“Defiendo la neutralidad de la red porque garantiza la innovación”
El 29 de octubre de 1969 dos ordenadores, uno en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y el otro en el Stanford Research Institute entablaron la primera conversación de la historia entre dos máquinas a varios kilómetros de distancia. Se pretendía enviar la palabra “login”, pero solo llegaron a enviar dos letras “l” y “o”, antes de que cayera el sistema. El ingeniero al frente de la hazaña era Leonard Kleinrock (Nueva York, 1934), considerado uno de los creadores de internet. Hoy recibe el premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de la Información y la Comunicación por desarrollar la base matemática que permite compartir recursos en la red y posibilita el tráfico eficiente de datos.
Pregunta. Han pasado 46 años desde ese hito. ¿Cuál fue su aportación?
Respuesta. En 1960, cuando acabé la carrera, yo estaba rodeado de ordenadores y me di cuenta de que en algún momento necesitarían comunicarse entre sí, pero en aquel momento no había una tecnología que lo permitiese. Entonces, la gran red era la telefónica, pero era completamente inadecuada para la comunicación de datos. En la red de voz, a una conversación se dedica una línea en exclusiva (como si las autopistas fueran usadas por un único coche cada vez) y los hablantes están en silencio alrededor de un tercio del tiempo, pero el tráfico de datos funciona en picos, y durante el 99,9% del tiempo no se envía nada. Teníamos que buscar otra forma de hacer las cosas. Lo importante no era dedicar un canal de comunicación, sino permitir que los datos fuesen pasando por la red de nodo en nodo usando un enlace, de forma que muchos puedan utilizar la red al mismo tiempo. La idea era fragmentar los mensajes y usar todos los canales disponibles para enviar los paquetes de datos resultantes [que se ensamblan de nuevo en destino].
P. ¿Y se ha cumplido lo que soñó que sería internet?
“Temo el poder de empresas como Google”
Leonard Kleinrock habla abiertamente de la actual era de dominio de Apple, Google, Facebook... “Me preocupa el poder que están tomando algunas de estas empresas”, dice. “Cuando empezó Google se la llamaba la novia de internet, pero a los 2 ó 3 años los medios ya se preguntaban si era una empresa malvada. Estaba explotando la información que tenía y nunca se había visto una empresa con tanto poder y riqueza, que al mismo tiempo pudiese cambiar de dirección la tecnología”. Kleinrock asegura que le gustaría que ese poder estuviese más distribuido. “Por supuesto, los beneficios de las tecnologías que ofrecen esas empresas yo los disfruto, porque son fantásticas. Pero yo, por ejemplo, no uso la nube. No me gusta que todo lo que tengo esté en la red. Quiero tener acceso a mis datos aunque no esté conectado. Y no quiero que estas grandes corporaciones tengan en sus manos toda la información que para mí es importante. Es un tema de privacidad, pero también de acceso y de control”. En su opinión, algunas de estas grandes organizaciones “no solo están controlando la tecnología, sino también la política y las estructuras cívicas. De alguna manera, debería haber un control razonable sobre la cantidad de influencia que puede tener una única organización”. Kleinrock también critica la capacidad de estas firmas “para matar otras empresas que empiezan a hacerles competencia. Eso es muy negativo”.
R. Cuando desarrollé esa tecnología nadie me hizo caso [las telefónicas alegaron que su negocio estaba en la voz, y que eso no iba a cambiar], hasta que a mediados de los 60 el departamento de Defensa de EEUU creó la Agencia de Investigación en Proyectos Avanzados (ARPA) y decidió invertir en una red que conectase todos sus centros repartidos por el país. Entonces avancé que habría una red de ordenadores que estaría siempre disponible y a la que podría acceder todo el mundo y que sería invisible, como la electricidad, pero esto último aún no se ha cumplido. Todavía es demasiado complicado. Lo que nunca se me ocurrió es que mi madre de 99 años iba a estar en internet antes de fallecer, ni que iba a convertirse en una red social, donde se iban a comunicar las personas. Yo me imaginaba ordenadores hablando entre sí o personas hablando con ordenadores, pero personas con personas no se me ocurrió. Hasta 1972, que surgió el email, y entendí que básicamente esto se conforma por la interacción de personas.
P. ¿Y para cuándo internet se convertirá en el sistema nervioso global que usted anticipa?
R. Queda mucho. La tecnología de internet estará en las paredes de nuestra casa, en nuestro cuerpo, en el coche... se integrarán microdispositivos en todos los elementos de nuestro entorno, que recogerán y enviarán datos de modo constante; traeremos el ciberespacio a nuestro mundo real. Cuando entre en mi biblioteca esta sabrá que estoy allí y podré preguntarle dónde está un libro y me responderá. Pero queda trabajo por hacer en movilidad, en el llamado internet de las cosas, en agentes de software inteligente que hagan lo que les pidamos, nos alerten e informen, y sean invisibles. Además, los interfaces serán más naturales; entraremos a internet mediante gestos y posturas, como interactuamos con otros humanos.
