La primera revisión sobre su actividad, realizada por la CE en 2014, ya apuntaba que “será crucial que la EBA y el BCE establezcan una estrecha colaboración para evitar duplicaciones y garantizar un buen funcionamiento de la unión bancaria”.
El organismo del BCE, sin embargo, ha alcanzado unas dimensiones tan grandes que, más que coordinarse con la EBA, ejerce sobre ella una tutela cada vez más evidente.
El MUS, presidido por la francesa Danièle Nouy, cuenta con una plantilla de más de 1.000 personas frente al centenar y medio de la EBA, dirigida por el italiano Andrea Enria.
El presupuesto del órgano de supervisión del BCE asciende a 300 millones de euros al año, mientras el de la EBA se queda en 33 millones de euros.
Fuentes del sector reconocen que el organismo de Londres no está demasiado bien dotado para una tarea tan compleja como la de garantizar una aplicación armonizada de las normas de la banca. Pero la UE, que dispone de otras 44 agencias como la EBA (para tareas tan diversas como el control de enfermedades infecciosas o la vigilancia de las redes informáticas) con un presupuesto total de 1.200 millones de euros, no parece dispuesta a aumentar el gasto.
La EBA, además, depende en un 40% de su financiación del presupuesto comunitario, mientras que el MUS lo pagan a escote los 130 bancos que están sometidos a su vigilancia. Otra diferencia pecuniaria que añade incertidumbre al futuro de la EBA.
Trump y Putin ensombrecen la primera cumbre europea del año
La Unión Europea celebrará este viernes (3 de febrero) en Malta su primera cumbre de 2017, una reunión que se celebrará bajo la sombra nada tranquilizadora de los presidentes de EE UU y de Rusia. La cita en la capital maltesa se había convocado inicialmente para analizar, sin presencia del Reino Unido, la evolución del brexit tal y como ya hicieron en septiembre en Bratislava los 27 socios que se quedan en el club. Pero los vaivenes de las últimas semanas han trastocado los planes y han convertido la reunión de La Valeta en un avispero de imprevisibles consecuencias. El estreno de Donald Trump como presidente de EE UU el 20 de enero ha provocado una sacudida mucho mayor de lo previsto en las relaciones transatlánticas, lo que convierte la cumbre de Malta en la primera prueba de fuego de la unidad europea ante el nuevo inquilino de la Casa Blanca. La canciller alemana, Angela Merkel, ha pedido a los socios un frente común y París describe a Trump incluso como una amenaza para Europa. Pero el poderío de Washington es susceptible de dividir a la UE, como ya ocurrió durante la administración de George W. Bush (2001-2009) a raíz de la guerra de Irak. Sobre la cumbre de Malta también planea la amenaza del presidente ruso, Vladimir Putin, cada vez más activo en un país tan vulnerable y frágil como Libia. El gobierno maltés, que preside durante este semestre la Unión Europea, teme que el antiguo país de Gadaffi estalle como Siria y desencadene una oleada de refugiados hacia el norte del Mediterráneo como la que llegó a Grecia en 2015 desde Turquía. Malta, el país más pequeño de la UE, se encuentra en primera línea de esa potencial crisis humanitaria. Con Trump y Putin dominando la escena, el brexit, de momento, deberá esperar. Londres todavía no ha solicitado formalmente la apertura de negociaciones para salir de la UE, una decisión (en base al artículo 50 del Tratado europeo) que la primera ministra, Theresa May, espera tomar en marzo, tras ganarse la semana pasada el apoyo de Trump.