Cabalgando con Don Quijote y Sancho Panza
Un recorrido, declarado Itinerario Cultural Europeo, que invita a conocer La Mancha siguiendo los pasos del Caballero de la Triste Figura.
"El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”, le dice don Quijote a su fiel escudero en el capítulo XXV de la segunda parte de la obra de Miguel de Cervantes, cumbre de la literatura española y universal. Y bien que se aplicó esta máxima el Caballero de la Triste Figura buscando aventuras en sus recorridos por las llanuras manchegas, siempre a lomos de Rocinante, su esquelético caballo, y acompañado de Sancho Panza montado en su asno.
Don Quijote hace tres largos viajes y, aunque llega hasta Aragón y Cataluña, las rutas más emblemáticas y conocidas son las que atraviesan territorio manchego a través de caminos históricos, pueblos, vías pecuarias y espacios de interés ecológico, hoy perfectamente señalizados.
Son itinerarios que pasan por algunos de los lugares citados en El Quijote, caminos que siguen los pasos del hidalgo Alonso Quijano, quien, ya entrado en años, quiso resucitar un mundo (por cierto, inexistente), el de los caballeros andantes, lanzándose a la aventura con el propósito de desfacer entuertos, ayudar a los débiles... y sufrir no pocos descalabros de los que a duras penas consigue recuperarse.
En el Museo Cervantino de El Toboso se exponen varias ediciones de ‘El Quijote’
La Ruta de Don Quijote fue declarada por el Consejo de Europa Itinerario Cultural Europeo en 2007, el cuarto de España, tras el Camino de Santiago, el Legado de Al-Andalus y las Rutas Sefardíes.
El Patronato de Turismo de Castilla-La Mancha propone un recorrido que atraviesa 148 municipios, dividido en diez tramos. Lo que sigue es una pequeña selección. Las aventuras completas del caballero andante, en... Don Quijote de La Mancha.
- El origen de todo
Comenzamos en Toledo, la ciudad donde Cervantes narra que encuentra la historia de don Quijote: “Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles...” (capítulo IX de la primera parte).
¿Qué destacar de la capital de Castilla-La Mancha? Hay que pasearla. Existen infinidad de edificios históricos y rincones que visitar en esta ciudad cervantina. Y un punto excepcional para contemplarla en su plenitud es el Mirador del Valle.
- Empieza el viaje
Dejando atrás las callejuelas del casco viejo toledano, el viajero saldrá en busca del rastro que dejaron por estos mismos caminos, hace 400 años, un flaco jinete y su rechoncho escudero. En este primer tramo aparecerán molinos de viento, plazas mayores, castillos, arquitectura popular y humedales.
Pasada la villa de Nambroca y el castillo de Almonacid de Toledo, la ruta se divide. Por el norte se llega a La Guardia y a Lillo, en cuyo entorno hay varias lagunas: El Longar, Altillo Chica, Altillo Grande y la Albardiosa, que juntas conforman una imagen representativa del paisaje manchego y, además, tienen un importante valor medioambiental, ya que son parada y fonda de aves migratorias.
Salvo El Longar, son humedales estacionales y con un grado elevado de salinidad debido a la evaporación y a la composición del subsuelo. De hecho, algunas fueron utilizadas en otros tiempos para la obtención de salmuera.
Si tomamos el ramal del sur, tras dejar Mascaraque, aparecerán las ruinas del castillo de Peñas Negras, en Mora, que guía el camino hasta Tembleque, con una plaza mayor porticada de las más bonitas de La Mancha (actualmente se encuentra en restauración).
Cerca, en Villacañas, todavía hay silos, casas humildes excavadas en terreno llano y arcilloso, y no en laderas, varios metros por debajo de la horizontalidad de la llanura manchega. Declarados Bien de Interés Cultural, hoy son una atracción turística por su singularidad.
- Y aparecen los molinos
Nuevamente nos encontramos con dos ramales, uno atraviesa Quero y el otro el complejo lagunar de Alcázar de San Juan. Ambos confluyen en Campo de Criptana, uno de los platos fuertes del viaje, donde tuvo lugar quizá el pasaje más conocido de la novela. “En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo...” (primera parte, capítulo VIII).
