Posible freno a las reformas en Francia
En un mundo ideal, la buena situación de su actual oposición conservadora en las elecciones locales del domingo sería un rayo de esperanza para François Hollande. El Partido Socialista del presidente francés quedó en un triste tercer puesto, detrás del ultraderechista Frente Nacional. Pero Hollande podría concluir que aún hay una posibilidad de iniciar un diálogo civilizado centrista sobre las reformas económicas y seguiría apoyando el enfoque reformista del primer ministro Manuel Valls.
Lo más probable es que el presidente saque la conclusión opuesta y decida que es hora de dejar de balancear el barco de su partido. La fuerte oposición a sus reformas no llega solo del Frente Nacional: la extrema izquierda, tanto dentro como fuera del Partido Socialista, sigue criticando las políticas de Hollande del shock de oferta.
Las señales de que el limitado programa de reformas estaba llegando a su fin ya estaban de manifiesto antes de la votación. Había esperanzas de que la recuperación de la zona euro, más fuerte de lo esperado, y el programa de expansión cuantitativa del Banco Central Europeo pudieran ayudar a París por la toma de algunas decisiones difíciles.
Lo más probable es que Hollande decida que es hora de dejar de balancear el barco de su partido
La única promesa seria de Hollande como candidato presidencial fue detener el aumento del desempleo. Según el informe más reciente, no lo ha conseguido. Francia fue uno de los tres países miembros de la zona en los que la tasa de desempleo creció en enero: un 10,2%, que está por encima del 9,8% de la zona euro. Ahora el presidente se verá tentado a ser paciente, ya que el mercado laboral debería mejorar en los próximos meses.
La maldición del desempleo en Francia es anterior a la recesión de 2008. No mejorará por una recuperación regional, o por cualquier reforma mágica radical. Solo habrá un mercado laboral más fuerte después de una serie de cambios pacientes, determinados y poco espectaculares.
Esos cambios requieren un gobierno con autoridad suficiente para asumir los intereses creados y convencer a sindicatos y empresarios para negociar. Esta autoridad falta claramente, solo dos años antes de una elección presidencial cuya campaña acaba de empezar de facto.