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Columna
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Hollande apuesta por el bien común

El gobierno socialista de Francia está intentando hacer un cambio izquierda-derecha. Está aprobando recortes de gastos y haciendo reformas reglamentarias sobre los que sus predecesores de centro-derecha hablaron pero no pudieron promulgar. El presidente Francois Hollande podría tener que esperar a la posteridad recibir agradecimiento. El electorado actual probablemente no lo hará.

Puede que los votantes estén más abiertos a la idea de una reforma ahora que en el pasado. Las encuestas muestran que casi tres cuartas partes de la población quieren que las empresas puedan establecer las horas de trabajo de los empleados, un cambio que podría diluir la obligación de una semana laboral de 35 horas.

Si sus reformas dan frutos, el presidente francés podría recuperar popularidad para la reelección

Además, las reformas vienen de forma más fácil cuando los consumidores tienen confianza. Los franceses registran el mayor optimismo en ocho años, aunque las tasas de desempleo alcanzan nuevos picos. Tal vez les mueva la caída de los precios del petróleo o no estén preocupados por los recortes previstos en el gasto público, unos 50.000 millones de euros en total entre 2015 y 2017. O puede que estén alentados por la promesa de Hollande de unos tipos impositivos más bajos para los hogares más pobres el año que viene, tras un recorte en 2014.

Aun así, la aceptación popular de la reforma no está ayudando a los socialistas reformistas. El partido ha registrado malos resultados en todas las elecciones, locales o europeas, desde que Hollande llegó al poder en 2012. Si las encuestas están en lo cierto, las elecciones regionales de diciembre seguirán este patrón.

Si sus reformas dan fruto antes de las presidenciales de 2017, Hollande podría recuperar la popularidad suficiente para tener una posibilidad de reelección. Pero el precedente alemán no es alentador. El Partido Social Demócrata del país terminó con un papel menor en el gobierno de coalición formado después de las elecciones de 2005, que siguieron a las reformas laborales y en las ayudas públicas de Gerhard Schroeder entre 2003 y 2005. Los votantes no siempre aprecian a los líderes que intentan hacer lo correcto.

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