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Columna
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Las duras pruebas de Reino Unido

La idea que tiene el Banco de Inglaterra del infierno es más sombría que la del BCE. El banco central de Reino Unido dio a conocer ayer los supuestos que se usarán en su test de estrés anuales a siete bancos nacionales que se darán a conocer en el mes de diciembre. A diferencia de las de su homólogo europeo, las pruebas incluirán un escenario más pesimista, donde la recesión conduce a una caída persistente de los precios.

A pesar del reciente y tenue optimismo económico, los precios están cayendo en la zona euro y Reino Unido no es inmune. Sin embargo, el ejercicio de supervisión de la Autoridad Bancaria Europea del año pasado solo llegó al extremo de asumir una inflación más lenta.

El Banco de Inglaterra utilizará sus propios supuestos macroeconómicos europeos y mundiales este año, y no tiene miedo a planificar un resultado más desagradable. En el escenario más oscuro, la inflación de precios de consumo de Reino Unido se contraería un 1% este año antes de volver a ser positivo una vez más antes de finales de 2016. En la zona euro, los precios caerían de forma ligeramente más pronunciada este año, y la deflación persistiría casi hasta 2019.

El Banco de Inglaterra utilizará sus propios supuestos macroeconómicos europeos y mundiales en sus test

Incluir la deflación en la foto no garantiza que las pruebas sean perfectas. Pero es una señal de que los reguladores están en contacto con la realidad. Y el Banco de Inglaterra este año tiene previstos serios reveses: el crecimiento de China se desacelera al 1,7% y el precio del petróleo cae a 38 dólares el barril. Como era de esperar, los bancos extranjeros domiciliados en Reino Unido como HSBC y Standard Chartered se verán mucho más afectados que el año pasado.

No es difícil de explicar la diferencia entre los dos ejercicios. La precaución de la EBA se debió en parte al hecho de que las pruebas se idearon para dar cabida a muchas sensibilidades nacionales e institucionales. El Banco de Inglaterra tiene más libertad para ser robusto –hasta el punto de que puede contemplar serenamente la deflación, lo que marcaría el fracaso de su propia política–. Los inversores en británicos deberían ser los beneficiarios de tal resolución.

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