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Columna
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La escasa ayuda de Lula a Rousseff

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha invitado a su poderoso antecesor Luiz Inácio Lula da Silva a que se una a su agitando Gobierno. Parece un intento de mal gusto para protegerlo de una investigación por corrupción. También podría reforzar el apoyo de izquierda, pero puede que ni las legendarias habilidades políticas de su mentor basten para ayudar a Rousseff.

Lula se enfrenta a una investigación relacionada con supuestas comisiones ilegales de miles de millones de dólares de la petrolera estatal. Una vez en el Gobierno, cualquier procedimiento tendrá que ser llevado al Tribunal Supremo de la nación en lugar de permanecer en manos de un juez federal. Eso retrasaría la acción contra Lula aun cuando la investigación de Petrobras va cada vez más rápido.

La cámara baja del Congreso abrió en diciembre un procedimiento para echar a Dilma de su cargo por acusaciones de que quebrantó las leyes presupuestarias para impulsar el gasto durante su campaña a la reelección de 2014. En ese momento, ella tenía suficientes votos para sobrevivir. Ahora probablemente no los tenga. Tras las grandes manifestaciones del fin de semana que pedían su salida, su aliado de coalición, el centrista PMDB aseguró el sábado que decidiría dentro de 30 días si se continúa respaldándola.

Lula, aunque empañado por las acusaciones, podría intentar persuadir al PMDB para permanecer a su lado. A cambio, el PMDB presumiblemente exigiría disciplina económica y a las reformas que él y el Partido de los Trabajadores que fundó se resisten.

Los inversores, temiendo unos menores controles del gasto público bajo la influencia de Lula, incluso cuando la economía de Brasil se enfrenta a su peor recesión en décadas, abandonaron los activos al conocer que se uniría al Gobierno. Eso invierte el reciente el optimismo de que Rousseff daría paso a un régimen más favorable al mercado. Es probable que el ex presidente sea un obstáculo para esa reforma.

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