Dos modelos de rescate de la banca
La comparecencia de Mario Draghi, tras la reunión de ayer del BCE, ha dejado las cosas tal cual estaban –y como se esperaba– en cuanto a adopción de nuevas medidas de estímulo o cambios en la política de tipos de interés, pero ha abierto la puerta a otras posibilidades. El presidente del BCE ha reafirmado su confianza en la resistencia del sistema bancario europeo y ha señalado que la tormenta generada por el ‘brexit’ ha tenido menores consecuencias de lo previsto, aunque reconoció un aumento de la volatilidad en los mercados. Como es habitual en él, dejó la puerta abierta a la posibilidad de aplicar nuevas medidas de estímulo si fuese necesario para garantizar la recuperación de la economía europea, así como para asegurar la estabilidad en los precios.
Pero si el presidente del BCE no ha sorprendido con nuevas decisiones, sí lo ha hecho con alusiones a la salud del sistema bancario europeo y a la conveniencia de hipotéticas medidas de respaldo por parte de los gobiernos de los Estados miembros. Draghi explicó que el referéndum británico ha perjudicado a algunas entidades financieras, especialmente a aquellas que tenían créditos dudosos, pese a aseverar que la fortaleza del sector es ahora mucho mayor que en 2009. Y también apuntó, sin concretar, que la solución para proteger a la banca de esos riesgos puede pasar por una supervisión más coherente, por la creación de un mercado para los préstamos dudosos y por acciones gubernamentales como cortafuegos.
Si por supervisión más coherente el presidente del BCE quiere decir una relajación de los exigentes requerimientos de capital que se han venido realizando al sector financiero en Europa, se trata de un enfoque que vale la pena tomar en consideración. Mantener una vigilancia atenta sobre la salud de la banca es un deber inexcusable, pero compatible con rebajar estrictas exigencias respecto al capital. Más cuestionable resulta la propuesta de Draghi de permitir al sector público de los países cuyo sistema bancario precise un respaldo que actúen a modo de cortafuegos. Especialmente porque las palabras del presidente del BCE llegan en un momento crítico para la banca italiana, con varias entidades muy dañadas –Monte dei Paschi, entre ellas– y un volumen de créditos dudosos de 360.000 millones de euros.
De las palabras del italiano podría entreverse la sugerencia de aplicar un modelo de rescate a la banca en problemas alejado de la dureza que se aplicó a España o a Grecia y tratando de no cargar en exceso los daños a los particulares. Habrá que esperar a ver cuáles son las líneas generales de la solución del problema de la banca italiana, pero de confirmarse que esta pase por una suerte de rescate blando habrá que concluir y lamentar que, una vez más, existan dos Europas o una Europa con dos velocidades.