_
_
_
_
Breakingviews
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La fiebre de las elecciones en Grecia

Las próximas elecciones en Grecia podrían reabrir la caja de Pandora que se suponía que el reciente acuerdo de rescate de 86.000 millones de euros del país con sus acreedores había cerrado. Dado que no es probable que ningún partido logre una mayoría en los comicios del 20 de septiembre, puede ser difícil formar un gobierno fuerte que pueda implementar el programa. Incluso existe el riesgo de que haya aún más elecciones, llevando a Grecia de nuevo a la crisis.

Cuando Alexis Tsipras dimitió como primer ministro, probablemente pensó que iba a ganar con bastante facilidad. Después de todo, las encuestas de opinión de julio lo situaban por encima de sus rivales. La idea de Tsipras era deshacerse de los parlamentarios de Syriza que se oponían a su acuerdo con la zona euro y fijar un nuevo mandato para implementar el programa.

Pero las encuestas de opinión de la semana pasada pintan un cuadro diferente. En conjunto, Syriza sigue siendo el principal partido, pero su ventaja sobre el partido de centro derecha Nueva Democracia se ha reducido drásticamente.

En el pasado, Tsipras seguía siendo popular a pesar de las terribles decisiones que llevaron al país al borde de un abismo económico. Pero ahora parece que el barro se le está empezando a pegar. La guerra civil dentro de Syriza también le está pasando factura.

Si Tsipras no puede formar un Gobierno, puede que tenga que haber aún más comicios, los terceros este año

La campaña electoral apenas ha comenzado y las encuestas de opinión durante la temporada de vacaciones de agosto no se consideran particularmente fiables. No parece probable que ningún partido se vaya a hacer con una mayoría en el parlamento de 300 asientos, incluso aunque el que logra más votos obtiene un extra de 50 miembros del parlamento.

Esto presenta un problema. Es cierto que probablemente la gran mayoría de los diputados electos este mes pertenezcan a partidos comprometidos, al menos en teoría, con el rescate. El problema es que Tsipras ha dicho que no va a ser el primer ministro de un Gobierno que incluya a Nueva Democracia o a dos partidos de centro y de centro-izquierda más pequeños. Además, es dudoso que su socio de coalición favorito, Griegos Independientes, se asegure algún diputado.

Si Tsipras no puede formar un Gobierno, puede que tenga que haber aún más elecciones, las terceras de este año. Esto podría causar más caos económico porque Atenas podría retrasarse seriamente en la aplicación de su acuerdo de rescate. La gente podría incluso especular más con que Grecia pudiera abandonar el euro.

El pueblo griego bien podría castigar a Tsipras si forzara una tercera elección. Ya parecen poco contentos con haber sido llamados de nuevo a las urnas –Tsipras también celebró un referéndum en julio sobre una versión anterior del programa de rescate–.

Existe el riesgo de que Tsipras no se deshaga de todos los rebeldes de su partido por miedo a engrosar las filas del nuevo grupo disidente. En ese caso, podría encontrarse con que su Gobierno comience con una mayoría, pero que su unidad se derrita cuando tenga que tomar decisiones difíciles, lo que llevaría a otras elecciones.

Este escenario podría evitarse si cualquiera de las partes invitadas a unirse a una coalición liderada por Tsipras insistiera en que todos los otros partidos centristas estén también en el Gobierno. Esto probablemente daría una mayoría lo suficientemente grande como para soportar futuras deserciones. Cualquier socio de la coalición también debería insistir en que Tsipras nombrara a ministros serios, como algunos tecnócratas en su gabinete.

Otra idea sería que Tsipras apoyara alguna forma de Gobierno de unidad nacional, pero no como su primer ministro. Podría proponer a otro político de Syriza o algún tecnócrata para el puesto. Pero esto aumentaría la preocupación de que Tsipras quiera lavarse las manos del programa que firmó previamente, lo que a su vez lo haría más difícil de implementar.

Todos los cálculos cambiarían si Nueva Democracia ganara las elecciones. Sería más fácil formar una coalición, ya que se ha comprometido a trabajar con cualquier partido democrático tras la votación. Incluso ha dicho que trabajaría con Syriza en un gobierno de unidad nacional. Aunque ese podría ser el mejor resultado, es poco probable que Tsipras esté de acuerdo con él. Incluso si se evitan los peores escenarios, el riesgo es que en medio de la lucha política, lo más beneficioso para el pueblo griego no termine impulsando los acontecimientos.

Archivado En

_
_