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Columna
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Brasil ahuyenta la inversión

La decisión de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, de aprovechar un aliado del partido para dirigir Petrobras es una enorme oportunidad perdida para Brasil. La renuncia la semana pasada de la presidenta Maria das Graças Silva Foster y otros altos mandos de Petrobras era una oportunidad de oro para que Rousseff pasara la página de una debacle que ha socavado la credibilidad del país con los inversores globales.

El nombramiento de un ejecutivo petrolero internacional creíble empapado de las mejores prácticas de gobierno corporativo habría ayudado a restaurar la confianza en medio de un caso que ha implicado a contratistas de Petrobras, ejecutivos corruptos de la empresa y miembros del Partido de los Trabajadores de Rousseff. También habría impulsado el esfuerzo de Petrobras para explotar los enormes depósitos de petróleo descubiertos hace ocho años en la costa del país.

Aldemir Bendine, jefe de Banco do Brasil no es un hombre del petróleo, aunque su nombramiento –junto con el de Iván Monteiro como director financiero – puede traer mayor competencia financiera a los controles internos de Petrobras. Un cable diplomático estadounidense filtrado y publicado por Wikileaks citando a una fuente no identificada del banco central de Brasil, decía que Bendine era “considerado por la mayoría como una marioneta” del mentor de Rousseff y su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva.

Eso no inspira confianza. De hecho, las acciones de Petrobras cayeron casi un 10% en Nueva York con el nombramiento de Bendine, y han perdido más del 60% de su valor desde septiembre. Las repercusiones van más allá de Petrobras y pueden ser un problema para disposición de los inversores para a depositar capital en Brasil. La tímida respuesta de Dilma para el mayor escándalo corporativo en la historia de Brasil sugiere que el descuento está justificado.

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