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El Foco
Tribuna
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La campaña sucia que viene: Clinton-Trump

Es muy probable que sea una de las campañas más sucias de la historia reciente del país, además de volatil e impredecible

Reuters

Acaba de confirmarse lo que ya se anticipaba en las últimas semanas: Hillary Clinton ha conseguido el número necesario de delegados para asegurar su nominación como candidata del Partido Demócrata durante la Convención Demócrata del próximo mes. Por parte de los republicanos, Donald Trump consiguió el número suficiente de delegados hace unas semanas. Salvo una sorpresa mayúscula (la decisión final será en las convenciones de este verano), esto anticipa una elección en otoño entre Clinton y Trump que se presenta apasionante –¡y no solo en el sentido positivo de la palabra!

Para Hillary Clinton su victoria en las primarias es la culminación de una ambición de décadas. Primero como esposa del gobernador de un pequeño Estado de la Unión, luego como primera dama, después como senadora por el Estado de Nueva York, también como candidata fallida a la presidencia por su derrota frente a Obama en 2007 y, por último, como Secretaria de Estado durante el primer mandato del presidente Obama. La carrera política de Clinton está jalonada por logros y decisiones que vislumbraban el camino para esta victoria largamente deseada.

"La victoria de Hillary era esperada, pero la sorpresa ha sido la dificultad por la exitosa campaña de Sanders"

Desde el punto de vista de la experiencia acumulada durante su extensa carrera política, pocas veces habrá habido un candidato mejor preparado para optar a la presidencia que Hillary Clinton. Además, y esto es muy importante, es un éxito histórico pues es la primera vez que uno de los dos grandes partidos va a elegir a una mujer como candidata. Su victoria era largamente esperada desde que anuncio su candidatura el año pasado, la sorpresa ha sido lo difícil que ha resultado por la exitosa campaña de su contrincante Sanders, que ha vendido cara su derrota y ha mostrado las debilidades de la candidata Clinton y, sobre todo, la falta de confianza que tiene en ella millones de norteamericanos que la ven como ambiciosa, oportunista y poco de fiar.

La victoria de Trump, sin embargo, ha sido una sorpresa inesperada. Nadie, ni siquiera él mismo, pensaba que tendría ninguna opción cuando empezó la carrera de las primarias hace ya más de un año. Sin embargo su gran capacidad de comunicación y su discurso populista han enganchado a millones de votantes republicanos desencantados con los políticos tradicionales y con la situación del país.

¿Qué cabe esperar de este enfrentamiento? Por un lado, es muy probable que sea una de las campañas más sucias de la historia reciente del país. Los insultos, apodos y descalificaciones ya han empezado. Trump, que se pasó las primarias de su partido insultando a sus contrincantes, ya ha fijado su atención en Clinton y ya la ha puesto el apodo de crooked Clinton (literalmente, deshonesta o sucia) que utiliza constantemente cada vez que se refiere a ella para atacarla en su línea de flotación y reforzar la pobre imagen que tienen de ella millones de ciudadanos. Hillary, por su parte, trata de mantener un equilibrio entre los ataques personales (reitera que Trump es unfit, que “no está capacitado” para ser presidente) y las diferencias entre sus candidaturas.

Por otro lado, también cabe esperar una campaña muy volátil e impredecible. Aunque es todavía muy pronto, y pese a que hace solo unas semanas se anticipaba una victoria holgada de Clinton, las encuestas dan a los dos candidatos posibilidades de victoria. Las primarias han sido una fuente continuada de sorpresas y es muy probable que continúen durante los próximos meses.

Históricamente, los tres momentos más importantes de la campaña han sido la elección del candidato a vicepresidente (que puede ser importante en una elección reñida por su capacidad de arrastrar uno o más Estados a favor de uno de los candidatos); las convenciones de ambos partidos, en las que el aspirante se presenta formalmente a la nación; y los debates presidenciales. Sin embargo, dado el papel cada vez más importante de los nuevos modos de comunicación, así como el nuevo ciclo mediático que exige noticias 24/7, la investigación pendiente del FBI sobre los correos electrónicos de Clinton y el carácter volátil de Trump –así como su capacidad de atraer atención casi permanente y ofender a todo el mundo–, no parece que esta vaya a ser una elección que se acoja a parámetros tradicionales.

La capacidad de comunicación y el discurso populista de Trump ha enganchado a votantes desencantados”

Desde el punto de vista político e ideológico, las diferencias entre ambos candidatos son acusadas. Trump en muchos aspectos (el papel del Estado, las bajadas de impuestos, su oposición al aborto o la inmigración) es un candidato republicano tradicional, así como Clinton es demócrata (más políticas sociales, subidas de impuestos a los ricos). Pero en otras áreas no se acogen a las líneas divisorias tan tradicionales: ambos han expresado dudas sobre el libre comercio (un área en la que los republicanos históricamente han estado muy a favor), o sobre el papel de EE UU en el mundo (tradicionalmente los republicanos son mas intervencionistas y los demócratas menos, pero en esta campaña va a ser al revés). Estas diferencias van dar amplio juego para presentar unas visiones contrapuestas a los votantes.

En definitiva, nos encontramos ante una campaña con elementos muy particulares, de resultado impredecible y en la que cabe esperar sorpresas. El aguijón del populismo ha picado también con fuerza a los EE UU y los votantes norteamericanos van a tener que decidir entre lo conocido y lo desconocido; entre lo tradicional y lo novedoso; entre un candidato del sistema y otro que viene de fuera; entre dos candidatos que generan mucha antipatía y desconfianza; y entre propuestas diferenciadas, pero en ambos casos frecuentemente oportunistas.

Las elecciones presidenciales de EE UU son siempre importantes, pero en este caso, dadas las diferencias notables entre los dos candidatos (y no solo desde el punto de vista político e ideológico, sino también por su temperamento, experiencia, y personalidad) no parece una exageración definir esta elección como una elección clave y transcendental; y no solo para EE UU, sino también para el resto del mundo. No será fácil. Pero mucho está en juego.

Sebastián Royo es vicerrector y catedrático de Gobierno de la Universidad de Suffolk en Boston.

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