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La subida de los IPC no llevará aparejado una subida de tipos.

Ayer tuvimos datos de IPC en el Reino Unido y los EE.UU. En general, los indicadores de precios (mayoritariamente IPC) en tasa interanual, comienzan a repuntar y es muy probable que esta tendencia se agudice en los próximos meses. La principal consecuencia: el efecto base de unos precios energéticos muy bajos el año pasado comparados con otros más altos este año.

¿Es esa la inflación que las autoridades esperan para actuar? ¿Las medidas que se espera que tomen, (mayoritariamente una “normalización” de los tipos de interés) serían efectivas? ¿Qué riesgos corren? Las cosas van por “barrios”

En primer lugar, y por la mañana, se publicó el IPC del Reino Unido situándose su tasa interanual en septiembre en el 1,0% desde el 0,6% del mes anterior, lo que representa la lectura más alta del índice desde noviembre de 2014. Los principales elementos que impulsaron al alza el índice de precios fueron el encarecimiento de la ropa y las pernoctaciones hoteleras, así como los principalmente los combustibles (para automóviles y gas calefacción) que habían bajado un año antes. Estas presiones al alza se vieron parcialmente compensadas por una bajada de los precios de los billetes de avión y de los alimentos. Eliminado el efecto energético los resultados se mantienen bastante más estables: la tasa interanual se situaba en septiembre en el 1,5% desde el 1,3% de agosto.

No obstante, el incremento de los índices de precios está ligado a fuertes disparidades. Por un lado, los precios de los servicios nunca han caído y se mantienen con un crecimiento estable durante toda la crisis de entre un 2-4% interanual (actualmente el 2,6%) mientas que son los precios de los productos los que se han desplomado llevando ya desde finales de 2014 creciendo en tasas negativas (actualmente un -0,6% pero antes del verano estaba en el -1,9%).

Pero esto último puede estar cambiando de manera importante en los últimos meses y debido a un nuevo factor de “inestabilidad”: la fuerte caída de la libra (casi un 20% desde el referéndum británico y la victoria del “Brexit”) que en un país como el Reino Unido, con déficit crónico exterior, está provocando el encarecimiento de los productos importados. Esto último da lugar a que muchos productores suban sus precios, para mantener sus márgenes, y ello provoca la inflación que ahora observamos, que podríamos decir es más “estructural”. Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, ya alertara a todos sobre este riesgo como principal elemento potencial de incremento de la inflación en los próximos meses.

Esto va a tener sus consecuencias dado que ya se están produciendo ventas de bonos tanto soberanos como corporativos del Reino Unido lo que está haciendo subir su rentabilidad (bajando de precio) eso incluso a pesar de la renovación del programa de compras de activos por parte del Banco de Inglaterra, tras el “Brexit”, y que en teoría debería empujarlos en sentido contrario.

Difícil encaje parece tener todas las opciones posibles. Quizás la mejor noticia es que todo esto ha roto el velo que tapaba las deficiencias crónicas de la economía británica y que fue puesta como modelo para el resto de países (recuerden la justificación de los famosos QE’s por el BCE) y ahora, si fuéramos coherentes, nos debería llevar a repensar esas decisiones.

Por otro lado, se conoció, ya en la tarde, el IPC norteamericano que se situaba en septiembre, en tasa interanual, en el 1,5% desde el 1,1% del mes anterior. Eliminado el efecto energético la tasa interanual descendía al 2,2% desde el 2,3%.

Aquí, como en el Reino Unido, el incremento de los índices de precios está subdividido en servicios /manufacturas, pero quizás el elemento más destacado continua siendo la trayectoria dispar entre por un lado los precios de los cuidados médicos y los costes habitacionales/alquileres (Shelter) y el resto de componentes del índice. Mientras los primeros crecen en el entorno del 4,0-5,0% (cuidados médicos) y el 3,0-4,0% (shelter) el resto de componentes se sitúa en el entorno del 1,0% (eliminando los gastos médicos) y el 0,0-1,0% (eliminando el factor Shelter).

El índice interanual del shelter en septiembre se situó en el 3,4% (igual que en agosto) descontado el efecto del shelter la tasa interanual está en el 0,5%. Esto último es clave dado el menor peso que el componente “shelter” tiene en el PCE core index (verdadera medida de estimación de la inflación que sigue la Reserva Federal) es muy inferior al que tiene en el IPC subyacente por lo que es muy probable que la caída del primer indicador será más aguda que en este último. La diferencia entre ambos indicadores seta ahora en los niveles máximos habituales en cada uno de los momentos en los que se entra en una crisis financiera.

Esta división de la evolución de los precios, a mi entender, retroalimenta una desinflación general de los precios. En la medida en que se desvié renta de los consumidores a sostener los arbitrarios y excesivamente altos precios en salud y vivienda (ambos prácticamente monopolios o intervenidos arbitrariamente) no quedará renta suficiente para otros componentes más elásticos de la demanda. La lucha cada vez más encarnizada por una renta disponible (al margen de los monopolios vistos) menguante, la depreciación del yuan, la sobrecapacidad industrial de los países emergentes llevará irremediablemente a una mayor constricción de los precios generales y, por extensión, a la actividad económica. Los bancos centrales son su artificial sostén de los precios inmobiliarios pueden estar siendo los principales responsables de la anémica subida de precios que, ellos mismos, quieren evitar.

La caída de los precios inmobiliarios, a diferencia del mantra que constantemente oímos, y de los precios de los servicios médicos, haría más no solo por un reequilibrio de los precios, sino por una tasa de inflación más cercana al “objetivo” que los bancos centrales persiguen. Conseguir esto sin subir tipos va a ser difícil, pero subir tipos lo va a hacer imposible ya que la recesión que se avecina (ya creo que con o sin subida de tipos) generará un malestar que difícilmente mantendrá intacto la “autoritas” de los bancos centrales de cara al futuro. Interesante dilema. Al único que se podía llegar cuando lo que se ha intentado únicamente es sostener un sistema que se hunde y no solucionar los problemas de la población y dar paso a la necesaria renovación.

Una última reflexión: la realidad es que el potencial de crecimiento de EE.UU. (al igual que el resto de países desarrollados) se ha reducido sustancialmente. La productividad apenas alcanza un 0,5% de incremento anual frente al promedio del 2% en el periodo 1976-2005, la población envejece progresivamente,… es complicado ver riesgos inflacionarios y por tanto el mecanismo de diluir el peso de la deuda mediante un incremento de los precios será muy complicado de lograrse.

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