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Columna
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Lo que Alemania podría dejar pasar

No es demasiado tarde para que el gobierno alemán utilice los tipos de interés ultrabajos para contribuir a abordar la deteriorada infraestructura del país. Pero puede que lo sea pronto.

Una comisión del Gobierno presentó opciones para salir de la maraña hace un mes. Sin embargo, la solución obvia de una financiación rápida –con las tasas actuales por debajo del 1%– se descarta por la fijación del país con la consolidación fiscal. Lejos de querer aprovechar la disposición de los prestamistas, el gobierno de coalición planea reducir el nivel de deuda del país del 75% del PIB al 61,5% en 2019.

La inversión pública es cada vez mayor, gracias a la creciente recaudación fiscal por el fortalecimiento de la economía. La coalición ha destinado 18.500 millones de euros adicionales que se invertirán en infraestructura hasta 2018.

Hace falta mucho más. El dinero se podría financiar con facilidad. Sin embargo, el llamado “freno a la deuda”, que se incluyó en la Constitución en 2009, limita los déficits fiscales estructurales anuales al 0,35% del PIB. La coalición es aún más ambiciosa. Se prevé un presupuesto equilibrado cada año hasta 2019.

La diferencia entre el equilibrio y un pequeño déficit llega hasta 50.000 millones de euros en cinco años, según las proyecciones económicas actuales.

La consolidación fiscal durante una fase de expansión económica puede parecer una política macroeconómica anticíclica sensata. Pero eso no es cierto para Alemania. En una recesión, el “freno a la deuda” se convertirá en una limitación real, obligando a una política fiscal más severa. La oportunidad de reacondicionar la infraestructura obsoleta del país desaparecerá después. Y la historia económica enseña que ninguna mejora económica dura para siempre. La canciller Angela Merkel, básicamente, se enfrenta a dos alternativas: utilizar la oportunidad para cerrar la brecha de inversión ahora, o perderla.

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