Riedel, el ‘Rolls-Royce’ de las copas de vino
Aunque fue fundada en 1756 en República Checa, la sede se encuentra hoy en Austria
La historia de las copas más famosas de vino se remonta a 1756. Fue en esta época cuando Johann Leopold Riedel fundó la primera fábrica de cristal en Bohemia (República Checa). Dos siglos y medio y 11 generaciones después, la familia Riedel ha buscado la excelencia en la fabricación de una copa consagrada a un único placer, el disfrute del vino. Cada generación ha aportado su impronta en el arte y la ciencia de fabricar cristal, en una industria que hoy día sigue manteniéndose en auge.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el régimen comunista confiscó y nacionalizó en Checoslovaquia las fábricas de cristal de Riedel. El heredero, Claus Joseph, tuvo que empezar desde cero, y en 1958 compró, asociado con su padre, Walter Riedel, la sede central actual, en la localidad tirolesa de Kufstein (Austria).
Cronología
1756. Johann Leopold Riedel funda la primera fábrica de cristal en Bohemia (República Checa). Once generaciones más tarde, la compañía sigue estando en manos de una familia que ha sabido aprovechar el negocio heredado.
1945. Después de la Segunda Guerra Mundial, el régimen comunista confiscó y nacionalizó en Checoslovaquia las fábricas de cristal de Riedel.
1958. Claus Joseph Riedel empezó de cero y asociado con su padre, Walter Riedel, montó la sede central en la localidad tirolesa de Kufstein (Austria).
1960. En esta década, la familia se rodea de los mejores sumilleres y enólogos del mundo. Fruto de este trabajo nace la primera colección de cristalería pensada para este colectivo y adaptada a las particularidades de cada bebida.
2000. En este periodo se convierte en el mayor fabricante de copas del mundo, con presencia en todos los países.
Fue a mediados del siglo pasado cuando Claus Joseph dio un giro a la compañía, al ser el artífice de un cambio de tendencia que revolucionaría las alacenas de restaurantes, bodegas y domicilios de todo el mundo. Dejó atrás la fabricación de las copas decorativas y coloreadas, tan de moda hasta ese momento, para ser pionero en una cristalería funcional. Sus diseños sorprendieron por su sencillez, frescura y originalidad. Descubrió que el tamaño y la forma de la copa influyen sobre la percepción del aroma y el sabor de la bebida que se consume en ella. Riedel comienza a utilizar cristal fino soplado, sin adornos, para reducir el diseño a su carácter esencial: vaso, pie y base de apoyo. Se establecieron así las bases para crear copas que ensalzaran cualquier bebida y que al mismo tiempo fueran bellas, basándose en los principios de Bauhaus, la escuela de artesanía, diseño, arte y arquitectura fundada en 1919 por Walter Gropius en Weimar (Alemania): la forma se ajusta a la función.
En los años sesenta, Riedel se rodeó de los mejores sumilleres y enólogos del momento. Fruto de su investigación lanzó la gama Sommeliers, la primera cristalería del mundo adaptada a las particularidades de cada bebida. Esta innovación proporcionó una nueva dimensión al modo de entender y disfrutar el vino. En la actualidad, dicha gama ofrece hasta 30 copas creadas para ensalzar y diferenciar cavas, vinos, licores y bebidas no alcohólicas
Cada copa está diseñada para dirigir la bebida hacia las zonas gustativas adecuadas, hasta conseguir el equilibrio perfecto. Por ejemplo, una de las últimas incorporaciones a esta colección es la copa Montsant, desarrollada a petición de la denominación de origen catalana, o el vaso para Coca-Cola, fruto de un acuerdo entre la firma de refrescos con sede en Atlanta (Estados Unidos) y Riedel.
Y fue Georg Riedel, hijo de Claus Joseph, quien perfeccionó la investigación de las variedades de uva y la forma del cristal. Para ello, no dudó en comenzar a involucrar al sector del vino en esta tarea, al organizar seminarios y catas a las que asisten propietarios de bodegas y expertos de todo el mundo. Riedel diseña sus copas en base a la experiencia de cata. De hecho, entre los expertos del sector lo definen como el fabricante de cristalería devoto del vino, así lo bautizaron las revistas de mayor prestigio vitivinícolas, Wine Spectator y Decanter. Otro de los críticos de vino de más renombre en el mundo, Robert Parker, afirma que Riedel “fabrica las copas perfectas, tanto desde el punto de vista técnico, como del disfrute del vino”.
Hoy, Maximilian J. Riedel (nacido en 1977) es la undécima generación al frente de la empresa familiar. Suya es la colección O, diseñada en 2014 y por cuyo decantador ganó el Premio Good Design (2004), entre otros reconocimientos a su labor en Riedel.
La clave del éxito de esta empresa es haber sabido convertir la copa en la mejor amiga del vino, al descubrir explicaciones científicas que indican por qué la forma del recipiente influye sobre la percepción de las bebidas. El mismo vino parece completamente distinto al servirlo en copas diferentes, hasta el punto de que los catadores expertos pueden llegar a creer que han probado caldos distintos.
Riedel sigue elaborando artesanalmente algunos de sus productos: cuenta con sopladores de cristal que fabrican copas de delicado diseño, jarras de forma perfecta y elegantes decantadores creados a partir de cristal fundido al rojo vivo. Después de soplar el cristal fundido en un molde, se agregan manualmente el pie y la base utilizando métodos que se remontan a épocas de la antigüedad.
La importancia de la forma y el tamaño
A cada variedad de uva, su copa. Riedel hace este tipo de distinciones con el fin de acentuar la armonía del vino y aunar las siguientes premisas: la personalidad de esa bebida con el olor, el gusto y el aspecto, entendido como un todo que se suma a la belleza del cristal.
La copa debe realzar la calidad e intensidad del buqué (aroma). El punto inicial de contacto con el líquido depende de la forma y el volumen de la copa, del diámetro del borde y de su acabado (si ha sido tallado y pulido o si es un borde redondeado), además del grosor del cristal. Cuando la copa de vino toca los labios transmite una señal de alerta a las papilas gustativas.
La copa dirige el vino hacia las zonas gustativas adecuadas de nuestro paladar y, en consecuencia, produce distintas sensaciones. Una vez que la lengua entra en contacto con el vino, transmite simultáneamente tres mensajes: temperatura, textura y sabor.