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Historia del urbanismo

El chalé adosado, sueño de la clase media

Las casas en hilera surgen como solución de las olas urbanísticas que buscaban la vida fuera de la gran urbe a precio asequible. Desde los años ochenta se popularizaron en España

Cuando el personaje cinematográfico de Billy Elliot huía brincando sobre las vallas de los patios de casas en hilera, una de las imágenes más potentes de la película homónima, estaba metafóricamente diferenciándose de esas miles de familias de clase media y trabajadora que residían en propiedades iguales y llevaban una vida similar. Sin embargo, esos chalés adosados, como hemos bautizado en España a esas construcciones, ha sido el sueño de urbanistas, de parias que querían salir de pisos de miseria e ilusión de amas de casa que querían una vida mejor para su prole.

El comienzo de la construcción de casas en hilera está asociado a los planes urbanísticos surgidos al final del siglo XIX en Inglaterra, para afrontar la infravivienda de la clase trabajadora de la revolución industrial. El urbanista británico Ebenezer Howard aportó su visión en el libro Ciudades jardín del mañana, a principio del siglo XX, un sueño utópico de casas baratas más cerca de la naturaleza y conectadas con ferrocarril con la gran urbe. “Se pretendió dar una mejor calidad de vida a la vez que precios más baratos”, explica Ramón López de Lucio, catedrático emérito de Planeamiento Urbanístico en la Universidad Politécnica de Madrid.

El adosado presentó una ventaja de precio, ya que se construía sobre parcelas más pequeñas, en lugares con un coste de suelo menor y con un estructura más barata. “Es más económico porque solo tienen dos fachadas, que es la parte más cara, y están separadas mediante medianeras”, aclara el arquitecto Ricardo Aroca, quien también fue decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. Además de contar con tejados a dos aguas, en vez de a cuatro, más sencillos de construir, como recuerda López de Lucio.

El dato

Entre 1997 y 2008, las viviendas unifamiliares representan algo más del 26% del total, según los visados de dirección de obra, con datos recogidos por la UAM.

Esa utopía de vivienda unifamiliar también se trasladó a la España del principios del siglo XX con la Ley de Casas Baratas de 1911 y una reforma posterior en 1926 en la dictadura de Primo de Rivera. Era la época en la que aparecieron en las afueras de las grandes ciudades las conocidas como colonias, en base a construcciones públicas y de cooperativas obreras.

En Madrid hay multitud de ejemplos, la mayoría con casas pareadas (unidades de dos en dos) o adosados, de estas colonias: Fuente del Berro, Cruz del Rayo, de la Prensa, Bellas Vistas, Ciudad Jardín, Iturbe, El Viso, Colonia Socialista... muchas de ellas en la actualidad se han quedado enmarcadas en el centro de la capital y el metro cuadrado de esas propiedades se ha convertido en inalcanzable.

En el resto de las grandes ciudades también surgieron estas construcciones, como la Ciudad Jardín en Málaga, las Casas Baratas de Barakaldo (Vizcaya) o Mieres (Asturias) –ligadas a los obreros de la minería y de la metalurgia–, o El Buen Pastor en Barcelona. Es el momento en que el sindicato UGT impulsó la Cooperativa Pablo Iglesias para dar salida a la necesidad de viviendas de los trabajadores. “También para artesanos y pequeña burguesía”, recuerda el profesor López de Lucio. Incluso la Ciudad Lineal, proyectada por Arturo Soria, contaba con alguna de estas casas pareadas.

Urbanizaciones a las afueras

Los chalés adosados se reprodujeron como clones en los años ochenta y noventa en España, muchos de ellos ligados a otorgar una mejor calidad de vida a la clase media y a los trabajadores.

El arquitecto Ricardo Aroca fue uno de los primeros en desarrollar estas casas en hileras en una promoción en el barrio madrileño de Alameda de Osuna en los años setenta.

El pueblo madrileño de Rivas Vaciamadrid se convirtió, a su vez, en modelo para esta calidad de vida con casas baratas, desarrolladas fundamentalmente por las cooperativas Covibar (ligada a Comisiones Obreras) y Pablo Iglesias (UGT).

Getafe, con el llamado Sector 3, fue otro de estos modelos desarrollo, con parte de la promoción en hileras a partir de los años noventa.

Las New Towns

Aunque el gran boom de las casas en hilera llegó tras la Segunda Guerra Mundial, también proveniente de Reino Unido. En aquel país, en 1946 se aprobó una ley que impulsaba las llamadas New Towns (nuevas ciudades), de nuevo en las afueras, conectadas por ferrocarril, pero también gracias al uso del coche particular.

