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Columna
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El dinero barato pierde poder

La abundancia de dinero barato de los bancos centrales está perdiendo su poder para apaciguar los precios en los mercados financieros. Será difícil que esta situación revierta pronto.

El año pasado, una extraña calma llegó a todo tipo de activos, con enormes inyecciones de liquidez de los bancos centrales. Pero ahora, la volatilidad implícita, que refleja las expectativas sobre cómo se moverán los precios en un período determinado, va en aumento.

Los aumentos más marcados se producen en divisas y bonos. La volatilidad a un mes de euro y dólar y el índice MOVE de la volatilidad implícita de los bonos del Tesoro estadounidense a un mes han aumentado en un tercio desde comienzos de 2015. La volatilidad de las acciones también se está incrementando. Las volatilidades de más largo plazo están subiendo también, lo que indica que las grandes oscilaciones de precios se convertirán en la norma.

Los inversores están perdiendo la fe en la onmipotencia de los bancos centrales

Hasta cierto punto, quienes fijan los tipos son responsables de su pérdida de poder. Un banco central tras otro han dado grandes giros a su política desde comienzos de año. Es cierto que la gran mayoría buscó aliviar las condiciones monetarias, pero eso hace más difícil para los administradores de activos averiguar qué moneda, bonos o acciones ofrece el mejor valor relativo ya que no tienen idea de sobre quién va a caer el próximo bombazo de esta política.

Un dolor de cabeza mayor son fluctuaciones de los precios de la energía y las materias primas. La compra indiscriminada de activos ya no es una fuente de rentabilidad garantizada. Hay ganadores y perdedores, pero no está claro en qué medida los precios de las materias primas beneficiarán a los primeros, o dañarán a los últimos. Esto se debe en parte a cierta incertidumbre sobre qué parte de la caída en el precio de las materias primas puede atribuirse al exceso de oferta, y cuánto a la debilidad de la demanda.

Esto lleva a la siguiente fuente de volatilidad de los mercados: la preocupación de que la economía mundial ha dejado de sanar, de que la inflación es muy baja y de que los bancos centrales no pueden hacer nada al respecto.

Los inversores están perdiendo la fe en la omnipotencia de los bancos centrales. Los problemas en Grecia solo agravarán la tendencia.

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