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Tribuna
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Decálogo de propósitos económicos

Mientras los sectores tradicionales sustituyen a personas por máquinas, los de la nueva economía generan poco empleo

La economía española continúa rindiendo a un nivel sobresaliente. En 2016 fuimos por segundo año consecutivo la única economía desarrollada del G20 cuyo PIB creció por encima del 3%. Hemos sido campeones en crecimiento entre las economías desarrolladas más de dos años, con un modelo equilibrado y no sujeto a las fluctuaciones de precios de las economías dependientes de las exportaciones de hidrocarburos, metales o materias primas. Nuestra recuperación empezó de la mano de incrementos de exportaciones superiores al 10% a todos los continentes por grandes empresas y pymes. Las exportaciones españolas deberían aumentar hasta 2019 al ritmo anual superior al 6% previsto por el Gobierno si el brexit y la política económica de Donald Trump no provocan una espiral proteccionista mundial.

De enero a octubre de 2016, el volumen de exportaciones españolas de bienes ascendió un 3%. La devaluación interna acometida mediante los dolorosos descensos de salarios y costes del periodo 2011-2013 nos protege de los vaivenes de la coyuntura internacional. Las principales exportaciones españolas son vehículos, bienes de equipo, maquinaria, productos químicos y alimentos elaborados.

Si se mantienen los ritmos de crecimiento de los últimos años, España adelantará a Australia (cuyo PIB es superior en 4.000 millones) y Rusia (12.000 millones) en el ranking de economías por volumen de PIB. Países emergentes con más población, como México (la decimocuarta, 200.000 millones por debajo de España), Turquía o Indonesia, o desarrollados con algo menor población (Países Bajos, Suecia) nos siguen a considerable distancia.

"Si se mantienen los ritmos de crecimiento de los últimos años, España adelantará a Australia y Rusia en el ranking de economías por volumen de PIB"

La inversión y la construcción mantienen su expansión. Contamos aún con un potente sector agrícola y pesquero. Nuestras multinacionales son líderes en múltiples sectores y somos la segunda potencia turística mundial.

Pero la economía y geopolítica del siglo XXI plantea desafíos complejos: envejecimiento de la población y sus efectos sobre las pensiones y las prestaciones del Estado del bienestar; incrementos de la desigualdad propiciados en parte por la libertad de movimiento de capitales y bienes; consecuencias políticas de los flujos migratorios; fuerzas populistas que pretenden minar la integración europea y el marco institucional internacional surgido de la Segunda Guerra Mundial, y el impacto social y laboral de la adopción masiva de nuevas tecnologías y la automatización. Por todo ello, en España podemos profundizar en reformas que consolidarán nuestra capacidad de crecer y generar empleo a medio y largo plazo.

Hay que eliminar los festivos locales que complican nuestro improductivo calendario. Ninguno de nuestros socios en Europa Occidental se permite puentes y acueductos de diciembre a enero. Debemos configurar un mercado único fiscal, impidiendo que determinadas comunidades autónomas compitan deslealmente mediante la eliminación de impuestos de sucesión y de transmisión. Continuar promoviendo la productividad en el lugar de trabajo mediante desgravaciones fiscales y medidas proclives a la conciliación de la vida profesional con la familiar, almuerzos menos largos y concentración de la jornada en detrimento de la acumulación de horas. Impulsar la conversión de contratos temporales en duraderos, que cabe distinguir de los indefinidos con excesiva protección previos a las reformas laborales. Acciones que impidan que los empresarios se aprovechen de dichas reformas. Potenciar con nuevas tecnologías el atractivo turístico de poblaciones menores y alejadas de la costa. Mayor financiación para redes de transporte de mercancías y energéticas multimodales y conectadas con nuestros vecinos. Dotar a la Administración tributaria con los medios humanos para acometer una lucha contra la aún abultada economía sumergida. Trabajar con la banca para moderar el excesivo crédito al consumo privado, pero alentar el productivo para las pymes. Invertir más en I+D+i y en formación para favorecer a los sectores de la nueva economía.

Es irónico que mientras amplios sectores de la economía tradicional (banca, grandes superficies) sustituyen a personas por máquinas mediante prejubilaciones, discriminación por edad o contratos precarios, los de la nueva economía aún generan poco empleo. Las máquinas nunca pueden sustituir a las personas en un capitalismo social y humano. España puede ser pionera en la transición de la economía industrial a la tecnológica, y si lo consigue seguro que también reduciremos la tasa de desempleo por debajo de la media de la UE.

Alexandre Muns Rubiol es profesor de EAE Business School.

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