‘Social dining’, una nueva forma de sentarse a comer
Esta práctica, de gran éxito en Francia, está empezando a dar el salto a España Venden una inmersión cultural a través de la cocina y la conversación
La economía colaborativa no deja de inundar el mercado con servicios de todo tipo a precio competitivo. Blablacar.com ya se ocupa de que 2,5 millones de españoles viajen por carretera a un coste mínimo, a menudo el de su parte alícuota del combustible consumido por quien pone el coche. Uber ha puesto en pie de guerra a los taxistas de toda Europa al sentir que esa organizada red de particulares no es sino un modo de competencia desleal. Airbnb, la web en la que se comparte alojamiento, es uno de los mayores fenómenos empresariales de los últimos tiempos, así como un quebradero de cabeza para la industria hostelera. Cabify (relacionada también con la movilidad), Comunitae (préstamos personales), Rentalia (alojamiento vacacional), Ticketbis (compra y venta de entradas para espectáculos)... Los ejemplos son numerosos.
Un negocio de volumen creciente
Los analistas esperan que AirBnb cierre 2015 con 80 millones de reservas gestionadas, el doble que el año anterior. El gigante americano ya opera en unas 34.000 ciudades de 190 países. Ninguna cadena hotelera puede siquiera aspirar a imitar su inmensa red de alojamientos, que por otra parte no son propiedad suya. A tenor de las últimas rondas de financiación conseguidas (el Financial Times habló de 1.500 millones cerrados este verano), su valoración para una eventual salida a Bolsa rondaría los 24.000 millones de dólares (unos 21.360 millones de euros).
Estos números dan una idea de la magnitud del negocio. No hay datos precisos del peso que puede suponer hoy en día la economía colaborativa. Según proyecciones de la revista Forbes, podríamos estar hablando de unos 2.580 millones de euros en 2014 en todo el mundo, una cifra que todos los expertos consideran que no dejará de crecer en los próximos años. La consultora Nielsen eleva la cantidad hasta los 2.700 millones de euros.
Ahora le llega el turno a la restauración. Se multiplican las webs en las que los interesados ponen a disposición su casa para ofrecer comidas o cenas. Las francesas VoulezVousDiner.com y VizEat o la estadounidense Socialdiningnetwork.com son algunos de los máximos exponentes del llamado social dining. Los interesados publican en estas plataformas el menú que van a ofrecer y le ponen un precio. Los invitados potenciales pueden escoger el tipo de comida, coste y localidad en la que quieren experimentar. Ambas partes son luego valoradas, de forma que los mejores anfitriones y huéspedes pueden ser reconocidos fácilmente.
Porque lo que se vende en estas webs es precisamente eso: una inmersión cultural a través de la cocina (y de la conversación con el público local) que no se conseguiría optando directamente por un restaurante convencional. “¡Disfruta una deliciosa comida con tu anfitrión y descubre una cultura!”, lee el eslogan de VizEat, que tiene a Barcelona en su cartera y que según Efe ha experimentado un crecimiento meteórico: arrancó su andadura en 2014 y ya acumula 3.000 anfitriones y 40.000 usuarios inscritos en 60 países.
Un vecino de Las Rozas, por ejemplo, ofrece su casa en VolezVousDiner.com a quienes quieran degustar un cocido madrileño, “the most tipical meal at Madrid”, por 37 euros. El modelo de negocio de estas webs es similar al de gigantes como Airbnb: la plataforma se queda con un porcentaje del precio acordado.
El lado perverso del social dining, denuncian los hosteleros, es que los improvisados cocineros no cuentan con los debidos permisos de sanidad y calidad que sí tienen los restaurantes. Motivo esgrimido para considerar estas webs competidoras desleales.