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Los analistas prevén que el barril de petróleo se situará entre 50 y 70 dólares hasta 2016

Efectos agridulces

El desplome del precio del crudo favorece a las compañías de transportes pero perjudica a las petroleras.

Denisse Cepeda Minaya

La disminución de los precios del petróleo ha aliviado a la economía española. Tanto así que esta bajada superior al 50% en más de un año se ha convertido en uno de los principales propulsores del crecimiento económico. Sin embargo, sus efectos secundarios reaniman o inquietan a las empresas dependiendo de su actividad.

El desplome responde a factores de oferta y demanda. Es decir, por un lado, influye tanto el aumento de la producción de crudo no convencional en Estados Unidos (a través de la técnica del fraking) como el mantenimiento del volumen de suministro por parte de los países productores de la OPEP. Y, por otro, afecta la debilidad económica de China, una de las mayores consumidoras.

No obstante, predominan los factores de demanda (el 70%), puntualizan desde BBVA Research, entidad que pronostica una elevada volatilidad por las dudas respecto de los países emergentes y la sobreproducción.

Los más pesimistas dejan el valor en 20 dólares el barril 

Pero este escenario bajista favorece, lógicamente, a los sectores importadores de crudo. “El efecto neto es claramente beneficioso en España, como importadores de energía que somos, ya que supone menores costes y mayor disposición al gasto y la inversión”, afirma José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi. Desde este punto de vista, precisa que las empresas que más se beneficiarán de esta coyuntura serán las aéreas y de transporte, que obtendrán mejores resultados.

El grupo IAG –que incluye a Iberia, Vueling y British Airways– es uno de los favorecidos. Sin embargo, la reducción no se traslada automáticamente a su estructura de costes, ya que depende de las coberturas y del tipo de cambio (el petróleo se compra en dólares). Por tanto, no se benefician de las rebajas a corto plazo, sino a medio, dicen los expertos.

Así, en el caso de Iberia, la compañía prevé un crecimiento del 10% en 2015, aunque lo atribuye a la reducción de costes, las inversiones en la renovación de flota y el incremento de la productividad y flexibilidad, de acuerdo con el informe sobre sus últimos resultados, disponible en su web.

“El transporte aéreo es el segundo sector más beneficiado porque el queroseno usado por los aviones representa el 13% del consumo de derivados del petróleo”, destaca Alberto Martín, socio responsable del sector energía de KPMG en España.

Ahorros significativos

El transporte por carretera ocupa la primera posición, según Martín, ya que concentra el 62% del gasto. Aquí están las flotas de vehículos industriales y las empresas de carga y distribución. En este apartado se incluye también a las familias. “Ven reducido su gasto en gasolina, diésel o calefacción”, añade. En la lista de sectores ganadores sitúa, a continuación, a la agricultura, minería, industria química y construcción.

Los ahorros por combustibles pueden ser significativos en todas estas industrias. “Hay algunos sectores, los más intensivos en consumo, donde la energía representa el 30% o 40% de sus gastos. Pero tras la caída han logrado un descuento del 40% (45 euros) si se toma como referencia el nivel máximo alcanzado en junio cuando el barril se cotizaba a 114,81 dólares”, apunta Martínez Campuzano, de Citi.

En ocasiones, las ganancias alcanzan a otras actividades. “La bajada tiene un efecto indirecto sobre los precios del gas natural, que tiene como referencia al petróleo, y que produce un beneficio adicional para los productores de electricidad, las industrias químicas, las mineras y papeleras, así como para el comercio y los consumidores domésticos”, agrega Alberto Martín, de KPMG.

Revisión de planes

Pero el impacto positivo no es igual en todas las firmas, advierte Bárbara Cueto-Felgueroso, gerente del área de asesoramiento financiero de Deloitte: “Dependerá del sector de actividad y la dependencia que tenga sobre otras fuentes de energía además del petróleo”, precisa.

Para muchas empresas españolas, el nuevo escenario bajista no supone un efecto balsámico en sus cuentas. Al contrario, obliga a una revisión médica, es decir, a ajustar sus planes estratégicos.

Es el caso de la petrolera Cepsa, que se enfoca en la reducción de costes y revisión o posposición, como último recurso, de sus inversiones. “El sector se ha visto muy afectado, especialmente en el área de exploración y producción.

Hemos aplicado medidas de eficiencia para garantizar proyectos que de otra manera no podrían ser rentables, porque todo apunta a que la recuperación del mercado será más lenta que en periodos anteriores”, señalan fuentes de la empresa. Con todo, mantiene su plan estratégico, que se centra en “un alto nivel de integración y proyección internacional”.

Mientras, Repsol prepara su hoja de ruta para los próximos cuatro años, un plan que prevé presentar en el último trimestre de este año y que se enfocará principalmente en una mayor creación de sinergias tras la adquisición en mayo pasado de la canadiense Talisman Energy.

En paralelo, la empresa trabaja en la renegociación de contratos con proveedores de su unidad más sensible, la de exploración y producción; disminuye inversiones, y trabaja para mejorar los procesos de producción y eficiencia energética, según indican fuentes del sector.

Desinversiones

Otra petrolera en proceso de reajuste es la británica BP, que cuenta con filial en España. “El actual entorno supone un reto muy importante para todas las compañías donde el negocio de exploración y producción tiene una participación significativa”, dice un portavoz.

Desde hace un año y medio, la multinacional también “adapta su tamaño, reduce coste e inversiones”. En ese sentido, ha completado su plan de desinversiones en activos por 43.000 millones de dólares (unos 38.300 millones de euros) y anunciado la dotación de otros 1.000 millones (unos 890 millones de euros) para cubrir los costes de reestructuración.

Desde la consultora Deloitte consideran que, en general, todas aquellas empresas expuestas a países con elevada dependencia de la exportación de petróleo podrían verse perjudicadas. “Por un lado, por el efecto que puede tener en las cuentas públicas de estos países (reducción de la balanza comercial, dificultades para obtener financiación e impagos) y, por otro, por la repercusión negativa sobre los planes de inversión, como puede suceder en Venezuela, Colombia o Argentina”, explican.

Pero este panorama también puede convertirse en una oportunidad. “Unos precios menores permiten a las empresas aumentar su margen en la actividad de refino y petroquímica”, opina Martín, de KPMG. Es el caso de Repsol, que calcula que este negocio aportará a sus cuentas cerca de 3.000 millones en el primer semestre, mientras que para Cepsa ya supuso el 66% de los resultados en el mismo periodo.

Esta área de negocio gana peso justo ahora que el horizonte a corto y medio plazo es aún incierto: los analistas prevén un escenario en el que el barril se colocará entre los 50 y 70 dólares para 2015-2016. Los más pesimistas, como Goldman Sachs, vaticinan incluso que llegará a los 20 dólares.

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Sobre la firma

Denisse Cepeda Minaya
Periodista especializada en energía, medio ambiente, cambio climático y salud. Máster en Economía verde y circular por el Inesem y Máster en Periodismo por la UAM/El País. Con más de 20 años de experiencia en periodismo económico. Anteriormente trabajó en República Dominicana como reportera de economía en los periódicos El Caribe y Listín Diario.

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