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Viajes

Los trenes turísticos avanzan a toda máquina

Los convoyes de lujo espera facturar este año más de siete millones

Uno de los salones del Al Andalus.
Uno de los salones del Al Andalus.
Manuel G. Pascual

Por las vías ferroviarias españolas circulan principalmente trenes de mercancías, de alta velocidad y cercanías. Pero hay otro tipo de convoyes para los que lo importante no es llegar cuanto antes a destino, sino recrearse en las vistas que ofrece el trayecto. Se trata de los denominados trenes turísticos, una especie de cruceros sobre tierra que ofrecen a sus viajeros una forma diferente de viajar.

Esta forma de turismo está teniendo buena acogida por parte del público. Los trenes turísticos de Renfe están mejorando sus cifras de forma significativa en los últimos años. En 2014 facturaron seis millones de euros, cifra que en 2015 llegó hasta los siete millones, un 16,6% más. El objetivo para este curso, que arrancó en abril, es superar esos registros, llegando a los 7,5 u ocho millones, según anunció el gerente de servicios comerciales, Javier Díaz, en declaraciones recogidas por Europa Press.

Los trenes que mejor funcionan son el Transcantábrico Gran Lujo, que va de San Sebastián a Santiago de Compostela en ocho días y siete noches y que el año pasado contó con 400 pasajeros, y el Al Ándalus, que convenció a 800 personas más. Este último tiene diversos itinerarios: Madrid-Santiago (hasta el año pasado se paraba en León), Madrid-Sevilla y una ruta por Andalucía de siete días y seis noches con salida y llegada en Sevilla. Los precios oscilan entre los 800 euros de una habitación estándar del Expreso de la Robla, que ofrece las rutas Bilbao-León y Bilbao-Oviedo, y los 4.575 euros por persona que cuesta viajar en una suite del Transcantábrico Gran Lujo durante ocho días, el de mejor factura.

Una cena a bordo del Trasncantábrico.
Una cena a bordo del Trasncantábrico.

La experiencia de montarse en uno de estos trenes no tiene nada que ver con la de tomar un AVE o un cercanías. Para empezar, su diseño imita al de los grandes convoyes clásicos, como el Orient Exprés o el Transiberiano: en los interiores mandan la madera y la decoración de tintes decimonónica, con alfombras y cortinas por doquier. Todos los camarotes cuentan con cama y cuarto de baño propio, mientras que las suites del Transcantábrico Gran Lujo incluyen además una zona de estar con sofás. Las zonas (o mejor dicho, vagones) comunes se reparten entre coches restaurante, librerías y salas de estar, en las que no faltan sofás ni minibar. Todo está pensado para que el pasajero pueda disfrutar los variados paisajes que atraviesan los trazados de vía estrecha por los que transitan estos trenes, que hasta el momento cubren la mitad oeste de la Península.

Los viajes duran entre tres y ocho días pese a no cubrir más de 700 o 800 kilómetros, como máximo. Además de desplazarse a una velocidad agradable, los trenes se pliegan a la vertiente turística del recorrido: van haciendo paradas para que los pasajeros visiten lugares de interés (museos, pueblos, ciudades, restaurantes y parajes naturales), a los que se les lleva en autobús. Y, cuando anochece, a dormir al camarote.

Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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