La primera de estas ciudades fue Stevenage, a 50 kilómetros al norte de Londres y conectada por tren con la capital del imperio. Decenas de ellas se desarrollaron en diferentes oleadas, entre ellas, tal vez la más conocida sea Milton Keynes, epicentro actual del mundo de la Fórmula 1. Una de esas urbes podría ser la ficticia Everington que aparece en la película Billy Elliot, con sus decenas de casas iguales en hilera. “Normalmente son casas en dos o tres niveles, sobre parcelas de 80 o 100 metros cuadrados, que permiten tener un jardín o un patio inglés en la parte delantera o trasera”, anota el profesor de la UPM. “El modelo se estandariza y se construyen grandes cantidades de viviendas iguales”, añade.

Al otro lado del Atlántico, el modelo tras la Segunda Guerra Mundial sigue caminos parecidos, pero la vivienda es más grande y unifamiliar, sin estar pegadas unas a otras. Es el modelo de urbanismo ideado por William Levitt, las urbanizaciones conocidas como levittowns, desarrolladas por la promotora Levitt.

La llegada a España

En España, el modelo de las casas en hilera construidas no llega hasta los años sesenta, también vinculadas al coche particular, a la vida fuera de la ciudad y a disfrutar de jardín y de una propiedad relativamente grande a precios asequibles. “Está ligado a la utopía de la vivienda unifamiliar con jardín y al lema de Levitt de viva usted en el campo”, señala Aroca. “En la naturaleza junto a otras 40.000 personas”, bromea el arquitecto.

La democratización de este tipo de casa también llevó a popularizar en España la palabra chalé, una derivación del chalet suizo, la típica residencia unifamiliar de madera de Los Alpes.

El chalé se convirtió en la ilusión aspiracional de la clase media. Como ejemplo de la cultura popular, el personaje televisivo Paloma Cuesta (interpretado por la actriz Loles León) de la serie Aquí no hay quien viva, soñaba en cada capítulo por subir de estatus social con su propio chalé, huyendo de insoportables vecinos.

Numerosas constructoras comenzaron en los setenta y ochenta con el desarrollo de estos inmuebles en nuestro país. “Todos los promotores privados se han sumado al modelo del chalé adosado”, recuerda López de Lucio. “La ventaja para el promotor es que es una construcción barata, que ha permitido que pequeñas empresas entren en ese negocio”, añade Aroca.

Cronología

1866. Construcción de las casas de la Constructora Benéfica en la barriada de Bellas Vistas, en Madrid, realizadas como una variante moderna de las viviendas tradicionales de los pueblos.

1898. El urbanista inglés Ebenezer Howard escribió la obra Mañana: un camino pacífico para la reforma real, que cuatro años después reeditaría como la más conocida y relevante Ciudades jardín del mañana, un ensayo que sentó las bases de las ideas utópicas de nuevas urbes en las afueras de las aglomeraciones surgidas tras la revolución industrial. Ese modelo propuesto por Howard comienza a desarrollarse por toda Europa.

1911. Inspirado en las nuevas oleadas urbanísticas y en los proyectos de ciudad jardín que intentan dar una vivienda digna a las clases trabajadoras, se aprueba en España la Ley de Casas Baratas.

1926. La dictadura de Primo de Rivera reforma la anterior ley e impulsa este modelo de vivienda asequible. Comienzan a surgir las conocidas como colonias en los extrarradios de las grandes ciudades por toda España, promocionadas también en la época de la II República y ligadas en algunos casos a cooperativas obreras.

1946. Tras la Segunda Guerra Mundial aparece en Reino Unido el concepto de New Towns, ciudades planificadas y construidas desde cero, fuera de las urbes congestionadas. Como ejemplo, Milton Keynes.

1960. Comienza a llegar a España el concepto de las urbanizaciones de chalés en hilera.

1976. El arquitecto Ricardo Aroca desarrolla los que se denominan como condominios: la urbanización llamada Santa Catalina de Alameda de Osuna (Madrid).

1980. Durante esta década se realiza el plan de rehabilitación del poblado chabolista y de infraviviendas del Pozo del Tío Raimundo. Uno de los arquitectos participantes, Ramón López de Lucio, recuerda que el plan destinó alrededor del 20% de adosados, situados entre edificios convencionales y torres.

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Sobre la firma

Alfonso Simón Ruiz
Graduado en Economía y máster de Periodismo UAM / EL País. En Cinco Días desde 2007. Redactor especializado en información empresarial, especialmente sobre el mercado inmobiliario, operaciones urbanísticas y, también, sobre la industria farmacéutica y compañías sanitarias.

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