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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Señor Tsipras, señora Merkel: y ahora qué

Los sacrificados ciudadanos griegos han tomado una decisión sobre aquello que debería hacer decidido su atribulado presidente de Gobierno hace ya más de una semana: aceptar o no la última propuesta presentada por sus socios europeos para prorrogar unos meses el rescate financiero de Grecia. Aunque por un margen bien escaso, han optado por mantener la vinculación política con sus socios naturales, aunque ello suponga seguir haciendo sacrificios adicionales; a cambio dispondrán de un flujo de recursos que garantizan su financiación, y seguramente verán aliviada la inmensa e impagable deuda que cargan sobre sus espaldas.

En las condiciones excepcionales en las que han votado, en un referéndum apresurado sin apenas campaña y con información limitada y atrapados en un corralito financiero que ha secuestrado sus ahorros, los griegos han puesto en su sitio el Gobierno de Tsipras, que ahora ya no puede esquivar la responsabilidad de tomar decisiones, por muy difíciles que le parezcan a él. Hubiere sido el resultado del referéndum este u otro, dos cosas son inevitables: Grecia va a seguir dentro de la zona euro, y Grecia tendrá un tercer rescate en muy poco tiempo. Por tanto, señor Tsipras, señora Merkel, hay que volver a la mesa con la decidida intención de aliviar el sufrimiento de la población griega, y a ser posible con un planteamiemto estratégico, que no se limite a resolver las dificultades de los meses que faltan hasta la Navidad, como era la intención primera.

Solo una enajenación temporal de los líderes europeos puede colocar a Grecia fuera del euro. Los comentarios de una y otra parte a propósito del referéndum han llevado las amenazas hasta el límite de la imaginación, pero la cordura ha vuelto en las últimas jornadas. Grecia sigue en el euro porque así lo quieren los griegos y porque nadie entendería que estuviera fuera, a la intemperie financiera y tambaleando el equilibrio geopolítico de una de las zona más calientes del planeta.

El acuerdo es la única solución, y dado que técnicamente solo es posible ya un nuevo rescate, debe ajustarse a las necesidades de Grecia para salir definitivamente del pozo negro en el que cada vez está más hundida. Pero debe hacerlo con reciprocidad y lealtad, con las reformas que proporcionen a su economía la capacidad de crecimiento que precisa y con una decidida voluntad de cambiar los comportamientos ciudadanos que hasta ahora han hecho de Grecia un estado fiscal fallido. Tal como el FMI ha propuesto, Grecia precisa otro rescate en el que se sumen 52.000 millones de euros a los más de 7.000 que siguen pendientes de entregar por parte de la Unión Europea, además de una reestructuración de una deuda inconmensurable (un 180% de del PIB heleno). Sea quita, sea bajada de tipos, sea carencias más dilatadas, o las tres cosas a la vez, Europa debe tomarse el asunto en serio, pero tiene que encontrar de frente un Gobierno heleno serio y responsable. Es probable que la consulta haya curado el amateurismo de Tsipras como para afrontar un trance que minimice las dificultades a los griegos, a quienes le votaron y a quienes no.

La negociación es urgente. No es una opción la convocatoria de nuevas elecciones para prolongar e intensificar las dificultades otros cincuenta días, porque no hay sociedad que soporte un corralito tanto tiempo. En tal periodo, Grecia tiene que atender nuevos pagos, y la imposibilidad de hacerlo agravará más las cosas, salvo que la mano izquierda de Mario Draghi decida aliviar la situación abriendo el grifo de un dinero que está prácticamente agotado en los búnkeres de los bancos.

La mayoría del trabajo técnico está hecho. La última propuesta planteada por Europa contiene los elementos suficientes para el acuerdo, y hasta el propio Tsipras admitió en una carta la semana pasada que estaría dispuesto a firmarla si se introducían pequeños retoques. Carece de sentido agarrarse ahora al resultado de la consulta para que unos u otros endurezcan su posición. La gente no está para pulsos, solo quiere Gobiernos que resuelvan sus problemas. Y los mercados financieros, que hoy valorarán tanto el resultado de la consulta helena como la disposición al consenso, quieren aprovechar la recuperación que se ha iniciado en Europa, y que no quede diluida en la reedición de un conflicto que debería estar resuelto hace muchos meses.

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