P. Este internet de la cosas acelerará el internet invisible, pero muchos temen que también eleve el riesgo de sufrir más ciberataques y que provoque más pérdida de privacidad.
R. Ciertamente son dos puntos críticos, pero olvídese: la privacidad ya no existe. Hace tiempo que la cedió de forma voluntaria: al tener tarjeta de crédito, llevar móvil, publicar cosas en internet... y lo hace porque esto le da beneficios. Es una especie de compensación. El problema es que los que tienen acceso a esa información han abusado de ella. Habría que hacer ajustes entre la política de protección de datos que desea el usuario que se le aplique y lo que hacen las empresas. De cualquier manera, la única forma que tenemos de tener privacidad es quitarnos todo lo que llevamos encima, saltar al Mediterráneo con la esperanza de que no haya un sónar allí abajo, que seguramente lo habrá.
P. Pero hay gente como Tim Cook, presidente de Apple, que defiende que la privacidad es un derecho fundamental y ha apostado por implantar un cifrado fuerte en sus productos.
r. Eso está muy bien, porque ya pasamos al lado de la seguridad. El cifrado es una solución muy buena para proteger la información, pero el problema es la dificultad de desplegar lo que se conoce como llaves públicas, porque requiere muchísima capacidad de proceso. Yo creo que la mejor solución para lograr una internet más segura es el cifrado homomórfico, en el que se está trabajando actualmente y que permitirá que tenga lugar la computación mientras los datos y los programas siguen cifrados. Eso cuidará tanto la privacidad como la seguridad, pero de momento solo existe como proyectos de investigación.
Hay otra manera hacia la que puede evolucionar la red, pero que me parece una mala idea. Puede que las empresas, preocupadas por los ciberataques, decidan crear sus propias redes privadas sin conexión a internet. Una especie de formación de silos; que cada organización tenga su propia red, que fue lo que ocurrió en los años 70, antes de que internet fuera la red dominante.
"Puede que las empresas, preocupadas por los ciberataques, decidan crear sus propias redes privadas sin conexión a internet. Una especie de formación de silos. Me parecería un error"
P. ¿Pero eso acaba con la esencia de internet, de una red global y abierta?
r. Si avanzamos hacia esa configuración de red, la capacidad de compartir datos se va a ver afectada. Yo preferiría que eso no ocurriese, pero sí hay movimientos en esa dirección; todos esos cortafuegos corporativos que no permiten que accedas a información valiosa o que los que están en la organización no puedan salir. Otra opción que se estudia son nuevas arquitecturas de red, pero es un proyecto más complicado porque se necesitan cambios básicos en el internet de hoy y ya tenemos miles de millones de dispositivos y de personas y un sistema que ya existe. De cualquier manera, los usuarios no deberían ser negligentes y seguir lo que yo llamo las normas de la ciberhigiene: cuidar sus contraseñas, no subir a la red lo primero que se les ocurre...
P. De todos modos, ¿por qué no hicieron un internet más seguro desde el inicio? Hubiera sido más sencillo.
r. Por varias razones. Primero, porque inicialmente la red la utilizabamos una comunidad muy pequeña y todos los fiábamos de todos. No hacía falta protegernos unos de otros. Y, segundo, porque nunca se nos ocurrió que esto iba a tomar las dimensiones que tiene. El diseño original de la red era de 19 nodos, no de 1.500 millones. Además, en aquel momento lo que nos interesaba era que fuese fácil entrar en la red, convencer a la gente de que participase. Entonces no nos interesaba poner restricciones.
P. ¿Y qué opina de otro tema muy controvertido: la neutralidad de la red?
r. Estoy a favor. Como consumidor no quiero que mi operador me cobre de manera distinta un bit de vídeo o de correo o de audio. Yo quiero pagar bits por segundo, no quiero que la operadora que me ofrece ancho de banda decida el tipo de contenido que voy a recibir. Por otra parte, y desde el punto de vista de las empresas, si un proveedor de internet da tasas preferenciales a los grandes proveedores de contenidos, los proveedores más pequeños no van a poder surgir. No van a tener igualdad de condiciones y ya con eso estaríamos suprimiendo la innovación. No se puede ahogar así el surgimiento de ideas, de nuevas tecnologías. Sin duda, eso sería algo muy negativo.
P. ¿Ve futuro en las iniciativas Project Loon, Internet.org o SpaceX de Google, Facebook y Tesla, de dar internet desde globos, satélites?
r. Muchos de ellos son muy viables. Una de las cosas que yo predije en 1969 fue la ubicuidad de la red; que tendríamos acceso a la red desde donde estuviéramos, y eso aún no se ha cumplido, ni siquiera en los países industrializados. Menos en los países en vías de desarrollo. Todos estos globos, satélites... que ofrezcan un ancho de banda robusto, son necesarios, porque tener acceso a internet es un derecho público, así que estoy muy a favor de esas tecnologías.