Los deseos políticos no frenarán al euro
Los políticos franceses y alemanes están dando a entender que preferirían ver una estabilización del euro a una extensión de su caída favorable a la exportación. Por desgracia, los mercados de divisas raramente ayudan haciendo lo que se les dice.
El ministro de Economía alemán, Sigmar Gabriel, aseguró el 22 de abril que el valor del euro no se alterará de golpe en los próximos dos meses. Incluso Francia, normalmente elocuente defensor de una moneda más débil, ha cambiado de táctica. Su ministro de Finanzas, Michel Sapin, aseguró apenas cuatro días antes que la útil la caída del euro lo había llevado a buenos niveles y ahora hacía falta estabilidad.
La moneda única se ha estabilizado en las últimas semanas tras depreciarse un 22% frente al dólar y el 14% sobre una base a tipo de cambio efectivo en el último año. Su relativa estabilidad es sorprendente, ya que el deterioro de las negociaciones entre Grecia y sus acreedores internacionales está haciendo volver la preocupación de que el país podría abandonar el euro.
La moneda única se ha estabilizado en las últimas semanas tras depreciarse un 22% frente al dólar
La calma está en la superficie. Los precios de las opciones indican preocupaciones subyacentes. La volatilidad implícita, que refleja la magnitud de las oscilaciones que se esperan en los precios, se encuentra en niveles relativamente altos. Los operadores están en la actualidad teniendo en cuenta los problemas a corto plazo.
Es significativo que los inversores han estado dispuestos a pagar primas mucho mayores por las opciones que dan derecho a vender en lugar de a comprar la moneda única. La preferencia sigue y aún más reveladora es la forma en que se valoran los futuros. La tendencia hacia la venta de euros es más extrema con la vista puesta en dos, tres, o seis meses que en el próximo mes.
Nada de lo que los políticos franceses y alemanes dijeron cambió las señales de las opciones que apuntan a un euro más débil. Los operadores de divisas a veces prestan atención a los banqueros centrales, pero rara vez se mueven según las órdenes de los políticos.