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A fondo

¿Se atreverá Donald Trump a poner aranceles a China?

Móviles y portátiles suman el 22% de las compras de EE UU al gigante asiático

Comercio EE UU con China
Belén Trincado

Trump acusa a China de robar puestos de trabajos y actividad a la industria norteamericana mediante unos costes de mano obra muy baratos y unas devaluaciones fraudulentas de la divisa china que hacen menos competitivas a las exportaciones estadounidenses. No sería la primera vez en la que Trump se ve obligado a rectificar sus explosivas declaraciones antes de las elecciones. Ya lo hizo con el muro que iba a construir en la frontera con México o con la promesa de encarcelar a Hillary Clinton si llegaba a la presidencia.

Sin embargo no parece que ese viraje vaya a producirse en el caso de las relaciones comerciales con China. Una tesis avalada con el nombramiento de Peter Navarro como presidente del Consejo Nacional de Comercio, el organismo que se encargará de dirigir la política comercial e industrial del Gobierno Trump. Navarro, profesor de Economía de la Universidad de California, es el autor de dos libros sobre China (Las próximas guerras chinas y Muerte por China) en los que critica con dureza la política comercial del gigante asiático y el impacto negativo que ha tenido en el mercado laboral norteamericano. Muerte por China fue llevado al cine como un documental narrado por el actor Martin Sheen, cuya primera frase es una declaración de intenciones. “Ayuda a defender a Estados Unidos y a proteger a tu familia. No compres (productos) hechos en China”.

En sus libros, Navarro argumenta que China practica una forma perversa de capitalismo, que consiste en proporcionar mano de obra barata, lo que supone un alivio en el corto plazo para las cuentas de resultados de las grandes multinacionales. En el medio y largo plazo considera que China acaba quedándose con la industria, los trabajos y el conocimiento de EE UU. Navarro critica el excesivo gasto que realizan las grandes corporaciones para financiar a los lobbies que defienden sus intereses en el Congreso y la ingenuidad de una gran parte de los políticos norteamericanos (tanto demócratas como republicanos) que consideran que tarde o temprano China acabará siendo una economía de mercado.

La Administración Trump baraja establecer un arancel del 10% a las ventas desde China

Fuentes citadas por la CNN apuntaban a finales de la pasada semana que una de las primeras medidas que podría adoptar la administración Trump sería la imposición de aranceles sobre las importaciones chinas, que estarían en la horquilla de entre el 5% y el 10%.

¿Se atreverá Trump a tomar una decisión de ese calado? De cara a su electorado puede ser un golpe de efecto muy importante, pero puede ser contraproducente toda vez que China es un socio comercial estratégico para EE UU. Entre enero y octubre, las exportaciones de EE UU al gigante asiático superaron los 87.200 millones de euros, un 7,6% del total, lo que le sitúa como el tercer mayor comprador de bienes de EE UU, tan solo por detrás de Canadá y México, con unas cuotas del 18,6% y del 16%, respectivamente.

El papel de China es todavía más importante en el caso de las importaciones de bienes, que se elevaron a 360.000 millones de euros entre enero y octubre y que podrían rozar los 450.000 a finales de este ejercicio si se mantiene ese ritmo de crecimiento. Las importaciones chinas suponen el 21% del total de las compras de EE UU y establecer un arancel sobre estas podría abrir un nuevo escenario en el que China podría optar por reorientar su oferta a otros socios comerciales, especialmente los más cercanos geográficamente, o bien EE UU podría optar por sustituir a China por otro socio comercial que vendiera los mismos productos.

La primera partida de las importaciones chinas son los teléfonos móviles y otros equipos de electrónica, que sumaron 61.324 millones de euros en 2015, lo que representó el 12% del total de las exportaciones. La segunda son los ordenadores, con 41.570 millones de euros, un 10%. China no es una potencia tecnológica, pero el reducido coste de la mano de obra ha llevado a los grandes productores, como Japón, Corea o Singapur, a trasladar sus fábricas al gigante asiático por el importante ahorro que obtienen. ¿Existe algún otro país que pueda suministrar tecnología al mismo coste? Por ahora no lo parece.

Se pretende desactivar el TTP, que liberaliza los intercambios co los grandes países asiáticos

NAFTA y TTP

Trump no solo quería revisar las relaciones comerciales con China, sino que también quiere poner en cuarentena los tratados de libre comercio firmados y los que estaban a punto de culminarse. En el punto de mira está el NAFTA, el tratado que derribó las barreras arancelarias y no arancelarias entre EE UU, México y Canadá. Bill Clinton, el presidente norteamericano que lo firmó en 1993, aseguró que solo en los dos siguientes años se crearían 200.000 puestos de trabajos. Los partidarios del proteccionismo utilizan los últimos datos del Departamento de Comercio para argumentar justamente lo contrario: la pérdida de empleo en 22 años ha sido de 700.000 puestos de trabajo y el déficit comercial con México se ha situado por encima de 50.000 millones de euros entre enero y octubre de 2016. Es el cuarto déficit comercial más importante, tan solo superado por Alemania (51.100 millones), Japón (53.500 millones) y China (273.725 millones). El único gran socio comercial en el que el desfase entre exportaciones e importaciones es bajo es Canadá, con un déficit de 6.200 millones de euros.

La priorización de la industria norteamericana y el temor a la fuga de más industrias y empleo a Asia es lo que también le ha llevado a cuestionar el Tratado Transpacífico, un acuerdo de libre comercio, firmado con Barack Obama como presidente, que liberalizaba el comercio estadounidense con Japón, Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. Esas doce naciones representaban el 40% del PIB mundial y las negociaciones se iniciaron para generar un bloque comercial que pudiera plantarle cara al monopolio chino. Japón ya ha dejado claro que sin EE UU, el Tratado Transpacífico carece de sentido.

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