Sugus, el caramelo que nació como alternativa al chocolate
Suchard buscaba en 1931 un producto novedoso, que halló en la región polaca de Cracovia El nuevo caramelo era fácilmente moldeable y blando, algo poco corriente en la época
El origen de Sugus, uno de los caramelos más populares en España, se encuentra en la innovación. En concreto, la de uno de los imperios chocolateros más importantes del mundo: Suchard. Allá por 1931, tras más de 100 años elaborando diferentes productos con el chocolate como protagonista, la dirección de Suchard, compañía que había sido fundada en 1825 en Suiza, se había propuesto aumentar su catálogo y lanzar nuevos productos al mercado.
Cronología
1931. La empresa chocolatera Suchard, tras más de 100 años elaborando diferentes dulces, decide diversificar su mercado e introducir nuevos productos. El director general de la época, el Hans-Conrad Lichti, busca por toda Europa hasta dar, en la Cracovia (Polonia), con una receta de un caramelo moldeable y blando, del que se hace con la patente. 1935. El éxito de los Sugus, nombre proveniente del término escandinavo suge, con un significado parecido a chupar, es fulgurante. Son cuatro los sabores iniciales (naranja, limón, piña y frambuesa), nuevos en la industria y pueden comerse con mucha facilidad debido a su escasa dureza.
1940. Suchard quiere expandir el nuevo caramelo por varios países, pero el inicio de la Segunda Guerra Mundial frena sus expectativas, sobre todo por la escasez de los productos necesarios para la producción.
1950. Finalizada la contienda y con la situación normalizada, Sugus inicia su expansión. Suchard lanza varias filiales en varios países de los cinco continentes.
1961. Le toca el turno a España. La marca aterriza en San Sebastián, donde comienza a producir hasta el año 1987, cuando la planta donostiarra se traslada a Argentina.
2005. La marca Sugus es comprada por Wrigley, compañía que elabora dulces, chicles y caramelos, que fue absorbida por el gigante Mars, que se encarga de elaborar hoy en día las citadas golosinas, que se siguen vendiendo en varios países como Suiza, Argentina, China, Bélgica, Sudáfrica y España.
Este propósito fue un empeño personal del Hans-Conrad Lichti, el entonces director general de la organización. Su quimera por encontrar un producto puntero y diversificar la industria del dulce le llevó de ciudad en ciudad europea, hasta parar en la región de Cracovia, en Polonia. Allí encontró la receta, parece que procedente de Inglaterra, de un caramelo particularmente tierno, casi desconocido en la época. A su textura, totalmente innovadora, se le sumaba una particularidad: era inusualmente moldeable y mucho menos duro que el resto de dulces que podían encontrarse en aquel entonces en los establecimientos. Se podía masticar con facilidad y, sobre todo, chupar hasta deshacerse.
La idea de Lichti fue elaborar un nuevo caramelo a raíz de esta fórmula, de la que adquirió la patente, pagando a su fabricante la suma de 500 dólares (443 euros). El texto con la receta original se conserva hoy en día en los archivos históricos de Suchard: 17 kilos de azúcar, 15 kilos de jarabe, 3 kilos de grasa de cacahuete, 3 kilos de goma especial y 0,35 kilos de ácido tartárico y vainilla. Todo era cuestión de añadirle el jugo de diferentes frutas para darle un sabor especial, y al mismo tiempo poder lanzar varios caramelos. De esta forma, nacieron los clásicos Sugus.
El tamaño de entonces, curiosamente, es el mismo con el que se siguen elaborando los de hoy en día, con medidas de dos centímetros por lado y siete milímetros de espesor. De la misma forma que se sigue manteniendo la idea, tan simple como eficaz, de envolver cada uno de los caramelos con un papel del color del sabor que representan. Hoy el catálogo ha aumentado y pueden encontrarse en el mercado Sugus amarillos, naranjas, azules, rojos claro, verdes claro, verdes oscuro, rosados, violetas y rojos oscuro, cada uno de un aroma diferente. Pero durante los primeros años solo había cuatro tipos: azul para la piña, violeta para la frambuesa y limón y naranja para sus respectivos sabores.
El éxito de los Sugus fue arrollador. Además de ampliar la oferta de dulces y alejarse del chocolate y de otros caramelos más convencionales, el nuevo producto de Suchard podía consumirse simplemente chupando y esperando a que se deshiciese en la boca, sin necesidad de tener que morder y masticar algo duro, que era una de las señas de identidad de la mayoría de dulces.
Eso sí, como le ocurrió al resto de la industria confitera y de caramelos, la Segunda Guerra Mundial frenó la producción y las ansias de crecimiento. No tanto por la destrucción y los daños de la batalla, sino por los problemas derivados del racionamiento y la falta de importación. No obstante, finalizado el conflicto y retomada la producción, Suchard volvió a la carga lanzando poco a poco varias filiales y concediendo licencias para la producción en Argentina, Bélgica, Italia, África del Sur, Francia, Portugal, México, Alemania, Tailandia, Austria, Indonesia, Brasil y España, donde Sugus aterrizó en 1961.
Fue en esta década cuando el popular caramelo comenzó a cautivar a niños y adultos y cuando comenzó una fuerte campaña publicitaria, apareciendo incluso en los anuncios televisivos con una pegadiza melodía que rezaba “caramelos Sugus, dulces y blanditos. Con sabor a frutas, buenos de verdad”. En España, la fábrica se levantó en San Sebastián, en el barrio donostiarra del Antiguo, próxima a otras grandes instalaciones industriales, hasta que, en 1987, se trasladó a Argentina. Gran parte de la zona industrial del barrio, incluida la fábrica, fue derruida en 1990.
En 2005, Wrigley Jr. Company incorporó la marca Sugus a su cartera, y tres años después, Mars adquirió Wrigley. A pesar de todos estos movimientos, Sugus sigue manteniéndose, con el mismo tamaño en sus caramelos, fiel a sus inicios. Eso sí, en todos estos años han ido añadiendo y quitándose sabores según su demanda. Además de España, se sigue vendiendo esta marca en Argentina, Portugal, Suiza, Indonesia, Tailandia, Bélgica, China y Sudáfrica.
El misterio del color azul en los caramelos de piña
La idea era simple: asociar un sabor al color del papel de su envoltorio. Con la naranja y el limón no había ninguna duda. De la misma forma que para la frambuesa el color elegido fue el violeta, muy parecido al de la fruta.
Sin embargo, con la piña no era tan fácil. Por un lado, el amarillo representativo del interior de esta fruta ya existía para el Sugus de limón. Por otro, el marrón característico del exterior del fruto tenía el hándicap de que podía confundirse con el chocolate. Más aún en un caramelo producido por una organización como Suchard. Quedaba, siguiendo la lógica de la elección del envoltorio por el color de la fruta, el verde de las hojas de la piña. Sin embargo, este podía asociarse a la menta, uno de los sabores más utilizados en los caramelos.
Por esa razón, y aunque nada tenga que ver el color, el Sugus de piña fue envuelto con un papel azul, y desde sus comienzos hasta hoy se ha mantenido esta decisión.