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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una economía que ha dejado atrás la crisis

El Gobierno aprobó ayer una revisión del cuadro macro de previsiones económicas que corrige al alza todos los indicadores y confirma la destacada velocidad de crucero que ha ido adoptando la recuperación económica española. El nuevo cuadro, que se corresponde con el Programa de Estabilidad 2015-2018, prevé que el PIB aumente este año y el próximo un “cauto” 2,9%, frente al 2% previsto anteriormente, así como un 3% en 2017 y 2018. La recuperación de la demanda interna, tanto en el consumo –que crecerá, según esas previsiones, un 3,3%– como en la inversión, que lo hará en un 6,3%, demuestra que la salida de la crisis es una realidad indiscutible, percibida tanto por la ciudadanía como por el tejido empresarial. El regreso del optimismo en las expectativas de familias y empresarios, el menor temor a perder el empleo y una razonable tranquilidad frente al futuro han ejercido de motores de una demanda interna que, a su vez, recupera su papel de combustible para el crecimiento. Los indicadores de comercio exterior del Gobierno apuestan por un aumento de las importaciones como consecuencia lógica de ese repunte de la demanda. Al tiempo, las exportaciones continuarán creciendo, pero a un ritmo menor, lo que previsiblemente hará que el saldo exterior sea negativo.

Todas estas variables deberán reflejarse de forma contundente en el mercado de trabajo que, según el nuevo cuadro macro, creará este año 600.000 empleos y llevará la tasa de paro al 21% –por debajo de la existente cuando el Partido Popular ganó las elecciones– y al 15,6% en 2018. A esa potente radiografía hay que sumar la revisión a la baja de algunas de las amenazas y lastres. Es el caso del crecimiento de la deuda pública, uno de los desequilibrios a vigilar, que el Gobierno no prevé que supere el umbral psicológico del 100% del PIB, tal y como contemplaban los Presupuestos.

El Gobierno remitió ayer también a Bruselas el Programa de Estabilidad 2015-2018. España está obligada a rebajar este año el déficit público desde el 5,7% al 4,2%, lo que implica un ajuste de unos 14.000 millones de euros, mientras que para 2016 el objetivo seguirá siendo del 2,8% y para 2017 se eleva ligeramente, al 1,4%. Al contrario que en los peores años de la crisis, cuando la consolidación fiscal exigió duros recortes y drásticas medidas de ajuste, el Ejecutivo confía en que la mejora de la actividad económica proporcione a las arcas públicas –vía recaudación tributaria– ingresos suficientes para sanear las cuentas públicas. En el aumento de los ingresos fiscales tendrán un papel destacado las medidas de lucha contra el fraude, que han permitido ahorrar 35.000 millones de euros, a los que hay que sumar otros 15.000 procedentes de la lucha contra el fraude laboral. Pese a ello, hay sombras en esa hoja de ruta. Una de ellas recae sobre las Administraciones públicas y su más que dudosa capacidad para someterse a la disciplina fiscal. Una exigencia que sigue sin calar en la mayoría de las comunidades autónomas. En el otro extremo se sitúan los ayuntamientos, que han generado un abultado superávit.

De cumplirse las previsiones del Ejecutivo, España estaría en una posición envidiable de saneamiento y crecimiento económico en el entorno europeo. La importante batería de reformas puesta en marcha por el Gobierno, el duro sacrificio que ha soportado la ciudadanía española y los efectos beneficiosos de la políticas de tipos de interés del BCE, junto a sus programas de compra de deuda pública, muestran hoy un retrato de la economía española que no tiene nada que ver con lo que fue y que aleja a nuestro país del club de malos alumnos crónicos de la zona euro. Para cumplir y consolidar el cuadro macro, el Gobierno debe seguir adelante con las políticas reformistas, sin caer en la tentación de paralizar los ajustes que sea necesario hacer por la influencia que inevitablemente ejerce siempre toda campaña electoral. España tiene por delante el reto de consolidar este horizonte y de convertirse en un ejemplo europeo de esfuerzo y superación. Lo que queda por delante, especialmente en materia de recuperación del empleo, es un camino largo, como lo ha sido también el que el país ha recorrido hasta ahora.

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