Aunque el paisaje de Campo de Criptana llegó a contar con 34 molinos, símbolo de identidad de toda una comarca, en la actualidad quedan diez y solo tres conservan los mecanismos originales del siglo XVI. Todos tienen nombre y uso. Culebro, por ejemplo, es la sede del Museo de Sara Montiel, la hija más famosa del pueblo; Pilón es el Museo del Vino, y en Poyatos está la oficina de turismo.
En los parajes de los alrededores hasta Mota del Cuervo, resaltan las siluetas de esos molino,s que necesitaron la fuerza del viento para derrotar al hidalgo caballero.
Desde Campo de Criptana, el viajero atraviesa una gran llanura cerealista en la que no resulta raro encontrarse con aves esteparias, como avutardas, alcaravanes o sisones.
Un pequeño ramal acerca al viajero a Tomelloso, que todavía conserva numerosos testimonios de su pasado, como la Posada de los Portales, y donde también se puede visitar el Museo Antonio López Torres, pintor natural de esta villa, tío de Antonio López.
La ruta principal continúa con un nuevo ramal hacia Argamasilla de Alba –¿el famoso lugar de cuyo nombre no quiso acordarse Miguel de Cervantes?–, población que surgió al amparo de los cercanos castillos de Peñarroya y Argamasilla. De aquellos tiempos todavía se conserva la Cueva de Medrano, donde Miguel de Cervantes estuvo prisionero y, según la leyenda, el lugar donde empezó a escribir las aventuras del ingenioso hidalgo.
Algunos expertos dicen que Villanueva de los Infantes, uno de los pueblos más bonitos de Ciudad Real, es ese lugar de La Mancha de cuyo nombre...
- Por aquí también pasó
Una bifurcación nos acerca al castillo y al embalse de Peñarroya y al Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, un conjunto de lagunas tectónicas, conectadas en ocasiones por pequeñas cascadas, que albergan gran variedad de aves. Un oasis en la llanura manchega.
Es necesario regresar al camino principal para llegar a La Solana, donde se conserva arquitectura de hace cuatro siglos, cuando era un importante centro comercial de La Mesta, como la Casa de Don Diego, antiguo Palacio de los Condes de Casa Valiente, hoy oficina de turismo y una sala de exposiciones y, sobre todo, la Plaza Mayor.
Hacia el sur, en la carretera de Ruidera a Ossa de Montiel, se localizan dos de las aventuras más famosas del libro: la cueva de Montesinos y el castillo de Rochafrida. Don Quijote desciende a través del tiempo en Montesinos, en uno de los episodios más enigmáticos del relato de Cervantes, cuando penetra en la sima no sin antes invocar a su amada Dulcinea del Toboso, a la que pide su amparo. Para visitarla hoy no es necesaria una cuerda, hay escalones que facilitan el descenso.
En el castillo de Rochafrida, una fortaleza de origen árabe que pasó a manos de la Orden de Santiago, es donde Cervantes sitúa a la princesa Rosaflorida. Desde aquí nuestro camino llega al solitario castillo de Montizón, en Villamanrique. Inmediatamente aparece, en un mar de viñedos, la silueta de la villa de Valdepeñas.
Y siguiendo el cauce del río Acer llegamos hasta otro de los hitos de la ruta: Almagro, un importante conjunto histórico-artístico que cuenta, entre otros muchos puntos de interés, con una original Plaza Mayor y un Corral de Comedias, el único que se ha conservado intacto y en activo desde principios del siglo XVII hasta ahora, construido en 1628 por Leonardo de Oviedo.
Cerca, hacen su aparición las tierras rojizas del Campo de Montiel, que se citan de forma expresa en la novela: “Subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel. Y era la verdad que por él caminaba” (capítulo II de la primera parte).
- Lugares cervantinos
Al norte de Toledo, la comarca de La Sagra espera al viajero para conocer, además de la casa donde vivió Cervantes en Esquivias, el arte de El Greco en Illescas y el Parque Arqueológico de Carranque. Este trayecto comienza en Esquivias, población donde nació la esposa de Cervantes, Catalina de Palacios, y también fue el lugar donde se casaron en 1584 y residieron durante un tiempo en la denominada Casa de Cervantes, típica construcción labriega del siglo XVI, que conserva su estructura original y actualmente convertida en museo.
Muy pronto, la ruta llega a Illescas, que acoge como merece al viajero; no en vano ya en el siglo XII fue residencia real.