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Columna
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Rousseff gana, pero Brasil pierde

Dilma Rousseff comienza la semana en una posición más fuerte que su país. El viernes pasado, la acosada presidenta reemplazó al tecnócrata Joaquim Levy como ministro de Finanzas por su aliado izquierdista Nelson Barbosa. Ello reduce las probabilidades políticas de que el proceso para juzgar a Rousseff prospere. Pero sugiere un retorno a la libertad de gasto y las políticas estatistas.

El ex ministro de Planificación de Rousseff afirma que respalda la estabilidad fiscal y ha criticado en parte el enfoque económico del primer mandato de la presidenta. Su gran ventaja es su aceptación en la base que apoya a Dilma en el PT (Partido de los Trabajadores) y en uno de sus socios de coalición, el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño), que se opuso a la austeridad de Levy.

El objetivo original de Levy de un superávit presupuestario primario en 2015 de alrededor de 1% del PIB está por los suelos y la meta recientemente recortada del Gobierno de un superávit fiscal del 0,5% para 2016 no es creíble. El estudio más reciente del banco central mostró que se esperaba una contracción del PIB del 3,7% este año y un 2,8% el próximo. Pero Brasil tiene unas reservas de cerca de 370.000 millones de dólares (unos 311.000 millones de euros) y no está en peligro a corto plazo de suspender pagos.

Rousseff, sin embargo, está en mejor forma, dado que el intento de Eduardo Cunha, líder de la cámara baja del Congreso, para destituirla ha sufrido un doble golpe. El Tribunal Supremo declaró inválido el voto secreto utilizado por Cunha para sacar adelante una comisión que decidirá si Rousseff es juzgada con los miembros que la quieren fuera. El tribunal también dijo que el Senado, donde su apoyo es posiblemente más fuerte con el ascenso de Barbosa, puede bloquear el juicio en caso de que siga adelante.

Deshacerse de Rousseff no resolvería los problemas de Brasil, y el ruido sobre el procesamiento distraería de los temas importantes. Otra recesión económica podría forzar a Rousseff a abordar antiguas preocupaciones estructurales como la reforma de las pensiones, incluso si ella no quiere; pero solo cuando no esté en ese proceso que podría llevarla a juicio. Con eso en gran medida solucionado, debe volver al trabajo de arreglar Brasil.

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